El equilibrio casi justo, como los buenos y viejos vinos. De las trece piezas folklóricas que pueblan Los copla, flamante disco del dúo Coplanacu, tres pertenecen a la pluma de Roberto Cantos, uno de los dos. De la decena restante, seis se hunden en las raíces del género (“La catamarqueña”, de Castilla-Falú, y “De los montes de mi vida”, de Trullenque-Gerez, entre ellas) y el resto le pertenece a compositores jóvenes. “Ojo que no es una estrategia, solo es que los jóvenes andan componiendo canciones que nosotros podemos cantar. Es gente muy profunda y generosa a la hora de plantear una propuesta de canción popular, y de contagiar con esto”, enuncia Cantos en santiagueño puro, respecto de la sangre nueva que impregna la obra. La del Pachi Herrera y Ramiro González, por caso, hacedores de una hermosa canción llamada “Pachamama”. O la de Marcelo Toledo, cuya inspiración rindió una bella chacarera llamada “El tenido”. “Opino igualito que Roberto”, agrega Julio Paz la otra mitad del dúo. “Nos impulsa arrimarnos a la camada esta de changos que vienen escribiendo tan lindo, tan 'pisando la tierra'".
Tendrán ambos la posibilidad de refrendar en acto lo que dicen sus palabras el viernes 12 cuando presenten el disco en Niceto (Niceto Vega 5510). De contar cantando -y tocando- el fruto maduro de una experiencia conjunta que ha superado largo los treinta años, y que ya es parte indiscutible del eslabón entre generaciones pasadas y presentes. “Siempre hemos grabado discos ante la necesidad de decir algo y no porque se haya cumplido un tiempo sin grabar, o por alguna exigencia del sello discográfico”, aclara Cantos, guitarrista y cantor. “Un disco, más bien, es un testimonio que marca en qué parte del camino estamos y precisamente se llama como se llama porque llevamos mucho tiempo cantando, y el dúo se ha transformado en 'los copla', lisa y llanamente. Esto es algo que nos incluye a todos: a la gente que nos sigue, a los músicos con los que nos hemos cruzado. Todos nos llamamos Los Copla”.
-¿Qué factores han primado para mantenerse juntos durante tantos años?
Julio Paz: -El cariño, el respeto y la admiración mutua. No es poco para estar al lado de otra persona tanto tiempo, sosteniendo un proyecto.
Roberto Cantos: -Y hemos priorizado el proyecto de cantar juntos. Esto, y el amor infinito por estas canciones, han sido más importantes que los conflictos, que los hubo.
--Canciones que, a diferencia de cuando empezaron, circulan por plataformas de streaming. Del monte santiagueño a la ultratecnología, dicho de otra forma. ¿Cómo han convivido y cómo conviven con esta tensión entre tradición y modernidad?
J.P.: -Es cierto que para nosotros, los más grandes, puede ser una tensión la convivencia entre la tecnología y lo tradicional, pero para los jóvenes definitivamente no. Entonces, como decía don Atahualpa -o le hacían decir, no sé-, "porque uno sea gaucho no se va a afeitar con una espuela".
R.C.: -(Risas) Si bien es cierto que hay tensión entre la simpleza de lo tradicional y lo complejo de la tecnología, creo que la verdadera tensión es que nosotros estamos envueltos entre ambas franjas. El CD es un objeto condenado a muerte y la tecnología es un mero recurso para nosotros. Si bien la usamos en nuestra vida privada, no es un elemento que forme parte de nuestras estrategias comunicacionales.
-Han elegido un repertorio generacionalmente equilibrado, como si se posicionaran como arietes entre viejas y nuevas generaciones. ¿Fue buscado?
R.C.: -Sí y no. A ver, la razón para grabar una canción es que nos cope lo que salga, porque si una canción no te conmueve a vos, no conmueve a nadie. El repertorio parte de canciones aprendidas en nuestra infancia, de los viejos autores que nos nutrieron, de algunas canciones propias y, en esta oportunidad, de canciones de gente joven comprometida, como dije, con su función de músico popular y serio.
-Entre las piezas propias figuran “Piedra”, “Madrecita de Huachana” y “En cada primavera”. ¿Cómo es la historia de cada una?
R.C.: -“En cada primavera” es un gato que habla de aquella idea de Machado… "caminante no hay camino, se hace amigo al andar". La chacarera “Madrecita de Huachana”, en cambio, es testimonial. Una vez hemos ido a cantar a la fiesta de la virgencita de Huachana, que se hace en julio, en el corazón del monte de Santiago. Es un paraje donde viven cinco o seis familias, pero para la fiesta se juntan una cincuenta mil personas venidas de todos lados y ver esto es una experiencia muy conmovedora. El sentimiento y la devoción de esta gente que pone su espíritu en la figura de una virgen, pero que también podría ser en la Pachamama, en el Sol, en la Luna, es impresionante. Es una fiesta que no tiene que ver con una religión en especial, sino con una vivencia muy comunitaria, de pertenencia al monte, llena de sentimientos puros. Por eso siempre volvemos, aunque no nos contraten. Y “Piedra” es un homenaje a Yupanqui, que siempre tuvo sensibilidad de observar todo camino, incluidas las piedras.
-Entre las versiones de otros sobresale “La catamarqueña”, zamba de Castilla y Falú. Siempre resulta un desafío recorrerlos. ¿Fue así?
J.P.: -Es un desafío que emociona, sí. Esta la grabamos porque si se escribe una antología de la zamba, esta tiene que estar sí o sí, por su bella melodía, y por esa letra que habla de la mujer tejedora que cobija, que da calor en el hogar. Es supremo eso.