La inflación acumulada en los últimos doce meses alcanzó al 57,3 por ciento, un valor record que no se registraba desde 1991. Sin embargo, fue mucho más elevada en la categoría alimentos, sobre todo en productos de consumo básico, que se dispararon casi 8 puntos por encima de la inflación. En el último año, la harina registró una suba del 98 por ciento, los fideos secos aumentaron 93 por ciento; el pollo, 92 por ciento; la leche, 86; el arroz, 79,  y el aceite de girasol, 71. Así se desprende de un informe de precios y salarios del Observatorio de Políticas Públicas de la Universidad de Avellaneda (Undav).

De los 14 precios de productos básicos que publica el Indec, 11 tuvieron aumentos por encima del IPC general, detalla el informe. Se trata de bienes de baja elasticidad, que no pueden ser sustituidos o postergados en su consumo ante aumentos de precios. Esto impacta en los niveles de pobreza e indigencia y en la distribución del ingreso, que se vuelve más regresiva. “Las partidas que más inciden en el consumo de las personas de menores ingresos tienen que ver con la alimentación y las tarifas de servicios públicos. Estos dos rubros son justamente los que más aumentaron en el último año”, apunta el documento universitario que coordina el economista Santiago Fraschina.

Más allá de cada alimento en particular, hay dos razones que explican las subas: la suba del dólar de más del 100 por ciento durante 2018 y los aumentos en los servicios públicos. Sergio Chouza, investigador de la Undav, explicó: “Hay una relación directa entre el tipo de cambio y los alimentos por ser un país exportador de productos primarios”. A pesar de que el dólar se mantiene estable desde hace semanas y las tarifas fueron congeladas por el Gobierno hasta las elecciones, Chouza dijo que las subas de los precios de los alimentos continúan. “Subsiste una inercia inflacionaria por la dispersión de precios relativos de la economía y porque todos los sectores están buscando recuperarse después de la convulsión macroeconómica de 2018”, agregó.

Otro factor que ha impactado en los precios de los alimentos en estos años de economía macrista fue la eliminación de las retenciones, aunque luego -con el acuerdo con el FMI- se reimplantaron pero con una incidencia muy baja en el precios final.

En forma interanual, los alimentos aumentaron 64,9 por ciento en promedio, frente a una inflación del 57,3 por ciento. Pero el rubro “leches, lácteos y huevos” avanzó 24,3 puntos más que la suba general de precios para el segmento del Gran Buenos Aires. En el caso particular de la leche, a los insumos dolarizados que utiliza el sector se suma una baja de la producción y la oferta. “Desde el 2015 cerraron 800 tambos y la cadena de valor se volvió más concentrada”, destacó Chouza.

La contracara de este proceso es la caída del poder adquisitivo de los ingresos. Medido en relación al índice de salarios, se registró una caída de poder de compra de alimentos y bebidas de 17,8 por ciento en el último año. Esto se agrava si se segmenta dentro del universo de los trabajadores. “La pérdida de poder de compra de los informales en términos de canasta básica alimentaria alcanzó el 21 por ciento”, detalla el informe.

Además, el documento advierte que el valor de la canasta básica con respecto a los ingresos de las jubilaciones medias y de los salarios mínimos aumentó más del 14 por ciento en ambos casos. Entre mayo de 2018 y mayo de 2019, la canasta básica pasó a representar el 94,3 por ciento de una jubilación media, desde el 79,6 por ciento anterior, y el 78,5 por ciento de un salario mínimo, desde el 64,2 por ciento de un año atrás.