En el contexto de unas elecciones donde las sorpresas se revelaron temprano, la “aparición” de Ofelia Fernández sobre el cierre de las listas marcó una disrupción que el día a día de la realpolitik todavía está digiriendo: una piba de 19 años encabeza una lista competitiva de un distrito caliente en una contienda que se presume histórica. Ofelia ocupa el tercer lugar como legisladora porteña por el Frente de Todos, que en la ciudad de Buenos Aires se ve representado por una alianza entre el peronismo, sectores progresistas y organizaciones sociales que le competirá la hegemonía al conglomerado PRO-UCR. Su buena posición en la boleta la consagra virtualmente en el cargo a partir de este 10 de diciembre, fecha en la que será la legisladora más joven de América Latina.

La suya será apenas una de las 60 manos que se levantarán (o no) ante cada proyecto de ley sometido a votación en uno de los tres poderes de la capital federal. Pero su aparición implica algo mucho más potente que esa estadística: representará la inédita sublimación electoral de un espíritu de época sub20 atravesado por reclamos de género, reivindicación de la educación pública, otra forma de vincularse con la práctica política orgánica y nuevos consumos culturales. El impacto de sus apariciones “mediáticas” no residió en los titulares replicados sino en el penoso desencuentro generacional: ninguno de los dinosaurios que buscaban acorralarla se preocupó por sintonizar con lo que ella representaba. Ahora, que no les quedará más remedio que escucharla, tienen una nueva oportunidad de lograrlo.

Ofelia nació el 14 de abril del 2000 y cursó el secundario en el Carlos Pellegrini, donde estableció dos marcas: a los 15 años fue la presidenta más joven en la historia de ese centro de estudiantes, y a los 16 la primera en ser reelecta. Con la consigna “prestarles atención a procesos populares más allá del colegio”, su gestión estuvo marcada por cómo se instalaron en las aulas debates sociales y culturales que iban más allá de las mismas.

En ese contexto se dio su primera aparición pública, sometida a sucesivos debates televisivos a partir de las tomas contra la reforma educativa propuesta entonces por el gobierno porteño. El Pelle era una referencia de esa medida adoptada por más de 30 colegios y Ofelia su interlocutora ante la caravana de medios de guardia frente al colegio. En cada panel que la interpelaba desde la comodidad de la silla y el vociferío, ella articulaba parada en la vereda y con un auricular en el oído respuestas que iban más allá de la noticia chicos-toman-colegios que empujaba la agenda periodística. Intentaba proponer un debate al margen de si militaba o no en un partido político, tal como la intentó condicionar una panelista: “Sí, claro”, contestó ella con naturalidad.

 

 

De esa saga se recuerda especialmente el episodio en el que un conductor que la cuadruplicaba en edad y prejuicio le dijo “chiquita” y ella se lo impugnó. Un recorte épico y fuertemente simbólico, aunque al mismo tiempo injusto: en ese mismo programa, durante casi dos minutos seguidos, Ofelia le rebatió la reforma educativa a Javier Tarulla, funcionario del ministerio de Educación porteño que había ido al estudio televisivo a defender en vivo la posición del gobierno. “Cerraron el diálogo en cuatro semanas de toma”, le reclamó Ofelia, empoderada porque de repente se encontraba ante la oportunidad de hablar mano a mano con quien se lo negaba. “La única información que tenemos, que es la de propia página oficial del Ministerio, no dice esas palabras que usted acaba de esgrimir porque tiene una cámara enfrente. El proyecto dice otra cosa: habla de un cincuenta por ciento de la cursada destinada a trabajo en empresas, por ejemplo.”

Eso fue en la primavera de 2017, un año después de una de sus cruzadas más recordadas en el Carlos Pellegrini: el repudio a un preceptor con denuncias de maltrato. Y un semestre antes de su plataforma pública definitiva: la exposición en el Congreso de la Nación previo al tratamiento de la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo en la Cámara de Diputados. Desde entonces, Ofelia comenzó a expandir su militancia más allá del colegio, con un largo peregrinaje por el país, protagonizando concurridas charlas y colaborando en construir coordinadoras de estudiantes. Terminó el año como la oradora más joven de la “contracumbre” contra el G20 que Clacso organizó en Ferro con Cristina Fernández y Dilma Rousseff como presencias principales.

 

 

Ofelia empezaba a consolidarse como vocera de una serie de demandas generacionales compartidas que encontraban potencia en su figura audaz y desafiante, intensa pero con sustancia. Pero al mismo tiempo la exposición empezaba a generar un efecto refractario: “De repente te ven y escuchan más, eso al principio te sacude, temés que te bardeen o cosas así”, explica ahora. En ese terreno de movimientos y observaciones, tensiones y atracciones, mientras la discusión por el aborto tomaba la vanguardia en las luchas de género y simultáneamente empezaba a palpitarse un 2019 electoral, apareció en el camino de Ofelia la consolidación del espacio Patria Grande y la invitación a participar en él.

“Venía militando en una agrupación, pero más en un proceso de alejamiento. Y de repente aparece ese ofrecimiento que implicaba un cambio: poner a jugar esa exposición y ese lugar de referencia en un plano muy hostil y con muchas tensiones como es el electoral. Una definición que puede acercarte a mucha gente pero también alejarte de otra. Pensé que esta oportunidad no suele estar al alcance de una piba de 19 años, y que me apareció no por ser muy genial sino gracias a un contexto y a ciertas condiciones que se produjeron. Así que lo tomé como el desafío para marcar un precedente: que ser candidato se vuelva una aspiración posible para alguien como yo. Me refiero a las pibas y a los jóvenes, pero también a otro sectores.”

Ofelia se siente entusiasmada por esta aventura inédita para alguien de su edad. Reconoce entre risas que la fama de la Legislatura “no es la óptima”, aunque argumenta con seriedad: “Por empezar, no es la misma que la de la escuela”. Y a pesar del sacudón de la inmediatez, vislumbra un proceso en el que le gustaría trasladar y darle voz a su marco de reivindicaciones, que es “el de los movimientos educativos”.

La nueva agenda obligó a Ofelia a reordenar algunos esquemas internos, como la universidad: decidió “sacrificar” un intento en Sociología a través del sexto año que el Pellegrini concede como alternativa al CBC para ingresar a Derecho a través de UBA XXI. “Fue influencia indirecta de algunas personas. Pero no es que me vinieran a chamuyar, eh”, aclara Ofelia. Y destaca, por ejemplo, a la abogada y militante Eli Gómez Alcorta. “Empecé a flashear con ella y a leer cosas que jamás pensaría leer, como todo su alegato en el juicio contra Milagro Sala. Estoy hablando de experiencias concretas de gente que estudio Derecho y lo ejerce desde el bien, ja. Una de las cosas que me exijo en mi formación política es el Derecho, y creo que la facultad es el camino. Porque la, formación sociológica creo que la puedo autogestionar: a Max Weber lo leo en mi casa por diversión, pero no creo que me pase lo mismo con el Código Penal.”

Otro de sus hábitos de momento postergados es la actuación: estudió diez años teatro y hasta participó de Los miembros de la familia, película que está por proyectarse en el cine Gaumont. “Cada tanto me llaman de algún cásting y voy para mantener viva esa parte”, comenta. De todos modos, Fernández reconoce que la política tiene su propia impronta teatral, lo cual “no significa que sea ficcional”, aclara. “Es una manera de pensar comunicacionalmente cómo decir esas cosas. Lo hacía en el Pelle y mis compañeros me descansaban. Pero había que ir a 75 divisiones a decir lo mismo que después ibas a repetir en una asamblea. Y el teatro me dio la posibilidad de expresarlo con emoción. Porque por más que recontra sientas la importancia de lo que estás diciendo, había que interpelar a los que te estaban escuchando. Sobre todo en el colegio, donde la gente está como medio en la suya y es más cómodo quedarte en tu casa que ir a una movilización de treinta cuadras. No solo los representás, sino que también los impulsás.”

Entre reuniones, entrevistas, rosca y campaña, Ofelia activa Spotify y escucha Billie Eilish (“Tiene 17 años, la pegó por fuera de la industria y es tremenda data”, define), Travis Scott, Anderson Paak o Tyler, The Creator, además de otros artistas de hip hop y trap. “Soy medio cipaya con mis gustos”, dice, aunque al mismo tiempo reivindica exponentes de la escena argenta como Marilina Bertoldi (“Están todos con la teoría de que el rock se murió porque no se pueden fumar que la única persona que está haciendo rock es una mina”), Louta, Wos (“Otra manera ser chabón en la música”), Sara Hebe, Juan Ingaramo o Ángela Torres. “Siento que me estoy olvidando de alguno... y son todos medio amigos, porque somos de la misma generación y sintonizamos con varias cosas.”

También recuerda que al principio no se bancaba a Duki y su movida. Hasta que, de repente, le agarró un trauma: “Esa cosa snob de que si pega no me gusta. Porque ir al Pelle tiene eso, ¡aunque en el Nacional mucho más!”, bromea. “Pero después, cuando llegás a los 70, te das cuenta de que fuiste el ortiva que bardeaba a un movimiento musical de la historia argentina porque se quería sentir cool. Voy a decir algo polémico, pero en cada época hubo artistas cuestionados y Piazzolla fue uno de ellos. Decían que su tango fusión era una falta de respeto, que no se cuánto, y ahora nadie se animaría a despreciarlo. Alabamos al Flaco Spinetta porque, claro, en ese momento había otro refinamiento artístico. Pero esta megaglobalización, con tanta data, marca otras cosas que a lo mejor entenderemos con el tiempo.”

 

 

En Instagram, Ofelia tiene 230 mil seguidores, más que el actual jefe de Gobierno de la ciudad en la que ella será legisladora desde diciembre. Y en Twitter otros 121 mil. Sabe que la socialmedia amplifica y por eso suma al juego su poder de expresión y oratoria. Pero también sabe que, al mismo tiempo, lija y horada. Así se lo hicieron saber difundidas fake news sobre una aparente incapacidad etaria para ser legisladora (cuando en verdad supera por un año el mínimo), o la reciente que compara su futuro sueldo con el de una cadeta de la Armada (aunque en la imagen aparezca una de la Marina). Allí acusan a Ofelia de cobrar el doble de lo que en verdad le pagarían, y además de no haber terminado el secundario, cosa que hizo.

“Trato de no enroscarme con esas cosas porque los acuerdos no se consiguen con likes”, supera Ofelia. “En ese sentido, fíjense cómo la iglesia evangélica termina siendo mucho más disciplinada. Mientras nosotros estamos en Twitter viendo quién es más progre, ellos todos los días hablan con la gente, convenciéndolos de que la salida al caos es poner el diezmo y alinearte con una iglesia que metió a Bolsonaro en Brasil y alienta a otros candidatos en la región. Hay peligros que, si no los vemos a tiempo, vamos a terminar todos escribiendo en Ttwitter: ‘¿cómo carajo pasó esto?’. Bueno, che, hay que ir y dar esas discusiones donde deben darse: en la práctica militante. Si no, nos va a caber a todos.”