"Mirá, es muy raro encontrarse con una persona que nunca conociste -me refiero a sentir que es alguien con quien tenés cosas extrañamente en común- y que además sea una megaestrella, alojado en una especie de imposible, de utópico. En el imaginario, Bowie es el más alejado, además cambiaba continuamente de forma, ¿no? (risas). Pero lo más extraño de todo esto es que cuando estás tocando sus canciones, conectás con su increíble mundo", explica Andrea Prodan a Rosario/12.

Cincuenta años de la edición de Space Oddity, de David Bowie, ese disco que crece con cada escucha. Hacia allí, entonces, la nave que despega por estos días en Parque de España -De acá a la luna-, con la mira puesta en el satélite, entre actividades diversas y una Odisea Especial: Bowie Remembered, a celebrarse este domingo a las 20, en el Teatro Príncipe de Asturias (Sarmiento y el río). Andrea Prodan revisitará el disco amado, junto a Alejandro y Diego Kurz, Martín Luchina, Daniel Digon y Guido Pérez Fantini.

La sensibilidad encontrada en Bowie, dice el músico y actor, a la par de esta odisea en cauce, "me abrió una curiosidad muy grande sobre él como persona. Así que empecé a ver entrevistas suyas en YouTube -increíble fuente de información- y me encontré con alguien diametralmente opuesto a lo que pensaba, en el sentido de ser una persona bastante tímida, que dice la verdad continuamente, hasta sobre sí mismo, se autoanaliza. Una persona muy atenta a la mirada que tienen sobre él también. Así que fue increíble este viaje, ya sólo por esto".

-¿Recordás cómo y cuándo llega a vos Space Oddity?

-No soy de esos que recuerdan qué estaban haciendo cuando murió alguien, como Lennon o el mismo Bowie, pero sí te puedo decir que recuerdo perfectamente cuándo escuché Space Oddity. No sé si fue la primera vez, pero me acuerdo muy claramente del momento: mi hermano Luca tenía una casita, que mis padres le habían hecho dentro de una antigua torre, en Tarquinia, pueblo medieval italiano donde vivíamos. Luca escuchaba muchos discos ahí adentro. Vivía como en un estado caótico, con los discos tirados por el piso, y su tocadiscos era el gran altar del lugar. Recuerdo verlo a Luca, nueve años más grande que yo, escuchando este disco con una cara de profunda concentración. Como niño me estaba pasando una doble cosa: primero, la fascinación de ver a mi hermano tan copado con algo, chupando esa información musical; y segundo, que esa música me estaba haciendo algo químicamente a mí también, una especie de hechizo, de belleza. Eso fue cuando salió el disco, así que imaginate, yo tenía 7 años, y me quedó impreso.

Su hermano Luca le hizo descubrir Space Oddity.

-¿Cómo surge Bowie Remembered?

-Hay una especie de borde muy sutil, que tenés que cruzar cuando encarás una cosa que es un homenaje, un tributo o una banda de covers, cosas que yo francamente detesto. ¡A mí no me gustan las bandas homenaje! Por eso, siempre he armado mis bandas, y después puedo tocar algunos covers, pero sólo si tenemos ganas. Y mirá, ¿qué es lo que estoy haciendo ahora? Increíble (risas). Primero, hay un enorme respeto al músico que vos encarás. En este caso, Bowie casi da miedo, porque creo que no muchos se animan a tocar Bowie; primero porque tenés que ser un cantante de la hostia, conocer muy bien el inglés y los acentos que él utiliza en sus temas; segundo, la música suya es aparentemente muy compleja de tocar, pero yo tengo una banda tan increíble, que me siento como viajando en un Rolls Royce o manejando un avión, una maravilla. La tercera cosa es que vi Celebrating David Bowie, el show de Adrian Belew, el gran guitarrista ex Frank Zappa, ex King Crimson, ex Talking Heads, que vino a Buenos Aires con ex músicos de Bowie. Hizo un show hace unos meses que me voló la peluca. La sensación fue tan poderosa que cuando volví a mi casita en Traslasierra no podía dormir de noche, como un pendejo de 16 años que vio el mejor show de su vida. Y ahí decidí llamar a mis amigos, Ale Kurz y su hermano Diego, que tienen su banda El Bordo, son amantes de Bowie y lo tocan a la perfección, con esa energía británica, esa precisión y vuelo muy british. En muy poco tiempo armamos una re-banda, de músicos jóvenes, y esto me tiene contento también, porque no son los papas del rock argentino o personajes que yo pueda adorar. Así que es todo un enorme regalo de Bowie y, no sé, del cielo.

"Hay un borde sutil que uno tiene que cruzar cuando encara un homenaje. Detesto las bandas tributo, y ¡mirá lo que estoy haciendo ahora!".

-¡Qué hermoso, quedarse sin dormir por la música!

-¡Por favor! Tenía adentro de la sangre algo hirviendo, y tenía que hacer algo. Argentina tiene eso, siempre algún loco se suma al proyecto y se hace, no es como en Europa en donde tenés que poner 300 mil euros antes, acá es vamos y vemos, y la calidad es buenísima, alta calidad. Yo creo que hay alguien que nos está ayudando, desde otro lugar. No quiero decir quién, si es Luca o Bowie, pero algo muy especial pasó porque se dieron muchas coincidencias.

-Me gusta pensar que es el espíritu rockero, ellos lo fueron todos los días de toda su vida.

-Ellos construyeron su vida alrededor de un sueño de libertad, creativo, en continuo cambio. No se ataban a nada. Yo aprendí eso de mi hermano: si algo no te gusta, dejalo y tené el coraje de meterte en la próxima cosa. Bowie es el emblema de esto. Tengo 58 años y me siento más joven ahora que antes.

 

Bowie grabó ese disco emblema en 1969. Hizo historia.