La primera reunión entre el presidente ruso, Vladimir Putin, y el de Estados Unidos, Donald Trump, ya está acordada y con los preparativos en marcha, informaron ayer autoridades rusas, en vísperas de un encuentro que hoy concretarán los jefes de la diplomacia de ambos países en Alemania.

“Hay un acuerdo para la reunión entre nuestros presidentes –el de Estados Unidos y el de Rusia–, y están en marcha intensos preparativos para el encuentro” declaró en diálogo con la prensa la presidenta del Consejo de la Federación, la Cámara alta del Parlamento ruso, Valentina Matveyenko.

La senadora no dio detalles sobre dónde tendrá lugar esta primera reunión, pero señaló que “estamos inclinados hacia una agenda positiva, hacia el restablecimiento de unas relaciones plenas, tanto políticas como económicas y otras, con Estados Unidos, y esperamos que ellos tengan el mismo enfoque”.

Más temprano, la Cancillería rusa informó que el ministro de Asuntos Exteriores, Serguei Lavrov, y el secretario de Estado de Estados Unidos, Rex Tillerson, celebrarán hoy su primera reunión desde la asunción de Trump, el mes pasado, en el marco de la reunión ministerial del G-20 que se celebrará en la ciudad alemana de Bonn.

“El 16 de febrero, en Bonn, está prevista la reunión de Lavrov con el secretario de Estado de Estados Unidos, Rex Tillerson”, informó en conferencia de prensa la vocera de la diplomacia rusa, María Zajarova.

El encuentro será la primera reunión entre los dos ministros desde el nombramiento de Tillerson al frente de la diplomacia estadounidense y la llegada a la Casa Blanca de Trump, el 20 de enero .También será el primer viaje oficial de Tillerson, al que han acusado en su país de tener estrechos vínculos e incluso una relación de amistad con el presidente ruso, Vladimir Putin.

La reunión se producirá en un momento de crisis interna en el gobierno de Trump, a raíz de la renuncia del asesor de seguridad nacional, Michael Flynn, tras conocerse que mintió a altos cargos de la Casa Blanca sobre sus contactos con Rusia antes de la llegada al poder del actual presidente estadounidense.

Por si fuera poco, el diario The New York Times aseguró el martes que asesores de la campaña presidencial de Trump y otros de sus colaboradores más próximos mantuvieron “reiterados contactos” con agentes de la inteligencia rusa durante el año previo a las elecciones a la Casa Blanca.

La relación de la campaña de Trump con la Rusia de Putin sobrevoló los comicios estadounidenses en todo momento ya que los demócratas consideraron que el Kremlin trató de ayudar al empresario a llegar al poder con sus hackeos informáticos a la campaña rival.

La filtración publicada por el periódico forma parte de la investigación que lidera la Oficina Federal de Investigaciones (FBI, por su sigla en inglés) sobre los vínculos entre los asesores de Trump y el Kremlin, así como al hackeo de información al aparato demócrata y a la campaña de Hillary Clinton.

El Kremlin rechazó ayer la información del diario estadounidense. “No creemos en información anónima”, dijo el portavoz del Kremlin, Dmitry Peskov, en una teleconferencia con periodistas en la que destacó que las fuentes del periódico no fueron identificadas. “Es un reporte de un diario que no está basado en hechos”, añadió Peskov. El portavoz dijo además que Rusia está comprometida con honrar sus obligaciones internacionales, incluyendo todo lo relativo a misiles, en respuesta a reportes que señalaron que el país había violado su acuerdo con Estados Unidos al desplegar un nuevo sistema de misiles.

“Rusia ha estado y sigue estando comprometida con sus acuerdos internacionales, incluyendo el acuerdo en cuestión. Nadie ha acusado formalmente a Rusia de violar el tratado”, dijo Peskov.

Hasta ahora, las cosas parecían claras para Moscú. Trump era un “amigo” de Rusia, su elección abría la vía a una reanudación de las relaciones bilaterales y debía permitir, en un plazo más o menos lejano, el levantamiento de las sanciones económicas decretadas a raíz de la crisis ucraniana y el fin de lo que ya parece una “Segunda Guerra Fría” entre Rusia y Estados Unidos, un cuarto de siglo después de la caída de la Unión Soviética. “Lo hemos celebrado durante tres días”, bromeó en diciembre el portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov, refiriéndose a la elección de Trump. “Toda esperanza de algo positivo en las relaciones ruso-estadounidenses provoca euforia”, agregó.

Pero, desde su llegada a la Casa Blanca, el 20 de enero, el nuevo presidente no se ha dado prisa en apretar el botón de “reset”. Vladimir Putin y él solo han mantenido una conversación telefónica, en la que ambos acordaron desarrollar relaciones “de igual a igual”, dando “prioridad” a la lucha contra el “terrorismo”. Nada demasiado formal, y nada sobre el delicado tema de las sanciones. Peor aún, las presuntas relaciones de allegados de Trump con Rusia han causado revuelo en la administración estadounidense.

Por su parte, el portavoz de la Casa Blanca, Sean Spicer, aseguró que el presidente estadounidense esperaba “del gobierno ruso una reducción de la violencia en Ucrania y la devolución de Crimea”, incorporada en marzo de 2014 por Moscú tras una intervención militar y un referéndum de anexión, considerados ilegales por Kiev y los occidentales. La portavoz de la diplomacia rusa, respondió secamente que Rusia “no entrega sus territorios.”