Es notorio y cuantioso el arsenal de palabras con connotación positiva que David Lebon, el Ruso, dispara cada vez que habla. No. No es solo cuando le ponen un micrófono y sabe que lo que dice se reproducirá en varios medios. También le pasa cuando está de entre casa, con músicos amigos. Cuando detalla aspectos finos de trabajo. Cuando está, en última instancia. Cuando vive. Ahora le toca hablar puntualmente de Lebon & Co, su último disco. Pero este es apenas un detalle. Las palabras son siempre las mismas: “Es un disco hermoso, al que la gente puso un amor increíble para trabajar en él. Eramos como todos de la misma raza, como pescados del mismo color”, endulza para la ocasión, ante PáginaI12, al momento de apalabrar un trabajo que efectivamente resultó de un amor colectivo.
Colectivo y plurigeneracional, dado que el ruso-yanqui del rock argentino se dio el gusto de grabar no solo con músicos de su generación, o más relacionados con ella (Pedro Aznar, Ricardo Mollo, Andrés Calamaro, Fito Páez y Polifemo), sino también con jóvenes rockeros o poperos de la era. O al menos más jóvenes que él: Lisandro Aristimuño, Julieta Venegas y Eruca Sativa, por nombrar algunos.
“Lo que más me gustó de este disco es que no hice nada”, sorprende y se ríe, a la par del derrame de adjetivos valorativos. “Me salvó la vida que produjera Gaby Pedernera, por ejemplo, porque estoy en un momento de la vida en que no quiero hacer más nada. Quiero tocar la guitarra, cantar y componer. ¿Viste que nosotros, los argentinos, estamos acostumbrados a ser productores, coristas, mezcladores, hacemos de todo, y siempre sale todo como el culo? Bueno, por suerte esta vez no me pasó esto. Y debe ser por esta razón que el disco está demasiado bueno… me acaban de entregar el primer vinilo, y me muero de amor”, insiste Lebon, que descolló en el verano con un show llamado como uno de sus grandes temas (“El tiempo es veloz”) en el que recorrió lo más sentido y granado de su cosecha de canciones, en más de cuarenta años de trayecto. “Pese a mis sesenta y siete años, me siento con ganas de hacer. Y hago. Por suerte, no tengo ningún problema de salud que me lo impida”, dice el músico, que va a presentar el disco el viernes 13 de septiembre en el Teatro Gran Rex.
–Sos uno de los músicos del primer rock argentino que atravesó más o menos bien los infiernos, al cabo. En un momento pareció que no, pero lograste salir.
–(Se ríe.) Exactamente. En otra época, un acontecimiento como éste hubiera sido un desastre de alcohol y todo eso. En cambio, ahora está todo limpio, todo bien. Exagero un poco si digo que se trata de mi primer disco profesional, pero lo amo. Amo este disco. Lo amo con toda mi alma (vuelve a endulzarse) y amo toda la gente que trabajó en él. Es más, digo más: ya tengo ganas de arrancar con el segundo.
–¿Habrá Volumen II, entonces?
–Totalmente, sí. Estamos pensando que fue una buena idea, y que quedaron músicos y temas afuera. Muchos músicos y muchos temas. Lo digo porque en todo este camino hay muchas canciones mías que la gente no ha escuchado. Pertenecen a esos discos que no fueron tan conocidos, pero que siempre tenían algún temita hermoso para hacer con alguien, como me pasó con “Puedo sentirte”, el que hice con Julieta Venegas.
–¿Cómo resultó esa experiencia con una cantante que, en principio, no aparecería asociada a vos y a tus circunstancias?
–Ni la conocía, sí, y quedé absolutamente enamorado de cómo quedó el tema con ella. Si lo hubiéramos grabado en su momento así, uff, hubiese sido impresionante. Igual es cierto que gustó en su momento, pero ella le dio un toque muy lindo, muy de mujer. Y Fito... Fito diciéndome ‘yo te quiero más’ fue algo muy disfrutable. Nunca me voy a olvidar en mi vida de lo que me pasó en estos días. Es más, yo no soy de mirarme, de escucharme, no me gusta repetir lo mismo... Pero veo las grabaciones todos los días y está tan lindo todo el laburo que ya lo extraño.
–¿Cuánto tiempo de trabajo llevó este disco tan participativo?
–Yo creo que habrán sido unos dos meses. No fue tanto, porque los músicos ya sabían los temas, la banda ya los sabía, también. Pedro grabó su parte de “Hombre de mala sangre” solo, porque a él le encanta juguetear y sé que no le gusta que alguien esté a sus alrededores cuando está creando. Lo dejamos tranquilo, yo me quedé ahí con él e hizo una maravilla.
–Un viejo conocido tuyo, Pedro. ¿Qué pasó con otros ‘nuevos conocidos’ además de Venegas?
–Coti es un nuevo amiguito. ¿Viste cuando aprendés a amar una persona de golpe? Bueno, eso me pasó con él. Es un amor, se nota que el hijo de puta es bien rosarino (risas). Con él trabajamos “Dejá de jugar”, y me encantó. A propósito de jugar, también juego con el nombre de “El tiempo es veloz”, porque la vida pasa rápido y hay que disfrutar. Por eso lo hice con Fito.
–¿Va por ese lado lúcido y no porque se estén quemando los años rápido?
–Un poco y un poco. Es que cuando hice ese tema yo no me di cuenta, pero hice una cuenta y es corto lo que tenemos en la vida. Nuestra vida es una vida corta, en realidad, así que hay que disfrutarla ya, aunque te pongan la cáscara de banana para que te caigas. Demos la vuelta manzana y no pensemos tanto, che. Yo creo que estamos cuidados por algo... vos le podés poner el nombre que quieras, pero estamos cuidados por algo, porque muchos de nosotros tuvimos muchos problemas pero pudimos zafar, y ser queridos, y sentir amor, sin violencias, agresiones y venganzas. Yo estoy feliz con mi humanidad y con esta Argentina que amo... ¡pero no hablemos de política, eh, hablemos de los argentinos! Los amo, principalmente a los músicos.
–Ya que tocaste el tema, en la foto de la grabación de “El tiempo es veloz” que aparece en la lámina interna del disco, se te ve a dos pianos con Fito. ¿Qué subyace en esa imagen?
–Nos pareció una buena idea tocar el tema a dos pianos, y cantarlo en vivo así. Pero lo loco es que en este disco, salvo la banda y yo, no hubo mucho ensayo. Cada uno ensayaba su parte con lo suyo y ya, hasta que yo llegaba y le ponía la viola, la voz o lo que fuera. Por eso digo que el trabajo del productor fue excelente.
–¿El tema lo propuso Fito o lo propusiste vos?
–Pasó que un día él se lo mostró a Mercedes Sosa. Le preguntó a la Negra si me conocía, ella le dijo que no, él medio que la cagó a pedos diciéndole ¡cómo que no conocés a David! (risas) y le hizo escuchar “El tiempo es veloz”. Según me contó Fito, Mercedes lo escuchó y lloró… se puso muy feliz, al punto que lo grabó y lo llevó por todo el mundo. Es más, un día yo estaba en Miami y me llamó la manager de la Negra para que fuera a cantar con ella. Fui y me morí de amor.
–¿Cómo resultó la combinatoria con Ricardo Mollo en “Mundo agradable”?
–Las rosas de un mismo rosal en general son de un solo color, pero a veces suele salir alguna de doble color. Bueno, esa que sale de doble color somos Mollo y yo. Después está Aristimuño. Con él hicimos “Casa de arañas” y es como mi hijo. El va a todos lados y no tiene ningún problema en cantar lo que sea: el feliz cumpleaños, lo que sea. Es un tipo amoroso. ¿Sabés qué pasa? Que hay que dejar de pensar tanto. No pensemos tanto, porque el pensamiento solamente trae ilusión, no hace las cosas reales. Si yo pienso ahora en un Rolls Royce no va a aparecer acá... necesito la guita para comprarlo. Entonces, mejor disfrutemos de la vida, disfrutemos de que estamos vivos porque, repito, el tiempo es veloz... un día vienen a buscarte y chau. No te dan tiempo ni para llamar a nadie.
–La otra pata femenina del trabajo es Eruca Sativa, con quienes grabaste “Dos edificios dorados”. ¿Cómo resultó?
–Son unas bestias. Es increíble cómo tocan y lo que tocan, que yo todavía no puedo decir qué es, si rock pesado, no pesado, no sé… para mí es rock cordobés.
–¿Por qué decidiste hacer con ellas ese clásico?
–Eso lo decidió el manager de ellas, y me encantó. Sobre todo cuando lo escuché... se me cayó el culo.