Aun resuenan de algún modo los ecos de los gritos y las balas del 26 de junio de 2002. En aquella jornada avanzaban hacia el Puente Pueyrredón sobre el Riachuelo, en Buenos Aires trabajadoras y piqueteros de los MTD del conurbano.

La policía bonaerense les tendió una emboscada y, como consecuencia de la represión estatal, cayeron abatidos los militantes sociales Maximiliano Kosteki y Darío Santillán.

Este luctuoso acontecimiento marcó un punto de inflexión en cuanto a marcar un paso más del disciplinamiento estatal contra movimientos sociales y asambleas barriales, que estaban en pleno auge por entonces.

La matanza del Puente Pueyrredón es el retorno a la "normalización" por parte de la clase dominante de sectores de la sociedad en plena ebullición.

Cabe preguntarse el por qué de cierta pasividad ante tanto escarnio, empobrecimiento masivo, saqueo de los banqueros, creciente violencia institucional.

¿Por qué afirmamos que a pesar de todo hay ecos de aquellos gritos y de aquellas balas arteras?

Pues porque las causas y razones de la lucha contra las injusticias sociales persisten, y porque además solo la organización y las luchas por fuera de estructuras verticales son la senda que orienta hacia la emancipación integral.

Carlos A. Solero