Mariana Gómez fue condenada a un año de prisión en suspenso por besar a su esposa, Rocío Girat. “No me entra en la cabeza. Los pedófilos tienen que ir presos, no nosotras”, gritó la joven entre lágrimas después de conocer el veredicto. La jueza de la causa, Marta Yungano, y la fiscal Diana Goral escaparon de la sala de audiencias entre gritos de repudio de militantes y familiares de la pareja. Los fundamentos se conocerán el 5 de julio y la defensa de Gómez confirmó que apelará el fallo. “Vamos a pedir la destitución de Marta Yungano –aseguró Girat–. Es una vergüenza, quieren atacar la diversidad y no los vamos a dejar. Y menos hoy”. El hoy refería a una fecha histórica para la conquista de derechos LGBTI: los 50 años de la revuelta de Stonewall, en Nueva York, que devino en el Internacional del Orgullo Gay.
“Yo me defendí de un acto violento y discriminatorio de un policía de la Ciudad”, fueron las últimas palabras de Gómez a las diez y media de la mañana. En ese momento, Yungano, con un gran crucifijo clavado en la pared de la sala de audiencias del Tribunal N°26, anunció que daría a conocer su decisión a las once y media y salió acompañada por la fiscal Goral. Gómez fue condenada por “resistencia a la autoridad en concurso real con lesiones agravadas”, por tratarse de personal de la Policía. El fallo del juicio iba a conocerse el martes 25 de junio, pero Yungano decidió posponer el anuncio porque, argumentó, no se podía continuar con la audiencia con el sonido del bombo y los cantos en apoyo a Gómez y su esposa.
“Esto es lesboodio”, gritó una militante a Yungano cuando la magistrada huía por una pequeña puerta ubicada al costado del tribunal. La jueza la saludó con la mano y sonrió provocativamente antes de retirarse. Mientras tanto, Gómez lloraba y era abrazada y consolada por su esposa, su abogado, Lisandro Teszkiewicz, familiares y los pocos militantes que pudieron ingresar en la sala. La joven logró salir de la habitación con la ayuda de Girat y su madre, pero se desmayó en la puerta de la sede judicial. Dos mujeres médicas se acercaron a asistirla.
Afuera, cientos de militantes llevaron carteles banderas de la diversidad y cantaron en apoyo a Gómez, mientras una decena de efectivos de la Policía de la Ciudad con cascos y escudos custodiaban la entrada. El comisario a cargo del operativo de seguridad llamó a una ambulancia para que Gómez fuera atendida. “Yo la quiero ayudar, nada más”, se excusó el policía ante los insultos y miradas de enojo y frustración de la militancia. Finalmente, Gómez se recuperó.
“Es una condena adoctrinante para todo el colectivo (Lgbti), así que vamos a dar pelea, vamos a apelar a Casación y vamos a hacer visible que la jueza Marta Yungano es una más de este sistema (patriarcal), es lesboodiante y discriminadora”, acusó Girat frente a los medios y expresó su preocupación porque este fallo sentaría un precedente para todo aquel que “elija darse la mano y besarse con alguien de su género”. Militantes Lgbti y jóvenes que se manifestaron en apoyo a Gómez con carteles que decían “besar no es delito” se abrazaban y lloraban. “No lo puedo creer”, repetían algunos.
Teszkiewicz aseguró que el fallo contra Gómez en un proceso judicial que demoró veinte meses indica que “es urgente la implementación de la ley Micaela –la cual obliga a los funcionarios de los tres poderes del Estado a capacitarse en temas de género– en el Poder Judicial” porque “no hay ningún tipo de perspectiva de género en las acciones de la Justicia”. “Nosotros creemos que todo lo que se vivió en el juicio demostraba la posición de Marian que, lejos de ser culpable de cualquier delito, fue víctima de una agresión”, sostuvo el abogado y afirmó que continuará defendiendo “el derecho de Mariana, de Rocío y el de todas y todos los ciudadanos argentinos a ser quienes son y a vivir libremente”.
El 2 de octubre de 2017 pasado el mediodía, Gómez y Girat estaban bajo el domo que se encuentra frente a la estación de trenes de Constitución. Durante el juicio, Girat contó que ese día ella y su esposa estaban conversando y fumando, cuando un empleado de Metrovías, José María Pérez, se acercó a Gómez para pedirle que dejara de fumar. Cuando la joven respondió que no había cartelería que indicara que estaba prohibido fumar en ese espacio –y que había otras personas fumando en el lugar–, Pérez llamó a un oficial de la Policía de la Ciudad, Jonatan Maximiliano Rojo, quien le dijo a Gómez “che pibe, apagá el cigarrillo”.
En su declaración ante la jueza, Gómez aseguró que ella intentó irse del lugar, pero que Rojo “me ponía la mano en el pecho y me decía ‘quedate acá que vas a ser detenido’” y comenzó un forcejeo entre ambos. Según el relato de la acusada, el oficial llamó por handy a una compañera, Karen Villarreal, y, en medio del forcejeo, “Rojo me tuerce el brazo y me tira para atrás”, por lo que Gómez agarró del pelo a Villarreal “para no caer” y, en el proceso, le arrancó parte del cabello. Los dos agentes la redujeron, la esposaron y la trasladaron a la estación policial que está en la estación Boedo de la Línea E. Horas después fue liberada.
Durante los alegatos, Teszkiewicz recordó que en octubre de 2017 Girat atravesaba “una situación de vulnerabilidad” porque estaba por comenzar un juicio contra su padre, el ex oficial de la Armada Marcelo Girat, quien abusó sexualmente de ella desde los 13 hasta los 17 años y, durante el proceso, la amenazó de muerte. Ese día, en el domo de la estación Constitución, Gómez estaba consolando a su esposa. “Rocío necesitaba del acompañamiento de su esposa”, afirmó el abogado y que es en ese momento que Gómez sufrió “el ataque discriminador de Rojo”.
“Es una falta de respeto escuchar hoy a la jueza Marta Yungano tener la caradurez de condenar en suspenso un año a mi esposa por estar hace dos años besándose conmigo”, manifestó Girat. La joven agradeció “todo este apoyo social y colectivo”, pero lamentó que van a tener que “andar con cuidado y miedo por todas las esquinas” de ser detenidas por las fuerzas de seguridad que “actúan con toda impunidad, golpeandonos, discriminándonos, señalándonos cada vez que pueden”. “Vamos a seguir exigiendo la absolución y vamos a seguir resistiendo –aseguró Girat–. Nosotras ese 2 de octubre lo único que estábamos haciendo era besarnos y ser lesbianas visibles. No nos pueden condenar por esto”.