Empapadas, dos chicas con las caras pintadas de brillos verdes cantan en la calle. Entre ellas, una tercera chica de vincha roja dibuja un gesto que le nace de la panza y termina en el índice alzado de la mano derecha. Cae la tarde, llueve torrencialmente, al fondo se alza la cúpula del Congreso. Es una de las varias placas que la muestra anual de ARGRA (Asociación Argentina de Reporteros Gráficos), inaugurada en la Casa Nacional del Bicentenario (Riobamba 985), dedica a la ola feminista de 2018. Obtenida por Natacha Pisarenko durante la movilización de agosto al Congreso con motivo del tratamiento de la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo, la foto es la elegida como tapa del anuario que todos los años edita ARGRA, y que reúne el centenar y medio de fotos expuestas. En la contratapa del anuario, un sacerdote dominico intenta borrar, trapo en mano, una pintada sobre una pared. La pintada reclama “Aborto legal”, y el cura, que ostenta la actitud de un cazador furtivo, tiene un paño amarillo (el color vaticano) y un balde verde (el color del aborto legal). “Era todo tan perfecto que pensé que era una joda que me habían armado”, confiesa Gonzalo Martínez, fotógrafo de Página/12, que sacó la foto con su celular, fuera del horario de trabajo.
“Todos los años se elige para la muestra un tema predominante. Este año, ‘el’ tema pasó claramente por el feminismo, en todas sus variantes”, dice Martínez, uno de los dos fotógrafos de la casa que participan de la exposición (la otra es Guadalupe Lombardo, que presenta una instantánea en la que una persona en situación de calle duerme totalmente cubierta, a los pies de una muñeca erguida sobre un banco callejero). Su colega Gala Abramovitch piensa que el otro “tema del año” fueron las distintas formas de disidencia sexual. Algo que el estrepitoso beso (¿entre una trans y una chica?) que Pablo Cuesta capturó en la Marcha del Orgullo LGBTIQ de noviembre 2018 confirma a toda orquesta. Tanto como el otro beso, registrado por Julieta Ferrario, entre Maxi Cavada Vanoli y su novia Sofía, minutos antes de la cirugía de readecuación genital a la que el primero de ellos (la primera de ellas, una vez concluida la cirugía) se sometió en agosto de ese año. “Muchas fotógrafas somos lesbianas, incluso hay colegas travestis”, puntualiza Abramovitch. “La cuestión de género circula delante y detrás de cámara”.
La impresionante serie sobre mujeres quemadas por sus parejas, abordada por los fotógrafos free lance Belén Grosso y Sebastián Pani, expresa otro de los aspectos de la cuestión, el de la violencia de género. Esta serie, de la que se exponen cuatro fotos, fue gestionada en forma independiente por ambos profesionales. No les resultó nada sencillo visibilizarla. “Hay mucho rechazo por todo aquello que pueda ser considerado ‘chocante’ para las normas del buen gusto”, detalla Pani, que suele trabajar para el diario La Nación. “Hay otra cosa: puesta al lado de ciertas publicidades, esta clase de fotos ‘desentona’. Un editor del diario El País de España nos dijo literalmente que las fotos ‘le arruinaban’ el Mercedes Benz que tenía en la misma página.” Tras haber editado las fotos en forma de libro, a Grosso y Pani les queda ahora el “premio consuelo” de la muestra anual.
“Ese es uno de los objetivos de la muestra, el de poder exhibir aquello que el mercado deja afuera”, señala Victoria Gesualdi, que también se desempeña como free lance. Sobre una docena de entrevistados por este diario, la mitad se halla en esa condición. Signo del ajuste, la depreciación de las condiciones laborales, el recorte de personal y el cierre de agencias producidos en los últimos años. “Desde fines de 2017 hasta ahora cerró la agencia DyN, Telam produjo sus despidos masivos, el diario Clarín redujo su plantilla de fotógrafos a la mitad y La Nación tiene aún menos reporteros gráficos que Clarín”, apunta Pablo Cuarterolo, un privilegiado que trabaja en el diario Perfil, autor de una de esas fotos que hablan por sí solas. La obtuvo desde una posición panorámica, el día del tratamiento en Diputados de la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo. En ella se ve el tramo de la avenida Entre Ríos que está a la altura del Parlamento, cortado en dos mitades. Una, ocupada por quienes marchaban en apoyo de la ley; la otra, por sus opositores. Entre ambos grupos enfrentados, un tramo de la calle vacía, con un pequeño grupo de la Policía Motorizada funcionando como cuña entre ambas.
Otra foto que “habla sola” es una obtenida por Eva Cabrera, que tiene la fortuna de seguir trabajando en la agencia Telam y es la actual vicepresidente de ARGRA. En ella se ve, durante un acto de homenaje a Raúl Alfonsín, el busto erguido del ex presidente y, a un costado, un semiagachado Ricardo Alfonsín, su hijo. O la del “camarazo” de julio 2018, obtenida por Martín Acosta. En ella, miembros de ARGRA alzan sus cámaras frente a la sede de la agencia Telam, los ojos cubiertos por una venda negra, en protesta por los despidos de junio. O la que Pablo Gómez le sacó, literalmente al vuelo, a un trabajador de los Astilleros Río Santiago, en el momento en que es atropellado por un patrullero, durante las manifestaciones producidas en La Plata, en defensa de esa fuente de trabajo.
En tren de elocuencias visuales no puede pasarse por alto al pequeño grupo de familiares de los tripulantes del ARA San Juan, envueltos en banderas que llevan el nombre del ser querido, enfrentando un mar gris y una niebla agorera, cuando la catástrofe aún no se había hecho oficial (obra del marplatense Vicente Rizzi). En otra se ve al Secretario de Derechos Humanos, Claudio Avruj, solo y apretado entre uniformes militares. Qué decir de la fotaza obtenida por el patagónico Juan Pablo Barrientos, que el anuario honra con una doble página. En ella se ve un helicóptero de las fuerzas de seguridad que traslada al lonko mapuche Facundo Jones Huala, bajo el vuelo de un cóndor (signo que los mapuches interpretaron como de protección) y, en primer plano y sobre un costado, dos sombras desenfocadas, levantando bien alto el puño derecho.
En la sede de AGRA los fotorreporteros reclaman contra la “competencia desleal” que entraña la inundación icónica del espacio digital, que se expande en sentido inverso a la reducción de los planteles profesionales. “Vas a un acto y cada vez somos menos”, señala Fernando Gens, otro “privilegiado” de Telam, que también presenta una gran placa, disparada durante un tiempo muerto de las protestas, en la vereda en la agencia. En ella se ve, en medio de la oscuridad de San Telmo, la silueta de un hombre, emergiendo de uno de esos botes de basura gigantes. “Hay tantas fotos dando vueltas que durante las manifestaciones de la Ley de Aborto me crucé a fotografiar ‘el otro lado’, porque ya estaba aburrida de las imágenes sacadas ‘de este lado’”, testimonia la también free lance Flor Guzzetti. Junto al mencionado Juan Pablo Barrientos, Guzzetti es autora de una serie que estudia la vida cotidiana de los mineros de Río Turbio, yacimientos cuya sobrevida se vio amenazada, a lo largo del año, por la falta de presupuesto. “Se fotografían las marchas, el acontecimiento, pero a nadie le interesa lo que hay detrás”, protesta Guzzetti, quien subraya que esa serie, dominada por el color negro del carbón, no fue comprada por ningún medio. “La produjimos por nuestra cuenta, creímos que había que hacerlo”.
Dedicada a Diego Paruelo, fotorreportero fallecido este año a los 43 años, la 30ª Muestra Anual de ARGRA puede verse en la Casa Nacional del Bicentenario (Riobamba 985), hasta el 10 de agosto, con entrada libre y gratuita