“Todo tiene un porqué, una razón de ser, una causa, un sentido. Todo parecería tenerlo. ¿Pero es así? ¿Estamos seguros? ¿Todo tiene un porqué? ¿Pero por qué todo tiene un porqué? ¿Y por qué todo tiene que tener un porqué?”. En esa sucesión interminable de preguntas se embarca el filósofo, docente y conocido divulgador Darío Sztajnszrajber en su libro ¿Para qué sirve la filosofía? (2013).
Desde ese material reflexivo fue que partió el dramaturgo y director Dardo Dozo para escribir Como si la vida fuese un momento pacífico y estable, donde el carácter académico del texto original se transforma en una puesta teatral con todos sus condimentos dramáticos. Acompañado en la dirección por Claudia Kricun, Dozo pone en escena a Maga, una joven mujer que viaja en colectivo y no puede dejar de hacerse preguntas. Por ese motivo, y desde ese instante, es que decide emprender un viaje distinto al que tenía previsto, y se pierde en la ciudad para seguir interrogando al mundo.
La actriz Melina Petriella fue la elegida para ponerse al frente del unipersonal y asumir el protagónico con un personaje sensible, insaciable y empático, que por momentos también despliega algunas cuotas de ingenuidad. Es que esa noche, al bajar del colectivo, Maga abandona la rutina y las responsabilidades de adulta para internarse en un juego, como si fuera una niña que descubre por primera vez todo aquello que la rodea.
“¿Por qué no puedo dejar de filosofar?”, se pregunta. Y aunque por momentos desearía dejar de pensar, el hecho de demoler creencias y desnaturalizar lo dado amplía su perspectiva y la pone en un camino de cambio que disfruta. Tal como en la alegoría de la caverna de Platón, Maga abandona las sombras de su caverna, y con ellas todo lo que hasta ese momento pensaba, para salir a la luz exterior y encontrarse con otras realidades posibles.
El fuerte de la obra se sostiene precisamente en ese entramado de interrogantes e inquietudes inspiradas por el texto de Sztajnszrajber, que aluden a la propia naturaleza humana de cuestionar el sentido de las cosas. Porque, en definitiva, lo que hace Maga no es más que poner en práctica el ejercicio de la filosofía, para pensar que la realidad puede ser de otro modo y que lo que aparece como obvio no lo es tanto.
Desde la subjetividad de la protagonista, el texto se sumerge en temáticas variadas, a través de preguntas dirigidas a reflexionar sobre problemas existenciales, que van desde lo más anecdótico hasta lo más profundo, como el miedo a la muerte. Y ese estado de inquietud e incertidumbre que vive el personaje es representado por una puesta en escena que, a través de una escenografía giratoria, adopta la forma de distintos lugares (un bar, el vagón de un tren, una casa), en los que Maga busca perderse. Perderse, para encontrarse.