21 de mayo
Desde hoy, todo el día, oigo unos ruidos que vienen más o menos desde una cuadra al este. Son dos golpes fuertes y explosivos seguidos, cada cierto intervalo regular. Puede ser un martillo neumático de obra, o un neonazi o soldadito narco o mero hater sin bandera entrenándose practicando tiro al blanco para masacrar a sus vecines indeseables. No sé qué pensar ni a quién recurrir ni a quién preguntar. Sólo sé que tengo más miedo que en 1976. Mucho, mucho más. Encima cerraron Pelispedia...
22 de mayo
Aclarado el enigma de los extraños ruidos: algún imbécil tiró en la calzada una plancha de hierro de aproximadamente tres metros cuadrados y dos pulgadas de espesor. Cuando le pasa un vehículo por arriba, suena dos veces, siempre al mismo intervalo, primero un borde contra el asfalto y después el otro. No sé qué organismo municipal se ocupa de este tipo de problemas o si el diario El Atopiano recibe cartas de lectores por email. Sé que pueden ser anónimas y firmadas solo con el número de documento nacional de identidad y que escribir una cartita quejosa respetable sería una sana forma de calmar la ansiedad, la agorafobia y el pánico que me diagnosticaron. Por lo pronto declaro que depresión no tengo, amo la vida y le encuentro sentido, así que si me llega a pasar algo, ya saben. No habrá sido suicidio. No soy Kurt Cobain.
23 de mayo
El culpable de los aterradores ruidos de estos días es igualito al ominoso monolito de 2001 Odisea del Espacio pero chato, aplanado en el asfalto, tapando un bache. NADIE SE QUEJA, al menos que yo sepa. Parece haber sido puesto ahí en nombre del Estado. No sé si es municipal o provincial. No sé si es de hierro o de acero. Sólo sé que hace un quilombo insoportable. Mientras tanto se me complicó una facturación y, si la contadora no se apiada de mí (ACTUALIZO: llegó todo bien y se apiadó), temo que me estoy perdiendo de cobrar 19 lucas que estarían determinando la diferencia entre morir como una rata o zafar dignamente. Buenas noticias: El Atopiano se ocupó de mi abuelo materno y encontré que hay vida después de Pelispedia: una perlita de largometraje en YouTube con Jack Nicholson joven llamada Psych-Out, que muestra la esquina de Haight & Ashbury en 1968 pero en 1968, o sea ninguna reconstrucción hecha por directores de arte obsesivos millenials sino la cosa misma. Es eso que decía Emilio Toibero de la ficción como documental. Con el pintor Guillermo Roux hoy elaboramos una teoría sobre el estilo urbano característico de la ciudad de Atopia. Lo llamamos "eclecticismo salvaje".
24 de mayo
La Tapa Maldita se ha vuelto relativamente más silenciosa. Parece haberse fusionado con el asfalto. También puede ser que la sordera del resfrío me haya vuelto inaudible todo. No deja de ser una bendición en un entorno como este, la sordera.
25 de mayo
Explicado el misterio del silencio: hay una valla, de la que tomaré foto cuando me anime (no me gusta sacar con flash) a salir por el vecindario con luz diurna. Les conductores ven la valla y rodean la Maldita Chapa. La Bendita Valla, ella sí, parece ser municipal, tiene el estilo. Mucho anaranjado y esa cosa rústica ochentera, modernosa.
Hoy feriado patrio, 13:30, segundo golpe deliberado en mi puerta metálica del pasillo y risitas de miedito: la piba y el pibe del PB 10, que ya se mueven por su cuenta, mientras buscan la llave de la reja intermedia que papi y mami pusieron cuando estaba por ganar el Gato, joden en su minuto libre. Reconozco las voces. Últimamente suenan al entrar, no al salir. Si hay un adulto que los instiga, vive afuera del pasillo. También pueden tener iniciativa propia para las acciones molestas y absurdas, típica de la edad del pavo y que si se prolonga en el tiempo puede llevar al crimen o al dadaísmo.
Mi idea es seguir tomándoles el tiempo y en algún momento dar un golpe fuerte desde mi patio sobre el lado de adentro de mi propia puerta (no sobre ellos, porque lesiones leves implicaría mi detención) para que se asusten así no joden más. Mientras tanto, en la tarde del feriado, en uno de los departamentos del pasillo se congregan jóvenes evangelistas que (des)entonan cánticos de alabanza a una deidad invisible.