A mediados de junio Facebook lanzó libra, una criptomoneda que paradójicamente , asegura que no les pertenece. La contradicción reproduce un proceso ya conocido y cada vez más evidente: tecnologías pensadas para la democratización finalmente se utilizan para concentrar poder. Si ocurrió con Internet misma cuya arquitectura, según se vaticinó en los inicios, conduciría a la democracia horizontal y perfecta, ¿cómo podría no ocurrir con una criptomoneda? El investigador Evgeny Morozov resumió el ciclo en un tuit: “2009: ¡Blockchain derribará al poder central! 2019: Blockchain ayudará a Facebook a derribar el poder central del Estado utilizando la retórica de la descentralización para en realidad centralizar el poder en sus propias manos. Una década de tremenda confusión”.
Blockchain y anarquía
La tecnología blockchain, cuyo ejemplo más conocido es Bitcoin (ver Cash del 22/4/18), permite distribuir el control sobre la información en miles de nodos que se validan mutuamente en una suerte de tecno-democracia perfecta. Cada vez que se realiza un movimiento (una transacción en el caso de Bitcoin) debe ser validado por un porcentaje de los nodos para quedar registrada de una manera distribuida e inmodificable. Este potencial enorme de la tecnología, sin embargo, se demostró falible: en el caso de Bitcoin, por ejemplo, unas pocas empresas chinas controlan más de la mitad de los nodos, lo que les da poder sobre todas las demás desvirtuando la idea básica del sistema.
Más allá de Bitcoin, la fiebre por el blockchain como una tecnología que conduce a la descentralización perfecta ha arrojado pocos resultados concretos y aumentado las sospechas de que es solo otra burbuja para atraer inversionistas. Los intentos de algunas tarjetas de crédito, por ejemplo, por pasarse a sistema de blockchain no han sido exitosos y pese a las campañas de marketing, continúan utilizando bases de datos con medidas de seguridad tradicionales.
¿Por qué Facebook se lanza ahora a explotar lo que queda de esperanzas en la capacidad descentralizadora de blockchain? Para responder a esa pregunta es necesario hacer un poco de genealogía: empresas tecno como Facebook o Google crecieron a una velocidad tal que lograron en solo dos décadas de vida contarse entre las cinco más grandes del mundo por su valor bursátil. Estas dos en particular, por ejemplo, no produjeron nuevas riquezas si no que se alimentaron de la torta publicitaria global que antes se distribuía, sobre todo, entre medios masivos locales e internacionales. Para la conquista aprovecharon la ventaja que proporcionan los datos, plataformas autogestionables y, sobre todo, contenidos gratuitos provistos por los mismos usuarios. Así doblegaron a medios masivos enormes pero lentos de reflejos.
Ese éxito deslumbrante implica expectativas de crecimiento meteórico continuo, algo improbable con un mercado publicitario que, como la economía global, luce estancado. Por eso los capitales empujan a las corporaciones tecno hacia otros nichos: transporte, hotelería, alimentos, medicamentos, para obtener ganancias similares a las del pasado reciente. Una vez que pisan un nuevo territorio con sus recursos tecnológicos y financieros son capaces de imponer condiciones a cualquier competidor. Ahora los grandes parecen decididos a meterse de lleno en uno de los nichos más tentadores: el financiero. Apple, por ejemplo, lanzó recientemente su propia tarjeta de crédito (ver Cash del 28/4/19). La libra va en ese sentido. El jugoso mercado de comisiones bancarias es demasiado tentador como para escapar al radar de las empresas tecno y les resultará fácil, con su escala y recursos, ofrecer menores costos.
Sin fricción
La promesa de cada nuevo lanzamiento tecno es “reducir la fricción”, es decir, simplificar cualquier tarea hasta hacerla casi inconsciente: conseguir transporte con un click, adquirir productos y que te lleguen en minutos, organizar reuniones online. Pero detrás de ese confort, irresistible para el consumidor moderno, se encierran modelos de negocios que, por ejemplo, ubican a las empresas como intermediarias capaces de manipular la conexión entre cliente y proveedor. Cuando hay resistencias se puede utilizar el viejo y conocido dumping para destruir competidores gracias a los ingentes recursos financieros disponibles. Un pequeño ejemplo: Uber, según su CEO, perdía al menos hasta 2017 cerca de mil millones de dólares anuales en su intento por entrar al mercado chino.
En esos enfrentamientos entre gigantes, los pequeños actores caen diezmados en poco tiempo. El lema de crecimiento primero, ganancias después es uno de los favoritos de las empresas tecno; el riesgo es que ese crecimiento no se concrete y la promesa solo sirva para inflar burbujas como ocurrió en el pasado. Cabe aclarar que los datos, la capacidad de procesamiento, la diversificación y los recursos financieros acumulados ayudan, al menos a los más grandes, a tener ciertas certezas de éxito.
En el caso de libra, Facebook busca continuar su meteórico crecimiento con un salto directo al tentador mercado financiero. Para dar garantías contra la volatilidad que han demostrado las criptomonedas en general, libra mantendrá una canasta de monedas de distintas nacionalidades como en otros tiempos se usaba el patrón oro; cada vez que alguien compre la criptomoneda el dinero “tradicional” quedará como respaldo.
Por otro lado, para evitar el escrutinio de un sistema político cada vez más atemorizado por el poder de las empresas tecno y por la larga lista de daños colaterales del modelo de negocios de Facebook (como el caso Cambridge Analytica), la empresa invitó a participar a otras compañías con diez millones de dólares cada una. Entre ellas se cuentan Vodafone, Spotify, eBay, Uber y la argentina Mercado Libre para las que una moneda de circulación global irrestricta puede simplificar las operaciones y limitar las posibilidades de ser gravadas o controladas financieramente.
También empresas del mundo financiero como Visa, Mastercard o PayPal que se verían directamente afectadas por la incursión de Facebook, se sumaron al proyecto. Probablemente busquen protegerse de tsunamis tecnológicos como los que ahogan a compañías discográficas, cinematográficas, diarios, canales de TV, cadenas hoteleras, que ya han sufrido el arrasador paso de la tecnología. Los que no se han sumado a libra son los otros grandes: Apple, Google o Amazon, quienes ya tienen sus propios planes para incursionar en el mundo financiero.
Todos los socios formarán parte de la libra Association junto a algunas ONG que no aportan dinero para decidir sobre el gobierno de esta nueva moneda. En un comienzo participarán los cien socios fundadores (de los cuáles ya hay veintiocho) y cada uno de ellos tendrá un nodo, una versión bastante limitada de la descentralización implícita en blockchain.
El trabajo de estos nodos se financiará con una pequeña comisión por cada transacción, lejos del 7 por ciento promedio de una transferencia internacional. Facebook será, aseguran, solo uno más en el concejo y así evitará que libra dependa de su ya castigada reputación para seducir al mundo y evitar mayores controles. Las primera tarea del concejo será escribir una Constitución con mecanismos básicos de funcionamiento.
Gracias a esta moneda de bits, los usuarios podrán realizar todo tipo de transacciones sin fricción a través de una billetera llamada Calibra, directamente integrada a Whatsapp y Messenger, ambas de Facebook.
Otras empresas y startups podrán desarrollar sus propias aplicaciones, pero los cerca de dos mil millones de usuarios, millones de avisadores y pequeñas empresas en la red social le brindan un piso más que interesante para instalar las herramientas propias. Los recursos de Facebook también le permitirán realizar ofertas irresistibles al menos hasta ocupar una posición dominante y acostumbrar a los usuarios a sus apps. Justamente, uno de los argumentos del proyecto es que se podría llegar de esta manera a millones de personas que no tienen acceso a servicios financieros, quienes podrían así integrarse de una manera muy simple a él. En cuánto a la privacidad, Facebook aseguró que no conectará las transacciones con el perfil social, algo poco creíble si se mira su historial de promesas.
Facebook también liberó el código fuente de la moneda para que cualquiera pueda hacer aplicaciones para libra, de manera similar a lo que ocurre por ejemplo con Android de Google o iOS de Apple, ecosistemas en los que se puede participar con nuevas aplicaciones. De esa manera se favorece una innovación controlada en la que el sistema principal administra el entorno. Tanta apertura puede parecer riesgosa pero la experiencia indica que en el campo tecnológico el ganador se queda con todo y arrancar en punta suele ser una ventaja determinante. Está previsto que la moneda comience a funcionar en 2020, por lo que los competidores no tendrán mucho tiempo para prepararse.
Intermediarios
Probablemente lo más disruptivo de esta tecnología es que el dinero está (o estaba) basado en un Estado garante de un recurso social. El avance sobre las finanzas con una moneda gestionada, en el mejor de los casos, por un puñado de empresas privadas que actúan como paraguas supranacional es un golpe al corazón de un Estado ya debilitado y acechado por el poder financiero. Una de las tareas básicas como cobrar impuestos pasará a depender de la información que una empresa privada le dé a las instituciones públicas. ¿Qué posibilidades hay de que Facebook trabaje junto a AFIP para conocer los ingresos que los ciudadanos y empresas no declaran?
El destino se parece mucho al sueño neoliberal de un sistema económico sin las fricciones del Estado. El problema, ya acuciante, es que sin impuestos para financiar la administración, educación, salud, caminos, policía, el sistema completo cambia hacia otro íntegramente gestionado por empresas privadas cuyo objetivo es reunir más dinero pero sin siquiera el objetivo de distribuir una parte para beneficio del conjunto. Las nuevas tecnologías, más que aumentar la riqueza disponible, utilizan la eficiencia de sus herramientas para ubicarse como intermediarias, un lugar que permite imponer condiciones a competidores, incluso los de la economía real. Así aumentan su ya formidable poder y siguen avanzando, voraces, sobre nuevos nichos casi sin regulación, disfrazadas con la modernidad de sus prácticas aplicaciones.