Desde el fin de la Guerra, los cuerpos de los soldados caídos en Malvinas tenían en sus lápidas una leyenda que rezaba “Soldado argentino solo conocido por Dios”. A partir de 2017, se implementó el Proyecto Humanitario Malvinas (promovido por la Cruz Roja y del que participó el Equipo Argentino de Antropología Forense) gracias al que ya se identificaron los restos de 110 soldados inhumados en el Cementerio de Darwin. El asunto, como siempre, es de jerarquías: hay muertes que importan y otras que no importan tanto; hay muertes que pesan y otras más livianas; hay muertes comunes y también hay muertes extraordinarias. Sobre estas últimas concentra sus esfuerzos Laura Panizo, antropóloga (UBA), investigadora del Conicet y docente, cuyo propósito fue examinar los rituales que celebraban los familiares de los soldados fallecidos en combate para comprender los hilos invisibles que todavía los ligaban (y aún los ligan) a sus muertos. En esta ocasión, describe por qué los deudos se resistían a la exhumación, luego comparte qué sintieron cuándo las identificaciones fueron consumadas y, por último, señala el modo en que la memoria colectiva se transforma según los contextos y el grupo que la teje.
-En su análisis antropológico de los caídos en la Guerra de Malvinas refiere al concepto de “cuerpos en disputa”. ¿De qué se trata?
-Las disputas provienen de diferentes lugares. En principio, la gran mayoría de los cuerpos de los caídos que yacen en el Darwin, hasta hace un tiempo, no estaban identificados. El cementerio había sido construido por los ingleses, ya que fueron ellos quienes ubicaron a nuestros soldados que estaban en el campo de batalla y los trasladaron allí. Desde la posguerra, diversos grupos de ex combatientes impulsaron y reclamaron por su identificación, pero organizaciones como la comisión de familiares de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires se negaba.
-¿Por qué?
-Porque, a priori, se creía que la exhumación implicaría cumplir con el pedido de los británicos, esto es, que Argentina repatriase a sus muertos. La comisión de familiares descartaba esta posibilidad bajo un argumento con ribetes políticos y simbólicos muy interesantes: no podía ser repatriado lo que yace en su patria. Con el tiempo, sin embargo, se pensó en la chance de exhumar los cuerpos, extraer sus muestras y volver a ser inhumados en el Darwin, es decir, sin la necesidad de retornar. Este propósito se cumplió en el marco del Proyecto Humanitario Malvinas en 2017, gracias al trabajo de miembros del Equipo Argentino de Antropología Forense. Así, los familiares que se negaban, luego brindaron sus ADN para el cotejo y hasta la fecha se efectuaron 110 identificaciones. Saldado este asunto, también hubo otras disputas: los ex combatientes, alineados con los organismos de derechos humanos, realizaron campañas para identificar a los “NN de Malvinas”. Ello generó un conflicto con los familiares de los caídos, ya que señalaban que sus parientes no eran desconocidos sino héroes con nombre y apellido.
-Representaba un conflicto simbólico por el dominio de la memoria?
-No había una definición muy clara al respecto: el concepto de héroe, en ningún caso, podía ir de la mano con la idea de víctima. Este debate también se extendía hacia otros terrenos. Por ejemplo, a decidir qué grupo tenía más derecho a reclamar: si los familiares de los caídos, o bien, los compañeros vivos que habían compartido el campo de batalla y con ello experiencias tan fuertes.
-¿Qué sucedió con aquellos deudos que primero se negaban y luego aceptaron la identificación?
-Una forma de dar sentido a la guerra y a las tareas que los combatientes caídos habían realizado era su construcción como sujetos históricos; es decir, debían ser definidos como patriotas, como jóvenes inexperimentados pero fervorosos, como personas comunes y corrientes, o bien, como individuos que no querían saber nada con pisar un campo de batalla. Y esto, como todo proceso interno, para los deudos llevó un tiempo. Por ello es que históricamente se negaban a exhumar los cuerpos, porque el recuerdo de ese ser querido había sido estabilizado con mucho esfuerzo. Suponía algo así como abrir una herida que ya se creía cerrada y despertaba miedos y dudas; temían que el retorno de un recuerdo doloroso, como suele suceder, reestructurase sus vidas cotidianas nuevamente.
-Si bien despertaban dudas y miedos, ¿las identificaciones culminaron por ser celebradas por los familiares?
-Sí, porque llenan de sentido un costado de sus vidas que permanecía vacío, permiten ubicar su recuerdo y comprobar cuán distorsionado estaba. Saber, en definitiva, cómo murió en el campo de batalla, en qué momento sucedió, de qué forma ocurrió, si explotó una bomba cerca de dónde estaba, si quedaban restos de su cuerpo o no quedaba nada. No da lo mismo conocer la verdad que no hacerlo.
-Además, si variaba su concepción de la muerte también se modificaban sus rituales.
-Todos los familiares que entrevisté habían montado pequeños altares en sus casas, espacios sagrados mediante los cuales se comunicaban con sus seres queridos y les demostraban su afecto. Como habían creado una relación con sus muertos basada en la ausencia del cuerpo, el posible retorno de los restos les implicaba desarmar el altar o modificar sus rutinas diarias. Como a partir de 2017 se cambiaron las condiciones, también se transformaron los desafíos: exhumar el cuerpo implicaba conocer la historia.
-Ahora bien, ¿cómo ingresa la idea de “sacrificio por la patria” unida a los jóvenes que fueron enviados a Malvinas?
-Aunque la idea de sacrificio apareció en todos los relatos de los familiares y de otros ex combatientes, el sentido otorgado nunca fue el mismo. Por ejemplo, para muchos se trató de un sacrificio voluntario: aunque habían realizado el servicio militar obligatorio y aunque no eran soldados de carrera, también habían jurado a la bandera y sentían vocación por defender a la patria. Otros, por su parte, se sentían obligados, asumían haber ido a una guerra que no les pertenecía y en la que no querían estar. Bajo este argumento, se sostenía la idea subyacente de que la violencia ejercida en el campo de batalla nunca se logra naturalizar del todo –a pesar de la fuerza del pretexto nacionalista contra un enemigo invasor–. En este marco de muertes injustas, inútiles, infértiles o desordenadas es donde se manifestaron las demandas de los juicios. El propósito subyacente es reivindicar aquellos cuerpos que estuvieron ocultos durante mucho tiempo.
-¿La leyenda de las lápidas reforzaba esa invisibilización que menciona: “Soldado argentino solo conocido por Dios”?
-Sí, se trata de una frase muy potente y señala un fenómeno que se debe desmontar: implica un derecho a la identidad negado a través del ejercicio monopólico de la memoria por parte de la religión, como si todos los ex combatientes provinieran de familias cristianas. En verdad, muchos tenían creencias indígenas con representaciones sobre la vida y la muerte totalmente distintas, así como también estaban los que no creían en nada puntual.
-Por último, ¿la muerte continúa siendo un tema tabú?
-Estoy obligada a contestarte como antropóloga. La pregunta que habría que realizar es: ¿para quién la muerte es un tema tabú? No es lo mismo hablar de la muerte para un paciente con cáncer en un hospital en CABA, que para un miembro de un pueblo originario, un habitante de una población rural, o bien, para un familiar de un ex combatiente en Malvinas. Hay que conocer las particularidades de lo local y a partir de ahí tratar de hilvanar una idea general, no a la inversa.