En Polonia, donde gobierna el partido de ultraderecha Ley y Justicia (PiS, por sus siglas), que lidera el ex primer ministro Jaroslaw Kaczyński, vienen siendo reiterados los intentos por restringir las leyes de interrupción del embarazo, de por sí de las más restrictivas de Europa, que solo contemplan la posibilidad de aborto en caso de violación, cuando representa un riesgo para la salud de la mujer, cuando el feto presenta anomalías graves. Kaczyński ha declarado en múltiples oportunidades que su meta es “que los embarazos sigan su curso aún si el niño por nacer está condenado a morir, porque así podría ser bautizado, sepultado, tendría un nombre”. Un escenario potencialmente horrífico que empujó a la game designer polaca Aleksandra Jarosz a manifestarse con las herramientas que mejor le sientan: creando un juego online. Juego que precisamente imagina las consecuencias que acarrearía que el draconiano deseo de PiS se cumpla. Su propuesta, recientemente lanzada, se llama Fantastic Fetus y está planteado al estilo Tamagotchi, con look pixelado: en vez de una mascota, se alimenta, medica, mantiene contenta a una muchacha durante sus 9 meses de embarazo. ¡A no sobrealimentar! De pesar más de 100, podría estirar la pata ¡Que no tenga demasiado miedo!, ¡que no se ponga malita! Motivos, también, para que un RIP inevitable. Mantenerla viva es, francamente, un desafío, pero hay recompensa: cada logro permite ir diseñando el feto soñado. ¿Cuerno de unicornio?, ¿tentáculos?, ¿alas de murciélago? Todo es posible al momento de customizarlo. Claro que el desfachatado juego tiene giro inesperado: tras muchos esfuerzos para que la preñada llegue entera al parto y dé a luz a una criaturita fantástica, el bebé nace con una anomalía genética fatal, con cero chances de supervivencia. “La revelación es más tremenda porque se devela que el Estado le negó información médica relevante a la mujer, datos que le hubieran servido para tomar una decisión diferente que podría haber abreviado su sufrimiento o darle algún sentido de control sobre su cuerpo”, ofrece la hacedora de Fantastic Fetus.
Apenas uno de los varios juegos que circulan en el panorama internetiano, destacados por un novísimo artículo de The Guardian que celebra cómo mujeres developers luchan por el derecho a abortar creando videogames, juegos de rol en vivo o documentales interactivos que intentan aportar al tema, capitalizando nuevos formatos para exponer “la crueldad y la ignorancia con la que muchas leyes han sido sancionadas en el globo por políticos para regir sobre el cuerpos de las mujeres”, conforme advierte la periodista Laura Hudson. Que destaca los esfuerzos de Joanne-Aśka Popińska, polaca con residencia en Canadá, que se basó en experiencias reales para crear The Choice, un documental de realidad virtual que ofrece una experiencia inmersiva: en vez de pensar al aborto desde una posición política abstracta, invita a ingresar “en la conciencia digital de una persona virtual que atraviesa un embarazo no deseado”, escuchar sus dudas, sus miedos, los tabúes con los que debió lidiar, el alivio tras pasar por el proceso.
Mencionado además Trapped, inicialmente un juego de cartas de la Women´s Health Specialists de California, convertido luego en simulador online por feministas geeks del Abortion Access Hackathon (una convención en la que tecnólogos/as se unen para generar proyectos vinculados al acceso al aborto). ¿El objetivo? Lograr que las personas comprendan los obstáculos que atraviesa una persona que decide interrumpir su embarazo en Estados Unidos. Si la clínica más cercana está a muchos kilómetros de distancia, hay que conseguir traslado, costear un hotel, cubrir el turno en el trabajo. Si no se sabe inglés, contratar un traductor; si se tiene crío, una niñera. En el ínterin, cumplir con reglas médicamente innecesarias. Y así los días van pasando, y, con los retrasos, el costo de los procedimientos quirúrgicos se va encareciendo. “Cuando los montos y las complicaciones se acumulan, es difícil no sentirse atrapada”, subraya Kate Bertash, su creadora, que aboga por abortos seguros y gratuitos en un contexto tan peliagudo como el actual estadounidense, donde sitios como Alabama, Georgia, Kentucky, Mississippi y Ohio podrían revertir los derechos reproductivos ganados desde Roe vs Wade, en los 70.
De huestes locales, mención aparte para el irreverente Doom fetito, que hizo olas el pasado año en medios internacionales. Reversionado el clásico Doom por la argentina Florencia Rumpel Rodríguez, no apunta a la discusión sino a la descarga catártica: en primera persona, se propinan golpes a diestra y siniestra contra curas y anti-derechos; los medkits son Misoprostol; la armadura, verde. ¿Y el enemigo number one? El famoso fetito, en versión ampliada.
Los juegos de rol en vivo, o live action role-playing, que invitan a jugadores a reunirse y –en tiempo real y de forma escenificada– interpretar ciertos roles, también están haciendo su aporte. The Abortionists, que ha sido laureado en festivales de juegos como el Fastaval 2019, requiere tres jugadoras, alguien que dirija las escenas, y varias horas. Creado por Kelley Vanda y Jon Cole, ubica en el año 1972, en Chicago, como miembro de una red clandestina de feministas que brindan abortos ilegales a mujeres en situación vulnerable. Basado en el trabajo real del grupo activista Jane, se proponen distintos momentos (desde aconsejar a mujeres hasta practicar los abortos –ficcionales– usando guantes verdaderos), diversos conflictos personales y externos, mientras persiste el riesgo subyacente de ir a la cárcel. En línea, en forma gratuita, se puede acceder a un manual pormenorizado que permite poner el juego en práctica.
Childfree, de la francesa Axelle Cazeneuve, es otro juego de rol en vivo; “una herramienta –dirá su creadora– para que las personas dejen de lado posturas simplistas y prejuiciosas”. Tres participantes representan colectivamente a la mujer ficcional, distintos aspectos de ella (su situación actual, sus objetivos para la vida, sus necesidades); otros tres representan a la sociedad (la moral, la ley, las expectativas sociales). Según las normas propuestas por Cazeneuve, no hay necesidad de emular ninguna sociedad en particular, ningún momento histórico puntual: “pueden volcarse a la ciencia ficción si les da la gana”.