Judith Revel no termina de entender los cambios políticos ocurridos en la Argentina. Ella que alienta el trabajo intelectual como una cartografía de las relaciones de poder inmediatas, de sus mutaciones presentes, descubre su desconcierto casi como una confidencia. Como una autora inspirada en Michel Foucault, discute con el intelectual francés la célebre sentencia que el poder y la resistencia son una tautología, una misma cosa. Para Revel, que llegó a Buenos Aires en octubre invitada por el Centro Franco Argentino de la UBA, la resistencia es todo aquello que las personas pueden hacer por sí mismas, su capacidad de subjetivarse. No se trata de considerar al poder como un fundamento sino de poner en evidencia la articulación entre prácticas, saberes e instituciones. Revel encuentra potencia militante en una teoría que parecía negarse a la acción.
Devenir mujer de la política es el título de la conferencia que brindó en La Paz en agosto de 2007, donde planteaba que las nuevas formas laborales flexibles, discontinuas, con horarios fragmentados y una gran invasión del tiempo de trabajo en la vida, promueven la condición femenina como el estado general del trabajo. No se trata de feminizar el mercado laboral porque más mujeres se integran a él, sino de sentir la doble o triple jornada, restringida anteriormente al terreno femenino. Ese trabajo que ya no está centralizado en la fábrica, que es intangible, es el espacio privilegiado donde el poder aplica sus estrategias para precarizar la vida. “Pienso que la biopolítica hoy se ha transformado e implementado nuevos dispositivos para buscar gobernar esa nueva producción”, explica Revel. “Hay un primer mecanismo que es la deuda. Las deudas individuales y así también la de los países porque la deuda es un mecanismo a través del cual unx hace obedecer al otrx. Las estructuras de los gobiernos en general están interesadas en que las personas y los estados estén endeudados desde el inicio hasta siempre. Tengo la sensación de que ahora asistimos a un nuevo fenómeno que es la descalificación de algunas vidas en comparación con otras. Algunas vidas valen más, otras valen menos y para explicar eso vamos a decir que algunas son más productivas y otras improductivas.”
Devenir mujer de la política es conquistar el espacio de lo común para propiciar nuevas formas de crear valor. La mujer también produce vida al hacer comunidad, al descubrir prácticas solidarias inéditas. Potenciar la vida es el mayor acto político pero “la vida no sólo es el contrario de la muerte.” Interviene Revel y complejiza lo incapturable del concepto. “No es el hecho estar vivx o, eventualmente, perder la vida. La vida también son las condiciones de la existencia. Lo que le interesa al poder es tener un control sobre esas vidas. Yo enseño filosofía de género y cuando hablo con mis estudiantes o colegas todxs vivimos en París y todxs somos universitarixs. La verdadera pregunta es cómo puedo construir un discurso o prácticas comunes con otras mujeres que no son parisinas ni universitarias. No es porque tenemos los mismos cuerpos que la identidad es inmediata. El tema sobre la Argentina es, cuando se ven todos esos paraguas de la enorme manifestación de octubre pasado, ¿qué va a salir de allí? Esa es para mí la pregunta.”
El poder siempre tiene mecanismos de captura para neutralizar todo aquello que funciona como resistencia. Cuando algunxs cuestionan que el discurso de Ni Una Menos haya sido tomado por personajes mediáticos misóginos podríamos decir, por el contrario, que eso demuestra la potencia de ese discurso y la necesidad de ser tomado por el poder. Lo veo más como una señal de potencia que de debilidad.
–El poder siempre intenta objetivizar los fenómenos de resistencia. Por ejemplo, decir las mujeres en general marchan en la calle es una objetivización, es la trasformación en un objeto de un sujeto. Lo que no quiere decir que no haya que manifestarse en las calles. Hay que hacerlo teniendo en cuenta que, de manera estratégica, habrá que encontrar formas de actuar distintas. Cuando incluimos otras determinaciones en el sujeto colectivo Las mujeres, por ejemplo, determinaciones de clase o de color, de origen y decimos que vamos a construir el común de las mujeres a partir de esas diferencias que existen, entonces el sujeto ya no es objetivizable porque los primeros que dijeron Las mujeres fueron los hombres. Les conviene. No es inevitable esa recuperación pero es necesario tener estrategias políticas para evitar esta reabsorción, sino es una debilidad política. El otro día estaba desayunando en el hotel y en la televisión durante cinco minutos hablaron de la manifestación de mujeres y luego, veinte minutos sobre los nuevos machos.
Usted propone construir una escritura narrativa por encima de una escritura teórica y menciona a Gayatri Spivak y espacios donde las mujeres cuenten su su propia historia sin jerarquías. ¿Considera que existe un límite en la teoría para abordar la violencia hacia las mujeres?
–No, pero pienso que hubo una práctica de la investigación no sociológica y una práctica de la narración, como en los estudios subalternos que no está hecha para dar informaciones, que no está hecha para ser testigo o no únicamente, está hecha para hacer existir a los sujetos porque un sujeto que fue objeto de violencia es un sujeto que fue negado y volver a tomar la palabra y hablar de sí mismo es volver a existir como sujeto. Por eso es muy importante que las mujeres hablen y no únicamente que hablen por ellas o que hablen de ellas. Aquí en la Argentina conocí a una colega que trabaja con mujeres que fueron objeto de violencia sexual, en particular política, y me dijo que lo más difícil es no hablar en su lugar sino dejarlas hablar y hacerlas constituirse como sujetos a través de la palabra. El hecho de tomar la palabra es una sublevación. Nosotras tenemos que crear las condiciones de posibilidad para esa palabra.