En la Alemania de 1930, el régimen nazi puso el sello “degenerado” sobre aquellas expresiones artísticas incómodas para una forma de control social que se activaba también a través del arte. La teoría y la práctica del odio, planteada como doctrina cultural, desembocaron en la consideración de una “música degenerada”, que se desprendía de la más amplia de “arte degenerado”. Tras la caída del Nazismo y su ignominia, aquellos productos de “razas inferiores” y “conjuras judaico-bolcheviques” salieron a la luz y se incorporaron las muestras del ingenio humano sobre los que se forjó el arte del siglo XX. Quedaron como el reverso de esa idea de un imaginario “arte puro” y de sus aspiraciones totalitarias y también como testimonios de la obtusidad del poder.
De eso se trata el programa que propone Manos a las obras, el ciclo de conciertos comentados de Radio Nacional Clásica. Hoy a las 18, en el auditorio de Maipú 555, con entrada libre y gratuita, Haydeé Schvartz en piano y Elías Gurevich en violín interpretarán obras de Guillermo Graetzer, Kurt Weill y Erwin Schulhoff, y según el sentido del ciclo, conversarán con Pablo Kohan sobre cómo trabajaron sobre las obras para interpretarlas. Participará también la historiadora Silvia Glocer, autora de Músicas del destierro (Gourmet Musical), un notable libro sobre cómo influyeron en la vida musical argentina los artistas que llegaron escapando a las atrocidades de los nazis y sus cómplices.
“Es muy importante poder generar un programa de concierto de estas características, no sólo por el valor artístico de estas músicas sino además por lo que en ellas se refleja, como producto de una época”, dice Gurevich a PáginaI12. “Este programa confirma el espíritu con el que se creó este ciclo hace once años, que tiene que ver con plantear programas temáticos que nos permitan también rescatar músicas que difícilmente se pueden escuchar en vivo en la actualidad”, interviene Schvartz.
La primera de las obras en programa es la inédita Sonata para violín y piano, de Guillermo Graetzer. Nacido en Viena en 1914, Graetzer es uno de los artistas que llegó a la Argentina para escapar a las atrocidades del nazismo. De sólida formación, se integró a la vida musical argentina como compositor y pedagogo, con una fecunda producción. “Con la ayuda de Silvia Glocer, encontramos esta sonata que tiene un significado histórico importante. Siempre es complicado recuperar algunos materiales y en este caso tuvimos sortear algunas dificultades, en este caso ligadas a que se trataba de un manuscrito”, señala Gurevich. “Sobre eso tuvimos que hacer un trabajo muy fino de análisis para poder tomar ciertas decisiones con propiedad sobre alguno pasajes que no estaban muy claros”, agrega Schvartz.
Además de algunas canciones de Kurt Weill, trasladadas al encuentro entre violín y piano, el programa culminará con otra obra poco frecuente: la Sonata nº2 de Erwin Schulhoff. “Es una obra impresionante, de gran envergadura. Se articula en cuatro movimientos y su lenguaje está atravesado por el jazz”, explica Gurevich. Checoslovaco de origen judío y comunista fervoroso, Schulhoff murió de tisis en el campo de concentración de Wulzburg en 1942. Su obra, extensa y original, resume la pasión humana de un hombre de su tiempo, entre la utopía y el horror. “La escritura de la Sonata nº2 es refinadísima. Schulhoff fue un músico ecléctico y de un talento descomunal. Poder ofrecer esta música en un ciclo como Manos a las obras es un privilegio”, acota Schvartz.
Impulsora y directora del Ensamble Tropi, Schvartz es una de las más impresionantes intérpretes del repertorio contemporáneo. Gurevich, por su parte, ostenta una trayectoria como solista, concertino adjunto de la Camerata Bariloche y primer violín de la Orquesta Filarmónica del Teatro Colón, además de innumerables experiencias de música de cámara. Convocados por Kohan para un ciclo de conciertos en el ámbito de Radio Nacional Clásica, hace once años Schvartz y Gurevich comenzaron con Manos a las obras, con el que obtuvieron numerosos reconocimientos, entre ellos el de los Premios Konex.
“Una de las ideas cardinales fue la de encontrar para cada concierto un concepto que nos permita generar repertorios variados y al mismo tiempo unidos por un hilo conductor”, asegura Schvartz. “De esta manera en estos años pudimos tocar la música central de los repertorios clásicos, de Bach a Mozart, de Beethoven a Brahms, a Bartok, hasta llegar a compositores menos frecuentadas, como Ferruccio Busoni, Charles Ives, Ottorino Respighi, Geroges Enescu”, agrega la pianista.
“Siempre tratamos de incluir compositores argentinos, que son parte de esta idea de universalidad que nos motiva a rescatar y proponer obras de las más variadas”, interviene Gurevich. “Otra de las consignas fue la de mostrar lo que sería la cocina de las obras, es decir cómo las fuimos trabajando hasta llegar a las versiones que mostramos. Eso nos permite de establecer otro tipo de contacto con el público y, desde nuestro lugar de intérpretes, conversar sobre por qué tomamos las decisiones que tomamos para cada interpretación”.