Si el rugby más poderoso del planeta se juega en el hemisferio sur (Nueva Zelanda, Australia y Sudáfrica ganaron siete de los ocho Mundiales) Jaguares llegó a la final del torneo más importante a nivel de clubes-franquicia. Si se tratara de fútbol, sería como definir la Champions League. La comparación vale para ubicar en contexto lo que acaba de lograr el equipo de Gonzalo Quesada. Una victoria ante Brumbies que tendrá un lugar en el podio de las que hicieron historia. Pero no solo por el resultado que se logró; también por cómo se consiguió. Con una abrumadora superioridad que pocas veces se vio en un representativo argentino a lo largo de todo un partido.
Jaguares jugó ochenta minutos de rugby total. Marcó cinco tries y solo recibió uno. Redondeó un holgado 39 a 7 que jamás estuvo comprometido. Mostró puntos altísimos en el line, en el maul, en las pelotas recuperadas, en la concentración para no cometer penales, en la cohesión de los fowards y la definición de los tres cuartos. A los 13 minutos ganaba 13 a 0 y ya había desdibujado a un rival que casi nunca tuvo respuestas para anularlo. El triunfo que se fue ampliando hacia el final (el segundo tiempo terminó 19 a 0) es también clave por lo que proyecta. Porque Jaguares es la base de Los Pumas sin los jugadores que están en Europa.
El 20 de septiembre comienza el Mundial de Japón y el torneo se observa con una expectativa muy distinta a la que había hace poco menos de un año, cuando Mario Ledesma asumió como entrenador de la Selección. El equipo venía en pronunciado declive.
La combinación de un 2017 muy malo, el cierre de 2018 con cuatro derrotas consecutivas en una gira por Europa y la certeza de que Los Pumas habían caído en el grupo más parejo y difícil del Mundial (junto a Inglaterra y Francia) auguraba un 2019 cuesta arriba. La mirada empezó a modificarse un poco con el crecimiento notable de Jaguares, su renovación, el juego cada vez más ensamblado del equipo y su convicción para llevarlo a cabo.
A diferencia de sus rivales en el Super Rugby, que tienen más repartidos a sus jugadores en distintas franquicias, Jaguares es la base del seleccionado nacional. De los 46 preseleccionados que convocó Ledesma para Japón, la abrumadora mayoría sale de ahí. Podría decirse que hasta el entrenador se dio el lujo de no citar a Imhoff y Cordero – dos ex Pumas de muy buena actualidad en Europa – porque ahora le sobran backs. Incluso en el Super Rugby se lesionaron los dos wines titulares de Los Pumas (Delguy y Moyano) que no jugaron los últimos meses.
La base del finalista que superó con autoridad a los australianos de Brumbies se ampliará posiblemente con Nicolás Sánchez (Stade Francais), Juan Figallo (Saracens) y Facundo Isa (Toulon), quienes por estar en Europa no integran Jaguares y pierden terreno en Los Pumas por una decisión política de la UAR, que tiene su propia estructura rentada de jugadores. Como fuera, el de Ledesma es un saludable problema de elección. Que se explica también en el modo de trabajar de Quesada al frente de Jaguares. El mismo lo contó hace poco: "Es fundamental el compromiso que tomamos con los jugadores para que todos tengan oportunidades y sumen confianza. Esto les dio la chance a muchos de mostrar su nivel y a otros, que por ahí se podían sentir titulares, de que entiendan que nadie puede relajarse".
No importa cómo termine Jaguares en el Super Rugby, su éxito está en lo que demostró hasta ahora. Una idea definida de juego y saber cómo plasmarla en la cancha. Con la marca de fábrica del rugby argentino en defensa y el agregado de un juego directo que estudia cuándo y por dónde atacar. Al equipo franquicia y por añadidura a Los Pumas, lo que más le cuesta hoy es lo que durante años fue su fortaleza: el scrum. En ese aspecto del juego ha sido superado con claridad, incluso en la semifinal del viernes en Vélez.
Después del último paso en Nueva Zelanda contra Crusaders (la final será el sábado de madrugada, casi sin tiempo para entrenarse) Jaguares se mimetizará en la selección nacional. El 20 de julio comenzará el Rugby Championship a una sola rueda porque se acerca el Mundial. La cita será en Vélez contra los All Blacks, el bicampeón, el equipo casi imbatible de los últimos años, al que nunca pudo ganársele y que vendrá disminuido porque no será convocado ningún jugador de Crusaders para ese partido.
Quién podría decir que no hay argumentos para intentarlo otra vez, si el rugby argentino es casi un acto de fe, un deporte que siempre se apoyó en una mística, su señal de identidad principal. Esa que en otra época apenas alcanzaba para una hazaña esporádica y que ahora tiene más ingredientes. Una idea, un proyecto que se apoya en Jaguares por el nivel de competencia que alcanzó, una base de jugadores que se amplió, unos Pumas que en el Mundial volverán a someterse a prueba para saber otra vez dónde están parados.