“Ella debería explicar porqué es atea, marxista y abortista”, decía Carlos Ruckauf allá por 1999 cuando competía por la gobernación de la provincia de Buenos Aires contra Graciela Fernández Meijide. “Es de origen marxista”, dijo Miguel Angel Pichetto días atrás sobre Axel Kicillof. Ruckauf también calificaba a Fernández Meijide y a la Alianza como “la cabeza de playa de la socialdemocracia marxista europea”. Ahora, María Eugenia Vidal reemplazó a la casi extinguida socialdemocracia por La Cámpora, que no sabemos si es marxista pero sí que es abominable, no hace falta detallar motivo. Veinte años de distancia entre una campaña y otra, los parecidos son llamativos.
Ruckauf era por entonces vicepresidente de Carlos Menem y se presentaba como candidato a gobernador de la fórmula Eduardo Duhalde-Palito Ortega. Las encuestas le marcaban que la mayoría de los bonaerenses se identificaban como cristianos y uso en marcha una estrategia insólita, en la que incluso se llegó a sacarse fotos rezándole a la Virgen con un rosario en la mano. Mechaba esas apariciones con declaraciones tales como que le daría a la policía balas reforzadas que pudieran atravesar los chalecos que supuestamente usaban los delincuentes. “Yo convivo con todo el mundo, soy un demócrata”, le decía al diario español El País en una entrevista en octubre de 1999, donde definía a su adversaria como “marxista y anticristiana”.
Identificada con la defensa de los derechos humanos, los bonaerenses no conocían muy bien a Fernández Meijide y Ruckauf se aprovechaba. Cuando le preguntaban por alguna declaración que desde la Alianza habían dicho sobre él, respondía: "No me van a sacar una palabra que signifique un agravio, así que no voy a contestar a los agravios." Lo más increíble fue que una estrategia tan burda dio resultado y Ruckauf ganó, aunque para eso fue fundamental los votos que recibió de las boletas de la UCeDé y de Acción por la República, el partido de Domingo Cavallo. Como gobernador, Ruckauf designó como su secretario de Seguridad a Aldo Rico -reivindicado por el gobierno de Mauricio Macri en el desfile del 9 de Julio-, empapeló de patacones todo el país y aprovecharía la crisis de 2001 para escapar del cargo y tirárselo por la cabeza a Felipe Solá.
Pichetto era por entonces vicepresidente del bloque de diputados del PJ y en el Consejo de la Magistratura defendía todas las tropelías que cometía el menemismo en Tribunales. Veinte años después se siente a sus anchas como recién llegado a un oficialismo cada vez más identificado con un discurso de derecha. “El peronismo lleva en la provincia de Buenos Aires a un hombre que tiene sus orígenes en el Partido Comunista”, lanzó después de compartir un almuerzo en la Costanera con el "ala peronista" del macrismo. Desde hace un tiempo Pichetto busca instalar la idea de que el verdadero peronismo es reaccionario y xenófobo. El verdadero peronismo entonces pulula por restaurantes caros y viste camisas celestes y chupines como los convocados allí, alejados de las prácticas de Kicillof, quien desde hace meses viene recorriendo las localidades de la provincia en campaña minimalista a bordo de un Renault Clío. Fue como si le dijera a Cambiemos “es por acá” y le hincaron el diente a la campaña sucia. “Kicillof tuvo formación marxista, ¿se le curó esa mirada?”, dijo Jorge Macri. Como ya es muy conocido, la tesis doctoral de Kicillof fue sobre John Maynard Keynes, el economista británico que contrapuso al liberalismo la idea de una mayor intervención estatal en la economía, pero lejos del marxismo.
Vidal agitó otro fantasma. “La Cámpora va a gobernar. Kicillof es Máximo, no tengo dudas. Por eso hicieron este armado”, le dijo a Lanata. Después de un reportaje en el que también criticó sucesivamente a Alberto Fernández, Cristina Kirchner, Sergio Massa y Daniel Scioli, le comentaron que Verónica Magario había dicho que ella era “insensible” ante la situación que atraviesan los bonaerenses. “Eso para mí es un agravio y yo no voy a contestar agravios. Nunca hice política así”, respondió. Sí, veinte años después, la mirada Heidi busca repetir el efecto de aquella sonrisa de dientes blancos de Ruckauf.
En este tiempo nuestra sociedad evolucionó. Se aprobó el matrimonio igualitario, el aborto consiguió la media sanción en Diputados. Los celulares e internet se introdujeron en nuestro hábito cotidiano, pero con ellos también se popularizaron las fake news. ¿Podrán hacerlo de nuevo? ¿De verdad veinte años no es nada?