Aunque el irrebatible dicho pregone que la belleza está en el ojo de quien mira, es posible presuponer que pocos pares estarán en desacuerdo con la beldad del Fitzwilliam Darcy de Colin Firth, acaso el guaperas más gallardo en componer al flechado caballero de Orgullo y Prejuicio en la incomparable miniserie de seis episodios que lanzase la BBC a mediados de los 90s. De todas formas, no faltarán los corazones que favorezcan a Matthew MacFadyen en la cinta de Joe Wright, o, por qué no, a Daniel Vincent Gordh, quien compusiera al icónico varón en la libremente adaptada webserie The Lizzie Bennet Diaries. Pues, cualquiera sea la preferencia de fans y devotas contemporáneas, la “ciencia” ha determinado que ninguno de los susodichos se parece en lo más mínimo al galán que la genial Jane Austen debió tener en su cabecita al momento de escribir semejante obra maestra. Al menos, acorde a John Sutherland, profesor de Literatura de la University College London, y Amanda Vickery, docente de Historia de la Queen Mary University, que recientemente proporcionaron un “retrato históricamente certero” de Darcy, basando su trazo en las limitadas descripciones provistas por la autora (alto, buen mozo, de semblante noble), sus propias predilecciones románticas, y los estándares beauty de los tiempos georgianos. Que, sobra aclarar, distan tantísimo de los parámetros actuales.
Después de todo, de resignar propia inventiva por la flamante investigación -acompañada por la correspondiente ilustración del artista Nick Hardcastle (ver imagen)-, asumirá la lectora que el “verdadero” señor Darcy sería: un hombre ligeramente desnutrido, flacuchento y pálido, de nariz prominente, con mechas largas y empolvadas, atadas -conforme el look de época- en una colita. Además, refieren los estudiosos, de mentón puntiagudo, en tanto “la pera fina y la boca pequeña eran rasgos típicos de los nobles caballeros de aquel entonces”. “Mientras que la equitación habría desarrollado los músculos del muslo y de la pantorrilla de Fitzwilliam, es improbable que él hubiera compartido el pecho musculoso o los hombros anchos de Firth, puesto que no acostumbraban las clases altas levantar peso”, advierte la dupla en tema, comparando el posible físico del amado personaje “al del bailarín de ballet, no así al del fisicoculturista”. Conclusión que ha llevado a que sitios como Jezebel se preguntaran: “¿Será que este héroe romántico luce como Orlando Bloom en El Señor de los Anillos?” Salvando las orejas del elfo, la comparación es –por le menos– atinada...