La sabiduría de los monos

Pablo Mehanna

En el santuario japonés de Toshogu una escultura de madera muestra a tres –ya famosos– monos: el primero se tapa los oídos, el segundo la boca, el último los ojos. No oír, no hablar, no decir. “Muchas veces pareciera que lo importante en un bar son los bartenders, el show que hay en la barra. Y no es así. Estos tres monos sabios representan lo que nosotros pensamos; nos mantenemos al margen, oyendo, diciendo y mirando solo lo necesario. Nuestra función es servir al verdadero protagonista del bar, el cliente”, explica Sebastián Atienza, bartender referente de su generación, y flamante socio junto a Charly Aguinsky de Tres Monos, un bar íntimo y relajado que abrió en una tranquila esquina de Palermo. 

Lejos de las grandes aperturas escenográficas de los últimos años, Tres Monos es simple, casi modesto: paredes pintadas a mano alzada, un pequeño salón y la barra con taburetes. Secundado por Esteban Varela y Manuela Diker, Atienza ofrece nueve cócteles de la casa ($220/$250), además de todos los clásicos a pedido. El Milkicilin toma la base de un Penicilin, macerando Johnnie Walker Black con jenjibre y piel de limón por una noche, para luego clarificarlo con leche. Un cóctel traslúcido y delicioso, donde la potencia del whisky gana complejidad. Hay también un Ascendente en mono, con Monkey Shoulder macerado con palosanto, ruda, sal de Jujuy y minerales, junto a un cordial de naranja y membrillo y vino blanco. Y, entre los más frescos, el Sex Piscos, con pisco, vermut Giovannoni Dry, Punt e Mes, Cynar y pomelo. Para acompañar, hay platitos como tempura de palta y champignones empanados ($250) o unas empanadas de matambre a la pizza; y prometen sumar tres recetas de amigos: un crostini de Julieta Oriolo, un plato oriental de Asato Sushi y un taco de Georgie’s. Vinos bien elegidos (Del Mono, Desquiciado, Livvera), un postre imbatible (arroz con tres leches) y música ochentosa para mover la cabeza. Tres Monos es uno de esos bares donde hacerse habitué. 

Tres Monos queda en Guatemala 4899. Horario de atención: martes a viernes, de 19 al cierre; sábados y domingos, de 20 al cierre.


Más allá de las hamburguesas

Pablo Mehanna

La pregunta no sólo es válida sino necesaria: ¿es posible comer algo rico y distinto en el contexto de una cervecería? Spoiler: sí. Y para probarlo, ahí está Desarmadero Session, flamante sucursal de Desarmadero, un lugar de culto para los amantes de la cerveza artesanal. Ubicado frente al local original, el nuevo mantiene la apuesta en bebidas sumando además una carta de comidas que escapa a la monotonía del barrio. Para picar, nada como unas empanadas fritas y jugosas de carne ($50), los buñuelos de acelga ($190), paté de hígado ($190), burrata con tomates asados y rúcula ($290) o tablas de quesos y fiambres y tablas vegetarianas, entre otros. Siguen sándwiches como el de ojo de bife con provolone, palta, cebolla morada y tomate viene en un pan de queso esponjoso; hay también de mollejas al limón, de pesca del día a la plancha y el de milanesa de nalga con queso sardo, tomate, lechuga y cebolla en pan francés. Quienes prefieran tenedor y cuchillo, podrán elegir entre la entraña ($260) o las mollejas grilladas ($250, incluyendo una pequeña ensalada de papas). Precios amigables para una cocina contundente. El fuerte de Desarmadero Session sigue siendo, claro, sus cervezas, elegidas una a una entre las mejores del país y conservadas en cámara de frío. Marcas como Minga, Sir Hopper, Conatus, Strange Brewing, Brew Dog, Juguetes Perdidos y Prinston, entre otras, sumando productores amigos de otros países y una envidiable heladera con botellas y latas importadas. Las variedades van rotando: la Neipa (New England India Pale Ale) de Itzel es aromática, turbia, con buen amargor; la Pils de Minga es liviana, floral y refrescante; la Porter de Prinston es oscura, seca e invernal. A esto se agrega una carta de cócteles ($200) –desde un Boulverdier servido en preciosa cristalería hasta un Mr. Collins con gin Bombay, limón, almíbar, albahaca y soda–, música bien arriba y ambiente relajado. 

Con un par de meses de vida, Desarmadero Session abre el juego a rica comida acompañando la mejor cerveza. 

Desarmadero Session queda en Gorriti 4300. Horarios de atención: lunes a viernes de 12 al cierre (entre 1 y 2.30). Sábados de 18 a 2.30. Happy Hour de 17 a 20. 


No todo lo que brilla es oro

Casi en silencio, con un público formado por vecinos, pero recibiendo también clientes de otros barrios, Devoto se está convirtiendo en un gran polo gastronómico. Con cierto aire alegre y colorido, sacado de alguna ciudad en la Costa Atlántica, la zona que rodea la plaza Arenales ofrece hoy propuestas bien distintas, desde restaurantes de autor a parrillas, pasando por cervecerías y cafeterías. Allí, hace unos meses abrió Bronce, un bar de coctelería que funciona como anexo a Mecha, una parrilla luminosa y moderna. El lugar tiene dos puertas (una a la calle, la otra al salón del restaurante) y doble propósito: por un lado, funciona como soporte de Mecha, elaborando cócteles que se sirven en las mesas; por el otro, es un bar en sí mismo, con su propia estética, carta de comida y tragos elaborados con cariño y conocimiento. Bronce es pequeño, angosto y elegante; la barra es de mármol oscuro, los taburetes son cómodos. Con asesoría de Federico Cuco y un día a día muy bien resuelto por Gustavo Segnini, la propuesta de Bronce incluye más de una docena de cócteles de estilo clásico y otros más populares. Entre los primeros, están por ejemplo el Negroni del Caribe (ron 7 años, Campari y Cinzano Rosso, $220) y el Deluxe (cognac Hennessy, Malamado Malbec y yema de huevo, $280); entre los segundos, el Vintage (Pimms, agua tónica Santa Quina y perfume de cítricos, $230) o el Sour de la pasión, con Absolut, maracuyá y almíbar de cardamomo ($230). Todo hecho en el momento y bien servido en una cristalería preciosa. Para comer, si bien se puede pedir cualquier cosa del menú de Mecha, hay una carta separada con platos ideales para entrada o piqueo en el bar: mollejas glaseadas con papas crocantes ($290), brochette de langostinos ($260), tres mini empanadas de cordero ($170), entre más opciones que incluyen pulpo, fritatta o papas fritas con mayonesa de sriracha. 

Un bar pequeño y personal, en un barrio tradicional que vive su propia revolución gastronómica.

Bronce queda en Mercedes 3939. Horario de atención: martes a domingos a partir de las 19 (los días sábados atiende Fede Cuco en la barra).