La culpa la tiene Justin Haythe y, en parte, Gore Verbinski. Justin Haythe es el guionista de La cura siniestra y Gore Verbinski el director. Pero lo que importa, para el caso, es que Verbinski es el coautor, junto a Haythe, de la historia original. Ambos tienen la culpa por haber armado la historia sobre la base del simple apilamiento de elementos diversos y dispersos, y encima haberle dado a la película una duración descomunal para una de terror, récord histórico hasta donde alcanza la memoria: dos horas y media. Le sobra una hora a La cura siniestra, y le falta concentración, condensación, unidad. Una lástima, porque la premisa de un tipo que viaja hasta un lugar X de Europa central a rescatar a otro de un sospechoso centro de salud tiene, además de muchas resonancias, mucha miga para hincar el diente paranoico. Pero acá no hay miga que valga, ante tanta leche servida desde tantas jarras, que termina licuando todo.
El CEO de una gigantesca compañía neoyorquina abandona la compañía y deja una carta de despedida de lo más New Age, anunciando su retiro en aquel centro de salud. La comisión directiva lo necesita sí o sí para firmar unos papeles de los cuales depende su continuidad, y para ello envían a un yuppie de la compañía, una maquinita de lo más implacable llamada Lockhart (Dane DeHaan, acierto de casting). Antes de eso, murió de un infarto el ejecutivo que debería haber ido en lugar de él, un hecho totalmente innecesario. Uno de los detalles más interesantes del guión: el centro de salud ocupa el emplazamiento de un antiguo castillo maldito, ubicado sobre una elevación, como podría serlo el de Drácula o cualquier otro cuento gótico. La gente del pueblito, que está a nivel de la superficie, teme y abomina a sus habitantes, y Lockhart viajó hasta allí como podría haberlo hecho Jonathan Harker.
Sobre el final se retomará la referencia al terror gótico, con el corrimiento de una máscara y la aparición del horrible rostro que yace debajo de ella, como en El fantasma de la Opera. Y está también el incendio del castillo, como en Frankenstein. Bien. Lástima, otra vez, que sobre esto se superpongan multitud de otras citas, referencias y datos, que tiran para otros lados. La idea del centro de salud parece salida, de hecho, de una novela de Ballard. Pero además hay un agua mala, anguilas king size multifuncionales, cuerpos en estado de suspensión como los de Coma, una maldición que se remonta a doscientos años atrás como en un cuento de Poe, un enfermero que lee La montaña mágica como cita autorreferente e inconducente, un diente taladrado al cuete, el viejo truco de las pesadillas... Daría la sensación de que, como la película dura dos horas y media, los responsables se vieron obligados a esforzarse en la proliferación. Pero quién los obliga a alargar la película si no ellos mismos...