El apagón por tiempo indefinido que sufre la ciudad de La Plata aparece como metáfora del apagón que se produjo en el oficialismo desde el lanzamiento de los Fernández. Los vecinos que queman gomas y levantan barricadas son los únicos protagonistas mientras María Eugenia Vidal y el intendente Julio Garro se recluyen en sus respectivas casas de gobierno. El apagón en Cambiemos es más notorio porque perdió la iniciativa que tuvo desde que asumió la Presidencia. Sus dos triunfos consecutivos, 2015 y 2017, provocaron desconcierto en el peronismo, que se sumió en una interna cruel de acusaciones mutuas, pases de factura y dispersión. La crisis alteró ese cuadro, que terminó por invertirse con la proclamación de Alberto y Cristina Fernández, que pasaron a ocupar el centro del ring.
Los medios corporativos que sostienen al oficialismo no pueden evitar el atractivo mediático que produjo Alberto Fernández con un discurso conciliador que los desconcierta aunque cause sorpresa en sus propias filas. Ya dijo que no avanzará con la ley de medios y que evitará los temas más confrontativos. Se mostró amigable con los gobernadores, los sindicalistas, con los hijos pródigos que retornaron al tronco peronista y con los aliados no peronistas.
El problema de la deuda será el eje principal de un eventual gobierno fernandista. Esa puja no se puede dar el lujo de un frente interno desarbolado. Dicen que será un gobierno nestorista. Pero no por oposición a otro cristinista.
Fueron etapas diferentes. Muchos recordarán con sabor amargo cuando Néstor le abrió al Grupo Clarín la posibilidad de fusionar a Multicanal y Cablevisión y ocupar así una posición dominante en el ámbito de la comunicación. La culminación de ese proceso fue en el 2006, cuando también culminaba la puja para sacar al FMI y lograr una quita de casi el 70 por ciento de la deuda.
Néstor Kirchner lo ilustraba con la frase “primero tenemos que salir del infierno”. Su gestión tuvo ese tono. Cuando comenzó la campaña por Cristina Fernández de Kirchner, habló de que, ahora sí, después de salir del infierno, sería el tiempo de repartir y profundizar la democracia.
Pero las diferencias son gruesas con el gobierno de Néstor Kirchner. La mayoría de la deuda que negoció Kirchner era privada, mientras que la contraída con organismos internacionales era menos del 30 por ciento del total. Ahora la deuda con el FMI es más abultada y sus vencimientos están cronometrados con precisión para condicionar al próximo gobierno. La negociación será más difícil porque no son acreedores particulares sino que el Fondo representa a las principales economías del planeta con las cuales Argentina necesita comerciar.
Los directivos del FMI ya se se reunieron con Roberto Lavagna, Juan Manuel Urtubey y Axel Kicillof. El jueves a la mañana, Alberto Fernández se reunió con Alejandro Werner, director ejecutivo del Departamento para el Hemisferio Occidental del FMI. Werner, miembro de una familia de exiliados, es argentino nacionalizado mexicano, hijo del que fuera jefe de gabinete de José Ber Gelbard, durante el tercer gobierno de Perón.
En el comunicado que emitió, Alberto Fernández dio a entender cuáles serían los argumentos en una eventual negociación. En primer lugar les dijo que le sorprendía “la complacencia del FMI” con las políticas del macrismo que desencadenaron la crisis. O sea: los considera corresponsables. Subrayó que el contrato de deuda con Argentina está “en abierta violación” con el Acta Constitutiva del FMI porque no respetó los volúmenes ni los destinos estipulados en el acta para esos préstamos Y en tercer lugar le recordó que no había sido sometido a la aprobación del Congreso Nacional, lo que implica que está flojo de papeles.
En el comunicado del candidato del Frente de Todos no se habla de default ni de quitas. Sin embargo, Fernández expresó que le planteó a Werner su disposición a “reformular” los contratos de deuda con el FMI. Y que a su juicio, “el endeudamiento y el repago deben estar en relación con el crecimiento”. Es difícil entrever los objetivos de máxima y de mínima en esa negociación, pero es evidente que será una puja intensa y que será el eje de los cuatro años de gestión en el caso de que los Fernández ganen la elección.
Pero tendrá que ser una negociación rápida porque el gobierno que asuma no tendrá presupuesto para gobernar. El volumen de la deuda y la agenda de vencimientos solamente se pueden entender como una forma de hacer que los negociadores lleguen debilitados por la urgencia y así imponerles sus condiciones. El macrismo generó esta dependencia y al mismo tiempo condicionó al gobierno que asuma para que la mantenga.
El Fondo especulará con ese factor y lo más probable será que cualquier negociación corta resulte desfavorable. Para una negociación más larga, el gobierno que llegue deberá contar con fuerte respaldo y sin demasiados frentes de guerra interna abiertos.
Sin embargo, como abogado y profesor de derecho, en varias declaraciones, Alberto Fernández mostró su preocupación por las aberraciones cometidas en el Poder Judicial como parte de la persecución a la oposición al macrismo.
Sobre este tema, el martes 2 de julio a las 19 horas, en el Teatro Roma de Avellaneda se hará un festival por los presos políticos, en el que participarán Dady Brieva, Peteco Carabajal, Lidia Borda, Ignacio Copani y otros artistas. Desde trabajadores de cooperativas hasta ex funcionarios del gobierno anterior, presos sin condena o con juicios amañados, forman parte de la lista de presos políticos.
El candidato fue más crítico en el aspecto judicial de ese fenómeno, que en el mediático, donde habría que investigar la participación de periodistas en operaciones de los servicios de inteligencia. Dejan de ser así comunicadores para actuar como espías por interés económico u otros beneficios. Las pruebas en la causa que lleva el juez Alejo Ramos Padilla son difíciles de contrastar. También habría que investigar la campaña contra Aníbal Fernández, con la famosa “morsa” y el triple crimen de General Rodríguez. Es prácticamente imposible que hubiera allí una participación “ingenua”.
De todas maneras son temas que aparecen como secundarios en las declaraciones del candidato, frente a la problemática económica, o las de de salud y educación.
Como contrapartida de la intensa actividad que desplegó el candidato del Frente de Todos, el oficialismo quedó constreñido a la designación de Miguel Angel Pichetto como el candidato a vice de Macri. Lo presentaron como la palanca milagrosa que iba a inclinar las simpatías de gran cantidad de punteros peronistas del conurbano, entre heridos de la interna, duhaldistas y menemistas residuales.
Pero el tema estratégico para incorporar a esos punteros, que no son tantos ni mueven tantos votos, es la participación en las listas. Y en esa tarea, a Pichetto lo dejaron fuera, con lo que la lluvia de peronistas corrió la misma suerte que la lluvia de inversiones: nunca se produjo ni se producirá.
Los Fernández se reunieron en ese tiempo y en términos muy cordiales con los ganadores de Chubut y Santa Fe, Mariano Arcione y Omar Perotti, supuestamente alejados, así como dirigentes del PJ cordobés que en su provincia están alineados con el gobernador Carlos Schiaretti. Alberto Fernández viajó a Tucumán y a Misiones y tiene previsto hacerlo a Catamarca y La Rioja.
La conformación de las listas hizo ruido con la incorporación de Sergio Massa y aliados extrapartidarios, pero finalmente privó la lógica más rasante de la política, las listas encajaron aunque quedaron muchos heridos, pero nadie se fue. Las expectativas de los intendentes del conurbano se redujeron al compromiso para que no haya listas internas de oposición en los distritos donde algunos de ellos reeligen. Se bajaron las otras listas y quedaron heridos, pero nadie se fue.
Frente a esa intensa actividad, el oficialismo no tiene demasiado para ofrecer, más que esperar una leve mejora en la economía. Pero esa mejora está en la cabeza de los técnicos. Aunque se frene la caída, la mayoría ya está muy abajo, agarrado con las uñas para no seguir cayendo y lo que quiere es ascender, sacar la cabeza para respirar, no solamente que se frene allá en el fondo.