En 1995, Eduardo Galeano publicaba "El fútbol a sol y sombra", un libro en el que desarrollaba ensayos y notas sobre el deporte de la redonda. Galeano había contado en varias ocasiones que Osvaldo Soriano le había insistido con que quería ser incluido en el libro. Y así fue. De hecho, el único texto que no pertenece a Galeano es el que le envió especialmente Soriano. Trata sobre un encuentro que había tenido tiempo antes con José Sanfilippo, dentro del supermercado que ocupaba el que había sido el "Gasómetro" y que ahora es recuperado. El Nene Sanfilippo le relató por entonces el gol que le había hecho a Antonio Roma, el arquero de Boca Juniors, "el gol más rápido de la historia", en la fecha 20ª del torneo de 1962.
Querido Eduardo:
Te cuento que el otro día estuve en el supermercado “Carrefour”, donde antes estaba la cancha de San Lorenzo. Fui con José Sanfilippo, el héroe de mi infancia, que fue goleador de San Lorenzo cuatro temporadas seguidas. Caminamos entre las góndolas, rodeados de cacerolas, quesos y ristras de chorizos. De pronto, mientras nos acercamos a las cajas, Sanfilippo abre los brazos y me dice: “Pensar que acá se la clavé de sobrepique a Roma, en aquel partido contra Boca”. Se cruza delante de una gorda que arrastra un carrito lleno de latas, bifes y verduras y dice: “Fue el gol más rápido de la historia”.
Concentrado, como esperando un córner, me cuenta: “Le dije al cinco, que debutaba: no bien empiece el partido, me mandás un pelotazo al área. No te calentés que no te voy a hacer quedar mal. Yo era mayor y el chico, Capdevilla se llamaba, se asustó, pensó: a ver si no cumplo”. Y ahí nomás Sanfilippo me señala la pila de frascos de mayonesa y grita: “¡Acá la puso!”. La gente nos mira, azorada. “La pelota me cayó atrás de los centrales, atropellé pero se me fue un poco hasta ahí, donde está el arroz, ¿ve?” –me señala el estante de abajo, y de golpe corre como un conejo a pesar del traje azul y los zapatos lustrados–: “La dejé picar y ¡plum!”. Tira el zurdazo. Todos nos damos vuelta para mirar hacia la caja, donde estaba el arco hace treinta y tantos años, y a todos nos parece que la pelota se mete arriba, justo donde están las pilas para radio y las hojitas de afeitar. Sanfilippo levanta los brazos para festejar. Los clientes y las cajeras se rompen las manos de tanto aplaudir. Casi me pongo a llorar. El Nene Sanfilippo había hecho de nuevo aquel gol de 1962, nada más que para que yo pudiera verlo.
Osvaldo Soriano