Andrew Graham-Yooll siempre me pareció un personaje digno de Graham Greene. Como Fowler, el corresponsal de “El americano impasible”, testigo de la intervención yanqui en Viet Nam, no vacila tomar partido y jugarse cuando el dolor del otro lo salpica.  Podía ser periodista de un diario inglés, pero no un colonialista. Y no le temía al compromiso con la realidad que le tocaba vivir. Es cierto, fue un periodista excepcional, pero sus dotes eran las de un escritor que no pasaba por alto la injusticia. Lo que explica sus años de exilio debidos a su paso por The Buenos Aires Herald, las denuncias contra el terrorismo de Estado. Si la memoria no me pifia, nos conocimos en el primero de los míticos encuentros de narradores acá en Villa Gesell en los 90. Esas noches conversamos, me acuerdo, de literatura. Hablamos de Conrad y de Hudson. Y de poesía, porque Andrew también supo no sólo curtir la poesía sino también difundir la que acá se escribía traduciéndola con inteligencia y sensibilidad. La memoria y también la tristeza que inspira su pérdida me impulsó a buscar qué había escrito sobre uno de sus libros esenciales en este diario en el 2001. Que se lea como tributo, me gustaría. Pero más como recomendación de un trabajo imperdible que refiere su talento.

 

Agonía y muerte de Juan Domingo Perón, Andrew Graham-Yooll  Ediciones Lumière  Buenos Aires, 2000

En su biografía sobre Arthur Koestler, Andrew Graham-Yooll cuenta que, en más de una oportunidad, el escritor inglés temía que el periodismo afectara su escritura novelística. Puede parecer obvio sugerir que la relación que une al biógrafo con el biografiado contiene, por lo general, una serie de identificaciones que se plantean como necesarias para la existencia del género, la biografía. Pero ocurre que Koestler es un intelectual emblemático para Graham-Yooll. ¿Sería desatinado conjeturar que la fascinación que Graham-Yooll, nacido en Buenos Aires en 1944, experimenta con la realidad violenta de la Argentina es similar a la que Koestler tenía por España y su etapa revolucionaria del 36? 

 Así como Koestler se movía con nerviosismo entre los géneros, respondiendo a distintas urgencias (las políticas y las literarias, casi siempre entreveradas), Graham-Yooll también experimenta con un género y otro, como recelando de las especificidades de cada uno. En Goodbye Buenos Aires, novela sobre su propio padre, Graham-Yooll cita a Christopher Isherwood: “No veo mucha diferencia entre una autobiografía y una novela”. Acá, la opinión de Isherwood viene a confirmar la inestabilidad de las fronteras entre géneros. Si un ensayo biográfico puede ser leído como una novela y una autobiografía también, entonces cabe preguntarse qué clase de libro es Agonía y muerte de Juan Domingo Perón. En superficie, el libro se compone de una rigurosa compilación de textos redactados desde el poder (partes médicos, comunicados oficiales, gacetillas, notas, etc.) que cubren el período comprendido entre el 12 de octubre de 1973, cuando Perón acepta ser ungido presidente, hasta el 1º de julio de 1974, cuando fallece. Pero en una segunda lectura, Agonía y muerte... se plantea como la base del iceberg narrativo que sostiene una ficción de magnetismo poderoso, una tierra de nadie en la que la realidad y la fantasía se confunden, propiciando nuevas aproximaciones. Como bien señala Graham-Yooll, esos días fueron turbulentos: “Todo argentino recuerda, y todo latinoamericano lector de las noticias pudo intuir, cómo no hubo dos días que transcurrieran sin algún sobresalto en esos pocos meses”. Los documentos seleccionados por Graham-Yooll constituyen un material imprescindible para sumergirse en ese bloque histórico. La intención de Graham-Yooll consiste en demostrar que “lo oficial” termina por anular la versión, aun las versiones echadas a rodar “oficialmente”. Al respecto, Rogelio García Lupo apunta: “Las manos anónimas de la burocracia no renunciaron a colocar cada lugar común exactamente donde debía estar, y la respuesta de la gente fue leer lo contrario de lo que esas palabras decían”.  Leídos desde acá, desde ahora, los materiales que articula Graham-Yooll se ofrecen como las señales alarmantes de una tragedia que se aproximaba inminente. Señales, obviamente, que muchos se negaban a aceptar. Los discursos de Perón, un prodigio de viveza criolla y tautologismo, las pompas retóricas de López Rega, la irrupción mentecata y represiva de Isabelita, el oportunismo de Balbín disfrazándose de venerable amigo del gran muerto, los dobles discursos de las acechantes Fuerzas Armadas, son apenas algunos de los momentos que el libro nos entrega, procurando que lainterpretación de la historia quede a cargo de los lectores. En este nivel, el objetivo periodístico de Graham-Yooll está cumplido.  Pero, aplicando al libro esa mirada literaria a que hacíamos referencia al principio, se aprecia entonces que cada documento seleccionado se propone como un capítulo más de esa novela que subyace agazapada. Teniendo en cuenta esa mirada y las referencias anteriores (la biografía de Koestler, la novela del padre), se advertirá entonces que Agonía y muerte... responde a un andamiaje literario cuya trama resulta tan apasionante como aterradora. Apelando a un gesto de ocultamiento extremo, Graham-Yooll prefiere que cuente la disposición de los materiales antes que la voz del compilador. Este deliberado bloqueo del yo, con el ascetismo que propone sólo la lectura de textos oficiales, agudiza el pathos de lo que se narra, los meses sombríos de agonía y muerte del presidente anciano. En este sentido, el libro de Graham-Yooll se impone de manera tácita, aunque provenga del periodismo, como una novela latinoamericana de dictador. En este carácter novelesco de lo documental repara también Tomás Eloy Martínez en el prólogo, comentando que, en sus años de exilio, mientras escribía La novela de Perón, repasaba una y otra vez Agonía y muerte..., cuyo original se llamaba por entonces La salud del presidente.  Más allá de la honesta admisión de una deuda con ese material, es interesante que también Eloy Martínez define el libro desde (y en) la literatura: “Graham-Yooll narra en presente lo que es ya pasado, devuelve al pasado esa esencia de lo presente que tan bien define Gilles Deleuze cuando estudia la obra de Proust: la materia en la que se talla el signo y, a la vez, la emoción que produce el signo. El lector que toma al azar un hecho en los libros de Graham-Yooll es como el que moja su madelaine en el té proustiano: el tiempo resucita y regresa tal como fue”. Junto con Tiempo de tragedia y Tiempo de violencia, sus ensayos de los años 70, Agonía y muerte... se constituye en fuente de consulta indispensable para revisar ese período, pero también como aguda edición literaria de la materia cruda que forma una novela.