PáginaI12 en Francia
Desde París
El contexto parecía ideal pero un par de granitos de arena trabaron el vuelo hacia lo desconocido que implicaba el acuerdo entre la Unión Europea y Mercosur celebrado como histórico hace unos días por las capitales concernidas. Miembros de la propia mayoría presidencial de Emmanuel Macron, líderes y diputados ecologistas y agricultores amenazados por el alcance del acuerdo alteraron la agenda del compromiso pactado. Ello obligó al entorno gubernamental a salir y aplacar la polémica. La portavoz del gobierno, Sibeth Ndiaye, indicó que París iba a “mirar en detalle (el acuerdo) y, en función de ese detalle, “decidir”. La siguiente frase sonó como un retorno repentino a la tierra. Ndiaye dijo luego que “Francia, por el momento, no está lista para ratificar” el acuerdo. Después, el ministro de la Transición Ecológica, François de Rugy, condicionó la aplicación del pacto UE/Mercosur el respeto, por parte de Brasil, de sus compromisos en lo que atañe la desforestación del Amazonas.
Al cabo de 39 ciclos de negociaciones, las dos partes habían llegado a un compromiso provisorio que iba a crear un mercado de 770 millones de consumidores y poner término a una de las negociaciones más extensas de la historia. La pre firma del tratado había contrastado con el perfil proteccionista que se apoderó de los intercambios comerciales mundiales desde que Donald Trump llegó a la presidencia de Estados Unidos.
Desde 2016, ése fue precisamente uno de los fundamentos que aceleró la última etapa de la negociación. Ante el proteccionismo trumpista y el consiguiente vacío que esa política dejaba, la Unión Europea optó por capitalizar de alguna manera ese espacio y ocuparlo.
Políticamente, el auge y la consolidación en el Viejo Continente de los partidos populistas nacionalistas o soberanistas, sobre todo de extrema derecha, y la influencia que estos movimientos ejercen en el voto de los agricultores estaba muy alejado del perfil librecambista del presidente Emmanuel Macron y de un convenio semejante cuya realización desbordaba hacia ese campesinado subvencionado a través de la PAC, la Política Agrícola Común.
Agricultura
Entre el lunes primero de julio y el dos se sucedieron una serie de ataques concentrados contra el acuerdo oriundos de todos los sectores, izquierda como derecha, mayoría como oposición. El argumento más desfachatado lo esgrimieron los ecologistas de Francia cuando parecieron trasladar toda la responsabilidad de la crisis climática mundial hacia el Mercosur, en especial hacia Brasil.
Las líneas rojas empezaron a dibujarse un poco por todos lados. Ministros y portavoces salieron a enfriar el magma que se estaba expandiendo. La portavoz del gobierno, Sibeth Ndiaye, intervino en varios episodios. El último fue cuando, después de afirmar que así como estaba Francia no ratificaba el acuerdo, amplió un poco más lo que el jefe del Estado había dicho durante la cumbre del G20 en Japón. Allí, Macron dijo que París iba estar “atenta”.
Sibeth Ndiaye detalló más tarde que, ante los temores expresados por los sectores del azúcar y la carne, “se había pedido una cláusula de salvaguarda”, la cual “permite decidir detener las importaciones en los sectores frágiles si llegase a haber una desestabilización manifiesta de esos sectores”. El Ministro francés de Agricultura, Didier Guillaume, durante une sesión de preguntas en la Asamblea Nacional, explicó que “no habrá acuerdo a cualquier precio y la historia no está terminada”. Guillaume agregó: “no seré el Ministro de la Agricultura que habrá sacrificado la agricultura francesa en el altar de un acuerdo internacional”.
Resistencia
La FNSA, el principal sindicato agricultor de Francia, fue el que salió con más vehemencia a denunciar los términos del convenio. En una carta enviada a Emmanuel Macron, la FNSA y los Jóvenes agricultores franceses alegan que “para Francia, aprobar este acuerdo sería la negación de los todos los esfuerzos de los agricultores franceses para mejorar sus modos de producción y producir lo que los consumidores esperan”. Diputados agricultores miembros del partido macronista Le República en Marcha (LRM) como Jean-Baptiste Moreau o la diputada Yolaine de Courson se pronunciaron en el mismo sentido.
Se hace evidente que el apaciguamiento activado desde las esferas tiene sobre todo que ver con esta porción electoral, tanto más cuanto que, durante los largos meses que duró la crisis del movimiento de los chalecos amarillos, la fracción agrícola y rural tuvo un protagonismo central. Con más de medio millón de personas, un voto captado esencialmente por la derecha y la extrema derecha y las elecciones municipales de 2020, esa rama de la economía resulta decisiva. Hay, también, otro problema más: el sector agrícola, que, para Francia, representa una contribución de 9 mil millones de euros por año aportados a la Política Agrícola Común (2014-2020) está en decadencia constante. Más aún, si se aprueban las reformas en curso en la Comisión Europea ese porcentaje bajaría en un 12 por ciento.
Tóxicos
Es indispensable captar lo que está en juego más allá de las posiciones que se tenga, por o contra el acuerdo. A través de los medios y los ecologistas se fue construyendo la imagen de un Mercosur destructor del medio ambiente y tóxico en su manera de producir agricultura, con la cual piensa “invadir” y “destruir” al agricultores europeo que cultiva sus tierras y cría su ganado como en un cuento de hadas. Limpio, sin pesticidas, todo natural. Es una falacia. Si bien es cierto que hay normas mucho más estrictas que en el Mercosur, los productos contaminantes están presentes. ¿Y quién los fabrica sino las inmensas multinacionales de Occidente como Monsanto o Bayer? Allí entran los ecologistas a aportar su trama diabolizadora del Sur.
No hay dudas de que el presidente brasileño, Jair Bolsonaro, es un Terminator ecológico, pero de allí a hacer de él la piedra angular de la tragedia climática hay un paso que los verdes de Europa han dado con un cinismo sin igual. El que salió y sepultó el acuerdo de París sobre el clima fue Donald Trump.
El ex ministro macronista de la Transición Ecológica, Nicolas Hulot, dijo al diario Le Monde que “el libre intercambio originó todos los problemas ecológicos”. Osado. Lo que destruyó este planeta ha sido el modelo de consumo desaforado propagado por Occidente, la ideología del crecimiento infinito, la invasión de decenas de nuevos modelos de teléfonos celulares cada año, la expoliación de materias primas, la ocupación de zonas indígenas por parte de las multinacionales mineras, petroleras, gasíferas y otras, la invención de productos de consumo inútiles y destructores. Seguramente que el acuerdo entre el Mercosur y la Unión Europea tiene las semillas de nuevas colonizaciones de nuestras soberanías, pero la oposición, desde Occidente, se articula en torno la retórica según la cual el mal viene del Sur.