El Vaticano abrió este jueves dos tumbas de un pequeño cementerio interno, junto a la Basílica de San Pedro, en busca del cuerpo de Emanuela Orlandi , una adolescente desaparecida hace 36 años en el corazón de Roma. Para sorpresa de quienes participaron de la excavación, las tumbas en las que supuestamente estaban enterradas la princesa Sofía von Hohenlohe y la princesa Carlotta Federica de Mecklenburgo estaban vacías. "Me esperaba cualquier cosa pero no que estuvieran vacías las dos tumbas", dijo el hermano de la joven desaparecida.

La desaparición de Orlandi, hija de un funcionario del Vaticano, ocurrió en 1983 y se ha convertido desde entonces en uno de los misterios más grandes de las últimas décadas.

Luego de años de investigaciones y de teorías que involucraron a la mafia, a las finanzas y al Vaticano, había una pista que indicaba que los restos de la joven podrían estar enterrados en la "Tumba del Ángel", que se encuentra en el "Cementerio Teutónico", a unos 150 metros de la residencia papal de Casa Santa Marta. Es por ello que a principios de julio, por disposición del fiscal vaticano Gian Piero Milano, la justicia vaticana hizo lugar al pedido de los familiares y autorizó la excavación de las tumbas.

Según indicó el vocero papal, Alessandro Gisotti, las tareas de excavación comenzaron este jueves a las 8.15 hora local (3.15 de Argentina) y contaron con la presencia de familiares de Orlandi y de las dos princesas que, teóricamente, estaban enterradas en esas tumbas: Sofía von Hohenlohe (fallecida en 1836) y Carlotta Federica de Mecklenburgo (1840).

Luego de la apertura, estaba previsto que Giovanni Arcudi, experto en antropología forense y profesor de medicina legal en la Universidad de Tor Vergata, se encargara del análisis de los restos y del relevamiento de muestras para el posterior examen de ADN, en presencia del perito y abogado de la familia Orlandi. "En esta fase estamos hablando de una investigación de antropología forense, que precisamente tiene como objetivo llegar al diagnóstico a través del examen morfológico de los huesos", había adelantado Arcudi a la prensa vaticana. "Los tiempos de implementación estándar pueden ser de tres, cuatro, cinco horas, tratándose de dos tumbas", detalló antes de iniciar el proceso.

Sin embargo, según confirmó el Vaticano en un comunicado, no se hallaron “restos humanos ni urnas funerarias”. Para el hermano de Emanuela, y para el resto de los presentes, el hallazgo de las tumbas vacías fue una enorme sorpresa. "Las familias deben preguntarse dónde están los huesos de sus parientes", dijo Pietro Orlandi, en solidaridad con los allegados de las dos princesas que, se suponía, estaban enterradas allí.

Y agregó, sobre las posibles teorías que implican al Vaticano en la desaparición de su hermana: “Es para resaltar la colaboración del Vaticano por primera vez, lo que quizás significa que tienen alguna duda de que pueden tener algún tipo de responsabilidad".

El pedido de la excavación había sido impulsado por la familia en 2018, luego de que su abogada, Laura Sgrò, recibiera una carta anónima con una foto de una tumba acompañada por la frase "Busque donde indica el ángel". Luego de una serie de investigaciones, se halló una tumba como la de la fotografía en el Cementerio Teutónico.

Los familiares de la joven desaparecida, reclamó la abogada, “tienen derecho a tener respuestas tras 36 años”. “Es vergonzoso que tras este tiempo, durante el que pasaron distintos Papas y gobiernos, no se le dé Justicia a Emanuela", advirtió Sgrò.

Emanuela Orlandi fue vista por última vez el el 22 de junio de 1983, cuando tenía 15 año, en el momento en que salía de una clase de música en el centro de Roma. La joven era hija de un funcionario del Vaticano y residía dentro de las murallas de la ciudad papal.

A finales de octubre del año pasado, la desaparición de Orlandi había vuelto al centro de los medios italianos luego del hallazgo de restos humanos --que podrían pertenecer a la joven desaparecida-- por parte de un grupo de trabajadores que realizaban obras en la nunciatura del Vaticano. Se encontraron una mandíbula, varios dientes, un fémur, algunos fragmentos de cráneo y varias costillas. Sin embargo, tres meses después del hallazgo llegaron los resultados de ADN que confirmaron que se trataba de una falsa alarma: los huesos hallados pertenecían a dos hombres que vivieron entre los años 90 y 230.