Desde Córdoba
Azul Montoro tenía 23 años cuando fue asesinada por Fabián Casiva en octubre de 2017.
“Amiga, ¿estás ocupada?”, preguntó Maina Carrizo cuando ingresó al departamento de Lara Godoy. La puerta estaba abierta; las llaves, en la cerradura del lado de adentro. Buscaba a Azul Montoro, una trabajadora sexual trans, que estaba con un cliente. Las dos eran amigas de Lara, que había viajado a San Juan por el día de la madre y les había dejado copia de sus llaves. Eran las 5.10 de la madrugada del 18 de octubre de 2017 y en esa casa, a esa hora, había silencio. Cuando Maina entró al dormitorio encontró asesinada a su amiga: Azul estaba en el piso, a los pies de la cama, al lado de una perra caniche que también tenía rastros de sangre. Fue entonces cuando el llanto de Maina invadió la casa. Después de un año de investigación, a cargo del fiscal Guillermo González, en abril elevaron la causa a juicio y esta semana confirmaron que comenzará el próximo 31 de julio. Por primera vez en Córdoba, el asesinato de una persona trans es calificado como femicidio.
El acusado es Fabián Casiva, un chico de 23 años, que aquella noche llegó en su moto a la zona comprendida entre las calles Cortada Israel y Sarmiento, en pleno centro de la ciudad de Córdoba. Allí, a las cuatro de la madrugada, Azul estaba trabajando. Hablaron un rato y después se fueron juntos hasta el departamento de Lara.
Según la investigación judicial, cuando ingresó al dormitorio, Casiva sacó un cuchillo (hasta el momento no se pudo determinar si ya lo llevaba con él o si lo buscó en la vivienda ni bien llegó) y apuñaló a Azul a la altura del cuello, la tráquea y los pulmones. Ella se quiso defender y opuso resistencia pero el agresor le provocó un golpe en la cabeza y quedó inconsciente. Antes de irse, Casiva agarró el celular de Azul, un Samsung color blanco que ella había comprado con sus ahorros y también alrededor de $200. Mientras ocurría el crimen, la perra caniche que era de Lara ladraba sin pausa. Con el mismo cuchillo que atacó a Azul, Casiva apuñaló a la mascota reiteradas veces y se fue.
Tomás Aramayo, abogado querellante, pedirá en el juicio que amplíen la acusación en contra de Casiva. “Voy a pedir que se le aplique también el agravante por alevosía, por el ensañamiento y porque actuó sobre seguro”, explica a PáginaI12. Casiva, además, tiene antecedentes penales por violencia de género: agredió a su madre y a su hermana, situaciones que al fiscal González le permitieron comprender que Azul había sido asesinada por su condición de mujer. Por eso, la imputación que recae sobre el acusado es “homicidio calificado por mediar violencia de género”
“El imputado muestra en su historia vital indicios que nos permiten llegar a esa conclusión. Tiene causas anteriores por violencia. Había golpeado y amenazado a su propia madre y a su hermana. Los conflictos intrafamiliares que siempre tuvo fueron con mujeres. Por esos antecedentes entendemos que lo hizo porque era mujer”, asegura González. El fiscal explica que en esas causas había sido declarado inimputable porque no comprendía la criminalidad del hecho. Precisamente, la imputabilidad del acusado será uno de los principales puntos de discusión durante el juicio por el femicidio de Azul Montoro, ya que en un principio las pericias que se hicieron en el marco de la investigación también lo declararon inimputable. Pero el fiscal continuó investigando y pudo determinar, a través de los resultados que se dieron a conocer en octubre de 2’019, que sí comprendía lo que había hecho.
Además, tras el crimen, fue a la casa donde vivía con su madre y su hermana para pedirles que le laven la ropa que tenía manchas de sangre. También les dijo que se iba a hacer pasar por loco, así declararon las dos mujeres durante la indagatoria. Incluso, cuando lo detuvieron estaba en la zona del Hospital Neuropsiquiátrico Provincial y esperaba quedar internado allí.
“Lo que me llamó la atención, apoyándome en lo que dijo el psicólogo del querellante particular, es la conducta anterior y la conducta posterior al hecho. La noche del crimen había llegado hasta el lugar conduciendo una motocicleta, no tenía alcohol encima y se veía en un estado de equilibrio absoluto momentos antes del crimen. La conducta posterior fue salir con sigilo, subirse a la moto, refugiarse en su casa, decirles tanto a su madre como a su hermana lo que había hecho, les pidió que lavaran su ropa, que escondan su moto y les dijo que se iba a hacer pasar por loco. Las dos mujeres, víctimas también de él, declararon en la causa. Ellas no especularon. En forma espontánea dijeron lo que había pasado”, relata el fiscal.
La madrugada del 18 de octubre, después de encontrar a Azul, Maina llamó a la policía. Uno de los efectivos notó que faltaba el celular de la víctima y chequeó si la línea estaba activa. Sí, seguía activa y además el usuario aparecía en línea. Cerca del mediodía, Laura, otra de las amigas de Azul que había estado con ella la noche anterior trabajando en la zona del Mercado Norte vio que seguía en línea e hizo una videollamada a través de WhatsApp. Atendió Casiva pero no habló. Fueron unos segundos, suficientes para que Laura pudiera reconocerlo porque lo había visto durante la madrugada antes de que se fuera con Azul. Casiva mantuvo encendido el aparato todo el tiempo, por eso pudieron rastrearlo y fue así como lograron detenerlo. Desde entonces, permanece alojado en la cárcel de Bouwer.
“El principal desafío va a ser la imputabilidad de Casiva. Vamos a demostrarle al jurado que él sí comprendía lo que estaba haciendo y que sí se puede defender durante el juicio. Las expectativas son muchas porque se trata de una calificación novedosa. Azul logró cambiar su identidad y eso le da el sustento legal para que se considere femicidio. Además, los antecedentes del acusado, por malos tratos hacia su madre y su hermana, terminaron por definir la acusación”, asegura Aramayo.
Azul vivía en barrio General Paz pero pasaba mucho tiempo junto a Lara en su departamento. La última vez que se vieron fue el 13 de octubre a las 11 de la noche. Azul había ido a la casa de Lara para llevarle carteras y aros que su amiga le había pedido prestados para llevarse al viaje. “Nosotras éramos como hermanas. Hasta hoy me cuesta mucho asumir lo que pasó. Nosotras, las chicas trans, generalmente sufrimos discriminación en nuestros hogares pero no es nuestro caso. Igual somos de familias de clase baja y tuvimos que irnos de nuestras provincias en busca de un futuro, de trabajo. Cuando una se va de su casa, aprende a hacerse de nuevo una familia, que son tus amigas, las chicas que están con vos en el día a día. Nos contenemos. Azul era mi familia. Para mí fue un golpe muy fuerte. Espero que el asesino reciba la pena que se merece, aunque pienso que por más que él vaya a la cárcel, nada me va a devolver a mi amiga”, cuenta Lara a PáginaI12.
El juicio por el femicidio de Azul se desarrollará en la Cámara en lo Criminal y Correcional de Novena nominación. Habrá jurados populares y el fiscal será Gustavo Arocena. La causa puede convertirse en un antecedente importante en la provincia de Córdoba para que también puedan juzgarse como femicidios los crímenes contra las mujeres trans.