"Hoy me siento empoderada. No le va a poder hacer daño a nadie más". M. habla con una sonrisa en el rostro, esa que durante años no pudo expresar por los continuos abusos sexuales de su padre, desde que era una niña. Ayer, la Cámara Penal confirmó la pena a 39 años de prisión para el agresor, de 43 años, que también sometió a la hija de quien era su pareja e intentó matar a M. Para los jueces Gustavo Salvador, Carolina Hernández y Gabriela Sansó, los hechos son la "génesis de la relación de supremacía (del agresor) en el marco de un contexto de violencia de género y
sometimiento"; y evaluaron que "el entorno familiar no podía escapar de los
designios perversos de quien se presentaba como el 'jefe' de familia, que transformó el tránsito de la infancia a la adolescencia de las menores en un infierno, un calvario". Y, destacaron el "valor, el arrojo (que tuvieron) para poner de relieve lo que estaban padeciendo".
Mario Castillo llegó al banquillo de acusados en febrero pasado. La fiscal Alejandra Raigal y la querella del Centro de Asistencia Judicial (CAJ) acusaron al imputado por los innumerables sometimientos contra dos hermanas (una no era su hija biológica) y por intentar matar a la que es su hija. Ayer, la pena fue ratificada por unanimidad. Al escucharlo, M. levantó alto su puño derecho y sonrió con lágrimas en los ojos. "39 años no me devuelven las piernas ni saldan todo lo que viví, pero sí me liberan", dijo más tarde a este diario la chica que declaró ser "una cautiva", en el juicio.
En el fallo, los magistrados expresaron que "los distintos testigos que declararon en el debate permitieron acreditar que la violencia ejercida por Castillo adoptaba, más allá de los ultrajes sexuales, las más variadas formas posibles, desde golpes de puño o con objetos, hasta quemaduras y amenazas con armas y sometimiento psicológico. Todos los miembros de la familia coincidieron en que los tenía amenazados, los golpeaba y los sometía a través de la violencia y el miedo. Así, el sometimiento fue la herramienta que le permitió desplegar sus conductas delictivas durante años, sin que sus víctimas pudieran ofrecer resistencia alguna, y simultáneamente, esto le sirvió para impedirles la posibilidad de denunciar lo que padecían".
En el caso de M. su progenitor abusó de ella desde los 12 a los 18 años. A los 14, la dejó embarazada; y cuando tenía 17, intentó matarla. Hoy se moviliza en una silla de ruedas tras haber recibido un disparo en el cuello por parte del sentenciado. Su hermana mayor, por parte de la madre, también fue sometida por el acusado desde los 10 y a los 17 años, cuando pudo irse de la casa de Granadero Baigorria.
Tras el intento de matar a M., el 16 de noviembre de 2013, Castillo no dejó de abusar de ella y se llevó a la familia a la localidad chaqueña de José de San Martín, en julio de 2014. A fines de 2015, M. logró volver a Rosario con ayuda de un hermano y denunció a su padre, que fue arrestado en febrero de 2016.
Tres años después, y luego del trabajo de fortalecimiento a la víctima por el equipo interdisciplinario del CAJ, el tribunal compuesto por María Chiabrera, Facundo Becerra y Martín Lanzón dictaron la primera sentencia, que ayer fue confirmada por la Alzada, por los delitos de "abuso sexual con acceso carnal doblemente agravado por haber sido cometido por un ascendiente y contra un menor de 18 años aprovechando la situación de convivencia preexistente; abuso sexual con acceso carnal agravado por haber sido cometido contra un menor de 18 años aprovechando la situación de convivencia preexistente; tentativa de homicidio agravada por el uso de arma de fuego y tenencia ilegítima de arma de fuego".