"El libro arrancó buscando a los que llamamos ‘trolls’ para ver cómo funcionaban. Di con algunos, charlé, investigué, pero la pregunta inmediata fue ‘¿entonces el libro termina acá?’”. Mariana Moyano habla de Trolls S.A., recientemente editado por Planeta. El trabajo de la periodista (ex-678, PáginaI/12 y otros) indaga más profundo y no se queda en la –importante, pero en última instancia anecdótica- radiografía del funcionamiento de un call center oficialista para atacar rivales políticos. Trolls S.A. examina las redes sociales y los mecanismos que hacen que en ellas florezca el odio.
En Internet se denomina “troll” al usuario que irrumpe en una conversación para desvirtuarla y arruinarla. En general, lo hace a través de la agresión, las falacias argumentativas más extremas (hola Schopenhauer), y una negativa visceral a atender razones y datos que lo contradigan. Existen desde los albores del universo digital y no son exclusivos de Facebook, de Twitter ni de los comentarios de los diarios online. Ya pululaban por BBS, listas de correo y foros online. Lo distintivo del troll contemporáneo es que su poder creció a la par de la presencia de las redes sociales en la cotidianeidad.
Los trolls se convirtieron en un factor político al que no le escapa ningún partido, aunque Moyano señala que en la Argentina fue el PRO quien mejor supo entender su existencia, su modo de actuar, y así sistematizó, aprovechó y profesionalizó su actuación. Los trolls pagos existen y algunos son entrevistados en este libro. Pero lo más interesante es que Moyano propone entender que el trolleo (así, como verbo) es algo que cualquier internauta ejerce y que, aún más, las redes sociales operan como nuevo territorio político, que merece atención y comprensión de sus reglas y dinámicas. Bajo el título ganchero de Trolls S.A. La industria del odio en Internet, Moyano propone mucho más.
“¿Por qué un infiltrado en una manifestación sigue siendo algo condenable y un infiltrado que va a molestar en un debate en la red no? ¿Qué característica tiene cada escenario que hace que en un lugar molesta y en otro sea parte de la lógica de funcionamiento?”, plantea la periodista. “Ahí empecé a entender que las redes necesitan del enojo. En una de las presentaciones de su libro, Cristina (Fernández) dijo algo así como que ‘el libro es la palabra perfecta’, la palabra acabada. Cuando uno escribe un libro, tiene mucho tiempo para pensar y tamizar un texto. La red es todo lo contrario: es impulso, instantaneidad: no podés esperar a mañana y no lo pensás. ¿Cuál es la palabra de la red? La palabra poderosa, la que llama la atención en un contexto de miles de otras palabras. Esa palabra poderosa es la barbárica, la del enojo. ¿Por qué este troll puede funcionar en ese ámbito? Porque el combustible de las redes sociales”.
“Lo que los medios toman de las redes es que Fulanito ‘le pegó’ a Menganito en twitter", continúa Moyano. "Hay una cosa de fomentar eso y es porque la red nos necesita a todos trolleando, hacer el libro me sirvió para revisar mi modo de vincularme y escribir en las redes, miro tweets viejos y me doy cuenta que yo era re troll, era muy agresiva porque me parecía que así iba a tener más impacto, ¡y lo tenía! Ahora pienso cinco veces antes de cruzarme con alguien”.
Por supuesto, reconoce, no todas las redes funcionan igual. “Cada red tiene su propio funcionamiento interno, no sólo técnico, también cultural”, puntualiza Moyano, y ofrece de ejemplo el caso Maldonado, donde los usuarios le reclamaron a la ministra de Seguridad Patricia Bullrich por su actuación incluso en su cuenta de Instagram. “Eso no suele pasar con los políticos. No los putean en Instagram, los putean en Twitter. Si vas a putear a IG, quedás medio fuera de lugar. Ponele, Alberto (Fernández) con su perro. ¿Lo vas a putear? Quedás como un desubicado vos. En cambio, si él twittea que ‘Macri no sé qué cosa’, sí te da”.
De cuatro años a esta parte, el impacto de las redes sociales creció exponencialmente en los procesos políticos de todo el mundo. En los Estados Unidos de Donald Trump (para muchos, el troll perfecto), en el Brasil de Bolsonaro, en el Brexit y, claro, en la Argentina. Trolls S.A. recorre varios de los informes internacionales que vinculan a Facebook, Twitter y Cambrydge Analytica con los procesos electorales del país. Sin embargo, para Moyano el principal peligro con las redes es no percibir que generan cosas: climas sociales, actores sociales organizados. “No es que por escribir un tweet cambiás el destino, pero sí tenés que ver que pasan cosas ahí, con Trump, con Bolsonaro, con el Brexit. ¿Qué ruido que ya estaba allí y no veíamos captaron las redes sociales?”.
A nivel micro, además, Moyano observa distintos efectos producidos por el troll. El más obvio es instalar temas como si fuera una preocupación genuina y no tweets replicados por mecanismos automatizados. Pero hay otros. “El troll quiebra al usuario argumentativo”, plantea la autora. “Generan una cosa muy heavy políticamente que es la autocensura, donde pensás dos veces antes de decir algo porque sabés que van a salir a lincharte. Y son trolls, aunque sean personas de carne y hueso, con nombre y apellido, y no estén pagados”.
“Lo peligroso para la democracia es no ver a estos nuevos sujetos políticos, a las redes sociales que nos cambian el humor, porque si no las comprendemos nosotros, seguro alguien sí y ya sabe qué hacer con eso. Lo peligroso para la democracia es no tomar precauciones”, advierte Moyano. Internet permitió agruparse a gente que tenía vedada la palabra pública. Ningún nazi iba a declarar públicamente que lo era, tampoco un antivacunas o un terraplanista. Las redes sociales les dieron campo de reunión y, sobre todo, de organización. “Lo peligroso es no ver ahí seres humanos agrupándose, que eso es un ser social y el ser social decide, vota, o va a la televisión a decir que no hay que vacunar”.
En el libro, Moyano también se encarga de observar la relación de los movimientos populares con las redes. Y destaca que la mayoría no se sienten cómodos con su lógica. “Lo importante es no renegar, comprender que hay un territorio nuevo que está ahí”, explica. “Hay datos: entre el 44 y el 68% de la gente tiene su primer contacto con alguna información en un click en una red social; la ventana para llegar al diario es una red social”. Entender ese modo de consumo, afirma, es clave para acercarse al electorado. “El 40 % del padrón que vota en octubre es de jóvenes de entre 16 y 30 años. Esa gente no consume más como nosotros, es una generación que no sabe lo que es esperar el horario de un programa. Entonces, ¿cómo le hablás? ¿Con un spot televisivo que no va a ver? Si la política no piensa cómo llegar a esa cotidianeidad, está a años luz de las personas”.