La abuela prepara un té para toda la familia. Se la nota serena pero enérgica. Hay que apurarse porque las sirenas en las calles de Manchester anuncian que se avecina algo peligroso. No es la Segunda Guerra Mundial sino 2024. Trump, China, crisis migratoria, inteligencia artificial, Brexit, terraplanismo y fake news tildaron al globo. Y si el mundo se viene abajo que sea a la inglesa. Years And Years (va los viernes a las 22 hs por HBO) relata desde la óptica de los Lyon como sería la civilización en los próximos tres lustros empezando a contar desde ahora. Y por lo visto en su primer episodio no pinta nada bien. La producción original de la BBC, compuesta por seis capítulos de una hora, es uno de los bombazos en materia de ficción televisiva de esta temporada por su inusual mezcla de distopía con drama familiar.
“El mundo estaba bien hace un par de años. Ahora no sé por qué preocuparme primero. ¿Y cómo va a ser para vos?”, le pregunta uno de los personajes a su sobrino recién nacido. Frase abrumadora como lo es esta ficción creada por Russell T. Davies y que funciona a partir de tres dinamos girando a toda velocidad: la realidad de cada uno de los miembros del clan; el ascenso de una empresaria carismática y peligrosa a lo más alto de la política británica (Emma Thompson) y esa realidad cercana demasiado plausible –y muy terrorífica- por alusiones al presente.
No hay una historia sino que la misma Historia juguetea con los Lyon. Entre cada uno de los cumpleaños de la abuela Muriel (Anne Reid), los Lyon viven sus crisis dentro de otras mayores. Uno de ellos es Daniel (Russell Tovey), el hermano gay enredado con la crisis de refugiados ucranianos dispuestos en campos de concentración. Stephen (Rory Kinnear) es un financista preocupado porque su hija mayor quiere ser trans de un nuevo tipo: desea abandonar su cuerpo y vivir en el ciberespacio de manera digital. “Seré datos”, clarifica la joven. Y está Rosie (Ruth Madeley), la madre soltera y lisiada que se siente cercana a las ideas políticas de Vivienne Rook. Esta mujer, interpretada magistralmente por Thompson, es una de esas figuras que los medios adoran envalentonar. De hecho, al menos en principio, sus apariciones sobruevelan la trama con cierta distancia desde diversas plataformas. Sin pelos en la lengua, encantadora de serpientes, la fascista del futuro sabe bien cómo captar la atención y lograr sus objetivos.
Se ha trazado una inevitable -pero inadecuada- comparación entre ésta ficción con Black Mirror. A diferencia de la entrega de Charlie Brooker, el objetivo no es apuntar sobre las consecuencias de la tecnología: ésta es sólo una de las variantes de un mundo que se va al tacho. Posiblemente sea más afín en su espíritu al melodrama de This Is Us o a Children of Men (Alfonso Cuarón; 2006) por su sentido insular y catastrófico. El fracaso de la civilización es tratado, sin embargo, con cuotas de terror y humor. ¿Un ejemplo? Se duda de la existencia de los microbios, de la llegada del hombre a la Luna y hasta de que el 11-S haya realmente acontecido. Como bien dice la matriarca: “Es un mundo terrible pero quiero ver cada segundo del mismo”. Y, cabe agregar, en ese futuro los Gipsy Kings siguen de gira.