Después de varios cortos y de su primer largo Abrir puertas y ventanas (2011), que ganó el premio a Mejor Película en el Festival Internacional de Cine de Locarno y en el Festival Internacional de Cine de Mar de Plata, Milagros Mumenthaler (que en Mar del Plata también se llevó el premio a Mejor dirección) acaba de estrenar La idea de un lago, su segundo largo, basada muy libremente en el libro “Pozo de aire” de Guadalupe Gaona. Protagonizada por Carla Crespo como una fotógrafa, hija de un padre desaparecido, que está a punto de hacerse madre y acaba de publicar un libro donde indaga a través de imágenes en la ausencia de ese padre que nunca deja de estar presente, La idea de un lago es como su nombre lo sugiere una película mental, un mosaico de sensaciones y episodios en los que la memoria de la infancia enrarecida por el peligro se anuda con las tensiones del presente. Inés, la protagonista, vuelve desde el recuerdo a las vacaciones que su familia pasaba en una casona de Villa La Angostura, a la isla donde le sacaron la única foto en la que aparece con su padre, a la extrañeza de acompañar a una madre (Rosario Bléfari) que no podía dejar de esperar el regreso del que ya no estaba. Y mientras se cuestiona la posibilidad de armar una familia, se acerca al Equipo de Antropología Forense para buscar respuestas sobre el padre y comparte con la mamá lo mismo que compartimos todas las hijas: las disputas sobre el lugar que ocupa cada una en la historia, pero también las compras, la preparación de sábanas y vestidos, la potencia de las imágenes del pasado y de los vínculos de sangre intensificada por esa especie de umbral que es el tiempo de esperar un hijx.

¿Qué fue lo que te atrajo de “Pozo de aire”, el libro de Guadalupe Gaona en que está inspirada la película, y cómo fue el trabajo a partir del libro?

–Lo leí cuando estaba ensayando con las actrices de Abrir puertas y ventanas, es un libro que me llegó desde lo sensible más que desde lo intelectual, se me proyectaron enseguida unas secuencias visuales como punto de inicio. Yo venía de hacer mi primer largo, siempre me había interesado el videoarte pero nunca se me dio la oportunidad de trabajar una imagen más sensorial, que a través de una pequeña secuencia pudiera dar una sensación al espectador. Después de Abrir puertas y ventanas, de mucha espera de financiación, mucha escritura, de una película con todo muy calculado tenía la necesidad de hacer algo sin dinero, no esperar fondos, trabajar con más libertad. Entonces contacté a Guadalupe para decirle que tenía ganas de hacer algo con Pozo de aire, me contó su historia, cómo le nació el libro, y empecé a pensar que quizás ahí hubiera algo más grande. En un primer guión estaban solo las secuencias que tienen más que ver con lo visual y no tanto con un hilo narrativo, después me di cuenta de que había más cosas interesantes y empecé a investigar por mi lado. Ahí empecé a desarrollar los personajes, me ayudó conocer a Guadalupe porque noté que había algo en la educación de su madre que me hacía acordar a la mía, sentí ciertas conexiones con respecto a vivencias de la infancia, aunque por supuesto no tengo familiares desaparecidos. Pero una cosa de la película es que no trata de explicar a Inés en tanto hija de un desaparecido.

¿Y qué me podés decir de esta idea de que la protagonista esté embarazada? Porque de algún modo ese dato pone la película bajo ese tiempo tan particular de conectar con los antepasados, reescribir la historia.

–Eso es ficción, lo que Inés tiene del libro de Guadalupe Gaona es que es fotógrafa y está haciendo este libro en homenaje a su padre; Guadalupe también hizo ese camino de ir a buscar los lugares adonde ella y su padre posaron para la foto que aparece en la película, es algo que hicieron muchxs hijxs de desaparecidos. Con respecto al embarazo, yo ya había sido madre y además tenía una amiga que había decidido ser madre sola. Con ella hablamos mucho, su padre no fue un padre presente y entonces ella tenía esta idea de “Si mi madre pudo yo también”, esa cosa de reproducir la historia. Pensé que Inés también se podía cuestionar su relación, creer que ella iba a poder sola porque es lo que recibió de su madre, así se crió. Cuando fui al Equipo de Antropología Forense a hablar con Patricia Bernardi ella me decía que claramente Inés estaba en esa búsqueda para darle a su hijo las respuestas que ella nunca tuvo; por otra parte viste que cuando tenés un hijo te acordás de cosas que tenías totalmente olvidadas.

¿Cómo pensaste en La idea de un lago esa relación entre imagen y ausencia que también trabajaste en Abrir puertas y ventanas?

–Es un tema que venía trabajando desde mis primeros cortos; en Abrir puertas y ventanas tenía que ver con una cuestión de cámara, una cámara que representa a una persona ausente que está presente en esa casa, por decirlo así. En esta película lo que propongo es entrar en la cabeza de Inés y ver adónde nos quiere llevar ella, ese siempre fue el hilo conductor, uno de carácter más emocional. De ahí la manera en que planteo las escenas: cada una se abre y se cierra, y después pasamos a otra escena que, también, se abre y se cierra. Porque en realidad la película no tiene un orden, no hay una seguidilla de acciones donde el personaje tenga que llegar a algún lado. Se trata de encontrar lo que cuenta cada escena, que pasa mucho por lo íntimo. Por la misma razón no hay un pasado y un presente; en realidad todo es parte del presente, y lo que Inés se imagina con respecto a su padre sucede en el presente también. Por ejemplo cerca del final de la película Inés se ve a sí misma con dos años y siente que desde esa edad ya había un sentimiento de soledad, pero eso lo construye desde un ahora.

¿Y qué me podés decir con respecto a la decisión de que ciertas cosas no ocupen el centro de la escena, como cuando Inés y su hermano se van a sacar sangre para establecer la filiación con el padre y la película se enfoca en la madre (el personaje de Rosario Bléfari)?

–Siempre supe que quería hacer esa escena desde el punto de vista de Tesa, la madre, desde que empecé a leer sobre el tema. Después hablé con una amiga de mi mamá que era viuda de un desaparecido y me contaba que la carta más difícil que tuvo que escribir fue a los suegros para decirles que se volvía a casar, a juntar con alguien, algo que se podía leer como una traición. Es un punto que no se había desarrollado tanto y me parece muy complejo, quería mostrar qué le pasa a Tesa, que incluso si acompaña a los hijos, al no haber vínculo de sangre con el desaparecido es como que no está con ellos, o está sin estar.

¿Tenías en mente alguna película en particular como referencia cuando filmaste?

–Referentes puntuales no; sí te puedo decir que soy muy cuidadosa con el punto de vista, dónde se coloca el director respecto de la temática que toca y cómo la toca. Una película que me abrió la cabeza ya desde antes de Abrir puertas es Ruta Uno de Robert Kramer, porque me hizo ver cómo con una cámara se logra producir un sentimiento súper fuerte en el espectador. Y cuando estudiaba cine otro referente clave, además del Tarkovsky de El espejo, era una película como Malasangre de Leo Carax que tenía que ver con pensar la puesta en escena, yo soy una directora que como muchos directores argentinos piensa mucho en la puesta y no tanto en lo que sucede, me parece que es una marca del cine argentino actual. Me gustan las películas donde no tengo la necesidad de entender todo, que pueden tener fisuras pero que en esas fisuras se ve justamente un director atrás. ~

La idea de un lago se proyecta los sábados a las 18 hs. en el Malba, Av. Figueroa Alcorta 3415.