Desde los más altos estamentos disciplinarios de la Conmebol dejaron trascender la posibilidad de aplicarle a Lionel Messi una sanción ejemplificadora, a raíz de sus dichos en la zona mixta del Arena Corinthians luego de la victoria 2-1 de la Selección Argentina ante Chile, que significó la conquista del tercer lugar del podio para el equipo de Lionel Scaloni. "No quería ser parte de la corrupción. Por un cúmulo de cosas, preferí no ir a la entrega de medallas”, justificó Lio su acto de indisciplina al no ir a buscar lo que Argentina ganó en buena ley. Este disparo inesperado y certero de la Pulga impactó en el corazón del ente rector del fútbol sudamericano, que contraatacó poniendo esas palabras en el centro de su estrategia para defender una edición de la Copa América plagada de falencias. La más evidente, claro, los desaciertos arbitrales, respaldados por la confusa aplicación del VAR.
Transformar a Messi en el pato de la boda busca hacer invisibles campos de juego con césped en pésimas condiciones, selecciones obligadas a cubrir distancias extensas para llevar la Copa a todo Brasil, estadios con tribunas semivacías por los altos precios de las entradas y las insólitas invitaciones a Japón y Qatar, claramente asociadas al intento marketinero de agrandar los límites de la Conmebol hacia otras geografías, como se hizo con la final de la Copa Libertadores que River y Boca debieron disputar en Madrid, en la cancha del Real. Poco se habla de estos temas.
Las palabras del capitán argentino sumaron el respaldo de sus compañeros de selección y de otros connotados protagonistas del fútbol argentino (Marcelo Gallardo, Gustavo Alfaro, Darío Benedetto, entre varios otros). Tibia resultó la reacción del presidente de la AFA, Claudio Tapia, que sólo dijo que prefería no hablar porque se exponía a una suspensión de dos años, y agregó que su ambición era trabajar por "un fútbol sudamericano limpio, justo y libre de sospechas". No defendió a Lio, lo condenó con su omisión, más allá de la cartas enviadas en queja por el arbitraje en el encuentro de semifinales ante Brasil. Tite, Thiago Silva y hasta el mismo Ricardo Gareca cruzaron al crack del Barcelona agitando aquello de que no se puede hablar de corrupción si no se cuenta con pruebas.
Por primera vez Messi salió a ventilar su frustración, porque se dio cuenta de que Argentina estaba para más, y tal vez el VAR haya sido uno de los obstáculos que se asociaron para impedir aprovecharla. A lo Diego Maradona, arremetió contra el establishment que prohijó una Copa América lamentable. Si hay sanción de dos años, como trascendió este lunes, la derrota será mucho más dura que el 2-0 frente a los de Tite, porque significará que Argentina no podrá contar con el mejor jugador del mundo en la Copa América del año que viene y tampoco en las siempre competitivas Eliminatorias Sudamericanas rumbo a Qatar.
Bolsonaro, libre de culpa y cargo
Así como transformó a Lionel Messi en su enemigo número uno, la Conmebol ratificó al ultraderechista presidente brasileño, Jair Bolsonaro, como uno de sus mejores amigos, y por supuesto que no trascendió ningún atisbo de sanción por la grave falta a los reglamentos de la FIFA que cometió el domingo en el Maracaná: utilizar un éxito deportivo en busca de rédito político. Bolsonaro entregó la Copa América al capitán de Brasil, Dani Alves, como marca el protocolo. Pero no tardó nada en tirarse en el campo como un futbolista más, adueñándose de un éxito que intentará hacer valer su equipo de marketing. Claro que cuando retrataton ese momento, las gradas del Maracaná estaban semivacías y la mitad del estadio había abucheado a él y sus políticas cuando caminaba del palco al centro del campo, acompañado por el presidente de la Conmebol, Alejandro Domínguez.