Esta nota trata sobre ficciones en general y una en particular.
Algunos guiones se caen definitivamente o eso parece. Otros se mantienen. Otros se recrean. Lo importante sería determinar cuáles son capaces de influir en forma decisoria, respecto de la lucha política. Quien tuviere respuesta para eso hallaría algo así como la fórmula de la cuadratura del círculo. Nadie la tiene ni debería aspirar a alcanzarla pero, como siempre, vale la pena tratar de acertarles a las preguntas.
Claramente fue una ficción que pudieran eliminarse las primarias del 11 de agosto. No daban ni los tiempos, ni el apoyo parlamentario. Ni siquiera, la voluntad de miembros prominentes del propio entramado oficialista. No es que no lo desearan. Sabían que el papelón hubiera sido monumental, pero no por el bochorno en sí sino como reflejo de admitir una muy probable derrota... ¿por cuánto?
Hay coincidencia generalizada (analistas, consultores, “el mercado”, operadores) en que una diferencia desde 5 a 6 puntos le sería difícil de remontar a la alianza gobernante.
Los votos de Sergio Massa, que hoy son incuantificables pero que en 2015 fueron decisivos hacia la segunda vuelta, ya no están en el macrismo. No, por lo menos, en alguna proporción que pudiera cambiar rumbos a su favor.
Si las primarias le salen mal al oficialismo significaría que la esperanza cambiemita del dólar quieto podría irse al demonio, con ello sería posible otra corrida financiera y, carácter transitivo, quedaría afectado gravemente que en el balotaje se juntaran todos contra la fórmula opositora.
En consecuencia, el globo de ensayo de anular las primarias no tenía sentido probabilístico pero sí el de provocar decepción en torno de ellas porque contribuye al discurso anti-política. Y la banalidad de ese discurso favorece a Casa Rosada. Sin ninguna excepción.
Allí donde haya un embroncado contra todos habrá un voto que, directo o funcional, terminará en Macri. Más temprano o más tarde.
También es ficcional lo caras que resultan esas PASO, apenas se compara su costo con –entre tanta obscenidad macrista– la orgía de la timba financiera. Los intereses registrados por los bancos desde que se lanzaron las Leliq, en octubre del año pasado (ver artículo de Alfredo Zaiat, en PáginaI12, el domingo 16 de este mes), superan los 350 mil millones de pesos.
Es la artimaña para planchar la cotización del dólar, que no la única. Y algunos colegas se preocupan por los cuatro mil millones y pico que sale “la encuesta” de comienzos de agosto. Unos dos a tres días de Leliq. Maravilla.
Ficcional es además que no hay competencia, aunque sea cierto que no rige para los puestos de repercusión masiva. Otro artículo en este diario, de Sebastián Abrevaya el miércoles pasado, lo dejó bien claro.
Hay disputa para dirimir cargos nacionales en 17 de las 24 provincias y Ex Cambiemos es el frente que más compite entre sí. Casi el 90 por ciento de los distritos provinciales que eligen senadores nacionales va a disputa interna. En territorio bonaerense, nada menos, hay PASO en múltiples localidades. Y si querían ahorrar recursos, lo mejor hubiese sido que las provincias gobernadas por radicales (Jujuy, Mendoza, Corrientes) no desdoblaran su votación de la nacional.
¿Quién les pidió y/o aceptó que lo hicieran, consciente de que su imagen podía tirar para abajo si figuraba el mismo día a cabeza de lista? El Presidente.
Quien sale caro es Macri, dicho en otras palabras dedicadas a lobbistas y tontos que dijeron rebelarse contra lo oneroso de las primarias mientras “la gente” pasa penurias.
De la ficción Pichetto ya se habló en este espacio durante dos columnas consecutivas, pero no pareciera estar de más la insistencia.
El senador fue presentado como un cerrajero casi perfecto para destrabar puertas peronistas. No pudo abrir ninguna. El objetivo jamás fue ése, sino la fantasía de que los cambiemitas estaban dispuestos a ser amplios. El cierre de listas demostró todo lo contrario: la “peronización” del PRO consistió en dejar afuera a cuanto peronista converso anduviera por ahí.
Hubo asimismo la ficción de que Omar Perotti, el ganador justicialista santafesino, podía llegar a ser prescindente en la pelea nacional. Invento puro, para que los publicistas oficiales se entretuviesen varios días vendiendo al rafaelino como símil electoral del cordobés Schiaretti.
El último hallazgo ficcional, además de la salvación “histórica” imbricada en el arreglo regional con los europeos, es que ya hay interna entre los Fernández porque Alberto articula con los gobernadores mientras Cristina sigue recorriendo el país con la presentación de su libro, por las suyas, desprendida de la campaña propiamente dicha. Es decir, exactamente lo que acordaron Fernández y Fernández.
Él tejiendo y ella elevada sobre el barro o el entablado de las tejedurías, que la aburren como toda la vida. Pero no. Lo presentan como anticipo comprobado de enfrentamientos o rispideces. ¿Los habrá?
Que nadie lo dude, pero en el presente es ficción.
La unidad opositora podrá estar en duda acerca de cómo se sigue con precisión después de ganar. Pero no tiene incertidumbres acerca de lo prioritario de a quién debe vencer entre agosto, octubre y tal vez noviembre.
Los enfrentamientos coyunturales en esa unidad (o unión, que por cierto no es lo mismo) existen pero son de pagos chicos, de egos, de tensiones naturales a la conflictividad de la política. Porque, y disculpas por una obviedad terminante: la política es conflicto y de lo contrario no es nada. Su razón de ser es el conflicto.
El anverso es la paz de que no haya disputa y ésa sólo se la creen quienes juegan al moralismo de la impolutez.
Como con la perorata de la antipolítica, los que apuestan a mostrarse asqueados frente a contentos y heridos por, para el caso, el cierre de listas, también sirven a lo modélico del macrismo: son todos iguales y, al final, Cristina impuso sus condiciones. ¿Por qué no habría de imponerlas (a algunas, no todas), si es quien tiene los votos y si además -nada menos- ya tuvo el gesto de bajarse para mostrar amplitud electoral efectivamente comprobable?
Pero no, de vuelta. Los medios del aparato cambiemita recargan sobre la CFK impertérrita, ladina, cínica, autoritaria, mientras enfrente resulta que amagaron con la anchura de Pichetto para, al cabo, acostar a cualquier variable “pluralista”.
No sólo eso sino que, de tan republicanos que son, se la gastan bombeando a la derecha de la derecha, José Luis Espert, porque saben que les saca votos. Eso no tiene nada de ficción. Es objetivo. Sin embargo, la pérfida es Cristina.
Tampoco es ficcional que –mientras baja el consumo en todos los niveles sociales, con caídas de hasta más del 17 por ciento en las ventas de supermercados y centros de compra respecto del año pasado (cifras del Indec)– suene verosímil la imagen de un Macri recuperado porque lleva unos meses de veranito financiero. Más la inflación en descenso por vía recesiva.
Según cabe machacar, las necesidades populares pueden no estar en armonía con los intereses.
Joden la vida de las mayorías o acumulado de pequeñas minorías, pero una parte importante de esa suma podría volver a comprar(se) que el problema es correr el peligro de ser Argenzuela.
P/D: Ya que hablamos de ficciones, de la construcción publicitaria oficial y del marketing del acuerdo Mercosur-Unión Europea, que nunca atravesaría la aprobación parlamentaria local entre otras extinciones del humo, no debe quedar afuera que Macri logró sentarse durante un rato al lado de Donald Trump, en la cumbre del G-20, en Japón.
Importantísimo.