Cuesta creerlo y duele. Después de casi cuatro años de Cambiemos el país está deteriorado hasta extremos impensados. Que Mauricio Macri iba a hacer un gobierno de ricos para ricos se sabía. Pero pocos podían imaginar la impericia para conducir que exhibió. El debate con Daniel Scioli es un documento histórico porque en él Macri lanza una serie de promesas que (salvo una, a lo sumo, con buena voluntad, dos) no habrá de cumplir. Pero no sólo eso. Su gobierno ha mostrado una serie de actos y medidas contra los más débiles que han sorprendido desprevenidos e inermes a las mayorías del país. De aquí que durante los primeros meses de su gobierno muchos se sintieran mareados y hasta deprimidos ante una gestión veloz y agresiva. Cambiemos había venido a castigar al pueblo argentino. Contó con muchos cómplices que se le unieron y le posibilitaron sus triunfos en el Congreso Nacional. Fueron los llamados opoficialistas. De los cuales Miguel Pichetto es el máximo ejemplo.
En su corta temporalidad Cambiemos ha transformado en miserables los salarios de los trabajadores, ha creado innumerables hambrientos e indigentes, la pobreza pasó el 35%, los jubilados están desamparados y no pueden comprar los medicamentos que necesitan y hasta se largan a llorar cuando escuchan los precios, están condenados vivir enfermos o a morir lentamente, la inflación llegó al 57% y ahora está en 53, la tasa de interés impide tomar un préstamo, pero la necesitan para mantener estable el precio del dólar, los negocios cierran, las pymes bajan las cortinas, hay más de siete mil personas en estado de calle sólo en la ciudad de Buenos Aires y varias otras calamidades.
Cuesta creerlo y duele, así empezamos. Sabemos ya lo que cuesta creer aunque ya lo creemos sin dudar. ¿Qué es lo que duele? Ante todo, la situación de los hambreados, los empobrecidos, los arrojados a la calle por empresarios insensibles, por gente que odia a los obreros porque son “la negrada” o son kirchneristas. Eso duele. Pero también --y mucho-- duele que este gobierno desastroso tenga todavía posibilidad de ganar en las elecciones de octubre. ¿Qué clase de pueblo tenemos? ¿Les gusta sufrir? ¿Les gusta la sensación del abismo? Que apoyen a Macri las grandes empresas (aunque La Campagnola tuvo que cerrar), los sectores energéticos y los antiperonistas irredentos es algo que se comprende. Pero votan y sus votos no se cuentan por tres o por diez, sino por uno. ¿Por qué Macri mide tan alto en las encuestas, arregladas o no? Hay mucho odio. Hay algunos que llegan a decir: “Prefiero cagarme de hambre antes que votar a la yegua”. Prefieren sufrir. Pasar hambre y frío, pero no darle el voto a CFK. ¿Qué les despierta Cristina? ¿Qué hizo para merecer tanto odio? Lo de la corrupción no está demostrado y según el brillante abogado Beraldi no existió. Las cadenas nacionales no son para tanta pasión odiadora. Al cabo, los medios argentinos también están en cadena. ¿O no sabemos eso? Lo sabemos y también sabemos que ahí reside buena parte del éxito de Macri en las encuestas. Pero aun así no alcanza. Hay un programa que sale en YouTube y se llama “País de boludos”. ¿Vivimos en un país de boludos? ¿La gente vive en “estado de interpretado”, según la frase de Heidegger para la “existencia inauténtica”? No, son más peligrosos que boludos. Son odiadores y algunos hasta son masoquistas. Les gusta pasar hambre con un gobierno de CEOs antes que comer con un gobierno populista.
La situación es grave. Jamás ganarían en primera vuelta, pero si llegan al balotaje se le unirán todos menos los Fernández. Por uno o dos puntos pueden ganar. Y esto sería el fin de la Argentina porque Macri piensa hacer lo mismo pero --según se sabe-- “más rápido”. Promesa que (ésta sí) cumplirá porque expresa su desdén de patrón por el pueblo argentino.
Para colmo, nos azotó una ola polar despiadada. Sólo el corazón del macrismo es tan frío. El frío desnudó todavía más las miserias del gobierno. Vivir bajo cero y en la calle es impiadoso. Muchos buscaron refugio en los clubes de fútbol, que abrieron sus puertas empezando por River. Fue un espectáculo triste. Se dice que este país produce alimentos parar cuatrocientos millones de personas. ¿Dónde están? ¿Quién se los lleva? Ocurre que la desigualdad es agraviante. Que la brecha entre ricos y pobres es cada vez más grande.
En suma, no hay que dar las elecciones por ganadas. El macrismo sabe cómo ganarlas y se ha lanzado con toda su furia a la campaña para hacerlo. Axel Kiciloff --dice-- es “marxista”, es la Cámpora, es el intervencionismo estatal comunista. Ellos son el frío. Nada los define mejor. Y si ocurre la desgracia de que ganen tendremos que acostumbrarnos a vivir bajo cero. Frío en los bolsillos, frío en el estómago. Frío en el alma.