Con la presencia de David Lipton al frente, en reemplazo de Christine Lagarde, el directorio del FMI aprobó este viernes un nuevo desembolso del préstamo stand by otorgado a la Argentina en 2018. El monto que recibirá el gobierno de Mauricio Macri en los próximos días asciende a 5400 millones de dólares, lo cual le debería permitir cumplir con todos los vencimientos de deuda hasta septiembre, para cuando está previsto una nueva revisión, la quinta, y la liberación de un nuevo tramo del crédito por un monto similar al actual.
Una vez que el gobierno argentino acceda a los 5400 millones de dólares que se aprobaron en Washington, el país habrá recibido el 78 por ciento del crédito total. La reunión de directorio había sido anunciada el lunes pasado por Lipton, a través de un comunicado que ya anticipaba la luz verde para el desembolso. El director gerente sustituto se manifestó “complacido en anunciar que el personal técnico del FMI y las autoridades argentinas llegaron a un acuerdo sobre la cuarta revisión del programa económico respaldado por el acuerdo stand by. Sujeto a la aprobación del directorio ejecutivo, la Argentina tendría acceso a 5400 millones de dólares”.
Lipton elogió al Gobierno argentino “por sus continuos esfuerzos y la implementación firme de su programa de política económica”. El hasta el mes pasado vicedirector de Lagarde –en rigor, hombre fuerte del organismo, en su rol de representante de los Estados Unidos en la conducción—condignó que “las autoridades (argentinas) completaron todos sus objetivos fiscales, monetarios y de gasto social en el marco del programa respaldado por el FMI en el contexto de esta revisión”.
El programa de contingencia que le impuso el Fondo Monetario a la Argentina a mediados del año pasado fue, en la óptica de muchos analistas, una máscara para encubrir la situación de default en la que ya había quedado sumergido el país, tras dos años y medio de constante aumento en su nivel de endeudamiento y el abrupto corte del crédito internacional que el país sufrió a principios de ese año, ante la perspectiva de que no iba a contar con recursos para cumplir con sus compromisos.
El ritmo de endeudamiento fue paralelo, y más que ello la contracara, de la fuga de divisas implementada por los grandes capitales que operan y apuestan en el país, tentados por las altas tasas de interés en moneda local y las diferencias que logran en dólares al salir anticipándose a las megadevaluaciones. Desequilibrios de los que, esos mismos capitales, son principales impulsores. En vez de resolver esa fragilidad, el gobierno optó por tomar un megacrédito del FMI, cubrir con ello la salida constante de divisas, y comprometer a futuro la economía nacional, que este gobierno dejará inmersa en una aguda recesión y fuertemente endeudada con una fuerte concentración de vencimientos en los primeros años.