El oficialismo ataca a la oposición por boca del Presidente Mauricio Macri, el jefe de Gobierno porteño Horacio Rodríguez Larreta y la gobernadora bonaerense María Eugenia Vidal, los tres candidatos a la reelección, y el Frente de Todos o esquiva o repele el ataque.
Raúl Timerman, cabeza de la consultora Grupo de Opinión Pública, sugiere “diferenciar entre campaña negativa y agresividad de campaña”. Opina que hoy ambos bandos, Juntos por el Cambio y el Frente de Todos, son agresivos. “No recuerdo de Raúl Alfonsín hasta acá una campaña en que dos candidatos se hayan acusado de mentirosos, como Macri sobre Alberto y Alberto sobre Macri, y si llegamos al ballottage faltan cinco meses.”
Para Timerman, la campaña del miedo puede ser muy útil. “Depende de quién se trate, el miedo a que vuelvan o el miedo a que sigan. Si uno toma las razones por las cuales los votantes del Frente de Todos lo hacen, seis sobre ocho son económicas. El miedo al que sigan es el miedo a la situación económica y empeore. El miedo a que vuelvan, dicen, sería el miedo a que vuelva la corrupción.”
Un estudio del Grupo de Opinión Pública registra que entre quienes votarían al Frente de Todos, las razones son “para que haya más trabajo”, “para reducir la pobreza”, “para mejorar la distribución del ingreso”, “para mejorar las jubilaciones y pensiones”, “para que suban los salarios”, “para lograr un cambio en la economía” y recién al final “para lograr un cambio en la política”. Los motivos esgrimidos por los votantes de Macri-Pichetto son “para evitar que ganen el kirchnerismo y CFK”, “para que haya más inversiones internacionales”, “para profundizar la democracia”, “para que se reduzca la corrupción pública”, “para lograr un cambio en la economía”, “para que se reduzca el narcotráfico” y “para que se reduzca la inseguridad”.
Añade Timerman: “Nuestros focus gropus muestran que incluso muchos de los que votaron a Macri tienen miedo de que Macri no pueda sacarlos de la angustia económica”.
Impunidad
Alberto Quevedo, sociólogo y director de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, advierte que el Gobierno emprendió a la vez una campaña sucia y una campaña “blanca”, que en rigor no lo sería tanto. “Hay inventos de la magnitud de algunas obras públicas o inventos de presentar como originales de esta gestión proyectos que empezaron hace muchos años. Macri está tejiendo un relato que funcione como el antirrelato respecto del kirchnerismo. Dentro de ese relato antirrelato los datos serán inflados y se presentarán sin verificación, aprovechando la enorme impunidad que da el aparato estatal y el aparato oficialista de propaganda. Como tienen poco para mostrar en economía, porque todo anda mal, muestran obras o supuestas obras”.
El director de Flacso señala que hay que prestarle atención al tono de campañas que no son del Gobierno pero están relacionadas con un clima de obras. “Grandes empresas privadas que quieren ayudar a Juntos por el Cambio están en esa tónica, y a veces cuesta diferenciar cuál es la publicidad del Estado, cuál la de los candidatos y cuál la de las empresas.”
Historia
Quevedo recomienda hacer un poco de historia y recordar que las campañas sucias no empezaron ahora. “En 2015 Aníbal Fernández sufrió el ataque de Jorge Lanata que lo ligaba a una supuesta trama de narcotráfico hasta hoy no probada”, dice. La diferencia, según Quevedo, es que hoy la campaña dura por parte del oficialismo corre por cuenta de los propios candidatos, y no solo de Macri sino de María Eugenia Vidal. Otra diferencia es el protagonismo de sectores de la Justicia federal. “Justo en medio de la campaña Alberto Fernández fue citado a como testigo por declaraciones viejas en contra del Memorándum de entendimiento con Irán”, dice el investigador.
¿Qué deberían hacer los candidatos? Para Quevedo, como “hay muchos actores y una multiplicación de voces por parte del oficialismo, si el candidato contesta uno por uno los agravios quedará preso de una riña de gallos que espanta votos”. Lo ideal sería lo contrario. Un mensaje de este tipo: “Nosotros no hacemos campaña sucia sino que hablamos del futuro”. Es más o menos lo que hacía Macri en 2015: “Los políticos se pelean, yo propongo cómo resolver los problemas”.
Timerman opina que Alberto Fernández debería desmitificar ese miedo. “Tendría que preguntar públicamente a qué le tienen miedo los que dicen tenerle miedo al Frente de Todos. ¿Alguien puede tener miedo a las cadenas o a CFK hablando como maestra ciruela? ¿Miedo a un sistema de corrupción en torno de la obra pública? Puede ser. Pero entonces fijémonos quiénes son los acusados. Están todos presos. Ninguno de ellos podría volver al Estado. Y los que rodean a Alberto son jóvenes que no estuvieron en el Gobierno.”
Ejes
El consultor Ricardo Rouvier analiza que cada lado, Cambiemos y el Frente de Todos, tiene ejes negativos que serán utilizados por el contrincante. “Uno es el eje económico y el otro es el eje del pasado, la corrupción y la presunta venezuelanización. Los spots de obra pública del Gobierno comenzaron antes de lo que fija la ley. El Frente de Todos cumplió con el cronograma previsto y buscó equilibrar algo que rompe la tradición: la vice es la que tiene los votos y eligió al candidato. La manera de equilibrar esa situación es buscar un posicionamiento de Alberto. Que sea conocido y que esa actitud que muestra. Se lo ve con alegría al comunicarse. Rompe la pantalla y logra conectarse con el receptor.”
Según Rouvier la campaña del oficialismo “sigue con el tema de obra pública, no habla del resto de la economía, trata de generar una nueva esperanza y señala la negatividad del adversario”.
Dice Rouvier que al final del todo, en un eventual ballottage, ganará la fuerza política que concite menor negatividad que la otra. “En definitiva esta campaña se ha convertido en una dialéctica de negatividades, de un lado y del otro.” ¿Y las propuestas? “Creo que eso va a venir más adelante.”
Sindicatos
En el anticipo de una entrevista concedida a Marcelo Longobardi para CNN, Macri cuestionó con nombre y apellido a dirigentes sindicales como el camionero Hugo Moyano y el bancario Sergio Palazzo. Marta Novick, investigadora del Conicet y directora de la carrera de Relaciones del Trabajo en la Umet, le otorga importancia a la carga contra los dirigentes gremiales. “Macri ataca a los sindicatos porque va en contra de las luchas históricas de los trabajadores y marcha hacia un modelo de flexibilidad. Detrás de su ataque están la reforma laboral para precarizar el empleo y la reforma previsional. También la habilitación de despidos sin indemnización, como ya sugieren públicamente algunos empresarios, y reducir los costos laborales como si fuera cierto que los países competitivos (es el caso de Alemania) tuviesen menor costo laboral, cosa que obviamente es falso.” Novick reflexiona que “si no se entiende la relación capital-trabajo como asimétrica, será imposible comprender qué propone Macri”. Otra parte de la campaña de agresión supone, según la investigadora, “ir en contra de la institucionalidad laboral, que la Organización Internacional del Trabajo e inclusive el Fondo Monetario Internacional definen como un factor que ayuda a reducir la desigualdad”. Esa institucionalidad estaría compuesta por “la negociación colectiva centralizada, el salario mínimo y la inspección del trabajo”.
Apunta Marta Novick que “no es lo mismo el sindicalismo que los sindicatos, porque no es lo mismo negociar individualmente que de manera colectiva, y por eso la agresión contra los sindicatos”.
Bardahl
Gastón Garriga, editor del libro “Campañas moleculares” y miembro del grupo de comunicación “Nomeolvides”, propone frente a la campaña de odio lo que llama “Doctrina Nicolino Locche”, por el nombre del boxeador nacido en 1939 y muerto en el 2005, y apodado “El intocable”, que “al esquivarlos ridiculizaba a los rivales”. Garriga viene dirigiendo talleres “para trabajar la escucha empática y el reconocimiento del votante que fluctúa o está indeciso, y luego liberar el potencial creativo de los asistentes”. Da un ejemplo: “En uno de los grupos a alguien se le ocurrió argumenta que los dólares del FMI son como un Bardahl. Le ponen un aditivo para aumentar la compresión de una economía que Macri fundió”. La pregunta de campaña que surgió en el taller, cuenta Garriga, fue ésta: “Si no comprarías un auto fundido, ¿votarías a un Presidente que solo sabe poner Bardahl?”.