El fútbol ya no es un juego entre dos. Juegan tres y todo se desnaturaliza. El VAR, cuya sigla de ahora en más debería responder al concepto Video Ausente y Relativo, se transformó en la figura de la Copa América. Se habló más de su mal funcionamiento que de Messi, Dani Alves, Suárez y el chileno Vidal. El aporte de la tecnología no es nocivo en sí mismo, pero resulta negativo cuando se le da un uso discriminador, sin ajustarse a un protocolo previo o cuando se ignoran jugadas clave. Pasó con dos instancias polémicas en el área de Brasil. El VAR no se aplicó. Y eran dos penales sancionables para Argentina. La misma tecnología sí se empleó con todo rigor para anularle tres goles a Uruguay contra Perú. En uno, al menos, de manera controvertida: el de Cavani. Le cobraron offside a su sombra.
Un staff de árbitros asistentes trabaja desde un estudio acondicionado para que no pierdan detalles en cuatro tipos de ocasiones: goles, penales, expulsiones o cuando pueda confundirse la identidad de un jugador. En los casos de las infracciones a Otamendi y Agüero – la primera mucho más grosera que la segunda- el VAR no convocó al juez ecuatoriano Roddy Zambrano para que revisara las jugadas. Había evidencia y se ignoró. O mejor dicho, la ignoró el árbitro uruguayo Leodán González a cargo del dispositivo. Si dos jueces se equivocan es peor que lo haga uno solo, como pasaba hasta la implementación del Video Ausente y Relativo.
Entonces, viene a cuento preguntarse por qué se destinan sumas considerables a pagar un sistema que se utiliza mal o que no se utiliza cuando el juego lo requiere. Porque el VAR no es una bicoca o un desarrollo tecnológico gratuito que invierta a futuro como el de las redes sociales o aplicaciones disponibles que se cobran el servicio en fidelización y publicidades astronómicas.
El VAR le cuesta al fútbol mucho dinero desde que se implementó. Está en expansión, recauda y multiplica polémicas. En 2017 la Conmebol – que organiza la Copa América – le contrató el servicio a la compañía española Mediapro-Imagina. Debutó a las apuradas en aquella semifinal de la Copa Libertadores que jugaron River y Lanús en el estadio Monumental. Desde ese momento, crecieron las discusiones sobre el uso ecuánime y razonable de esta tecnología que se volvió contra el propio juego en muchos casos.
Se estima que el costo del VAR por un partido de Copa puede rondar los 38 a 40 mil dólares. Y que en Europa el pago anual por un torneo ascendería a 4 millones de euros. El ex árbitro Miguel Scime escribió en un artículo para Infobae de enero pasado: “Fuentes de la Superliga informaron que el costo, considerando la logística, los salarios y los viáticos de los dos árbitros que se sumen a la tarea, sería de aproximadamente 9.000 dólares por encuentro”. La diferencia de costos se debe a que no hay un solo sistema VAR. Lo que sí está claro es que el utilizado por la Conmebol deja mucho que desear y encima es caro.