Sólo hay tres formas para conocerse.
1. Ir a algún lugar y descubrir, entre el fango de las miles de personas, una gema de oro: alguien que nos llamó la atención por lo bello, por lo estúpido, por lo gracioso, por lo pesado, por lo caradura, por la cantidad infinita de problemas, por lo amoroso, por lo inescrutable; alguna característica que vaya bien con nuestra neurosis o con nuestra desesperación de conocer a alguien que nos quiera.
2. La presentación: el famoso “tengo alguien para presentarte ideal para vos”. Esas palabras nos llenan de curiosidad, no sólo para conocer al agraciado/a que nos tiene destinado nuestro amigo/a sino para ver cómo nuestro amigo nos ve a nosotros. Suele ser el método más eficaz porque nos saca de encima la penosa decisión de elegir. Si tantas veces nos hemos equivocado con relaciones anteriores, mejor sería que eligiera alguien por nosotros, y si ese lo consideramos una persona valiosa, seguramente no querrá el mal para nosotros.
3. Conocer a alguien por medio de aplicaciones . A pesar de la variedad que encontramos en el mercado, todas tratan de sectorizar gente por perfiles. En muy poco tiempo, como en otras cuestiones, estamos frente a la tiranía de las aplicaciones: son actualmente las más audaces y las más usadas a la hora de relacionarnos con gente nueva.
Ya con la lista de todas las posibilidades de llegar a otro que nos pueda cambiar la vida o al menos un rato, veamos los pros y contras de cada una de ellas.
1. Ir a un lugar significa mover el culo: eso sale plata, un culo para mover tiene que estar vestido, presentable. La plata no es un problema menor, hoy en la argentina de las pymes al borde de la extinción por las políticas de Macri es difícil tener el dinero y el ánimo para salir, aparte que afuera están los chorros, los violadores, los indigentes, los problemas de tránsito. Por lo mismo, esta manera de conocer gente es épica, cuando se da la oportunidad de que salgamos, y lo hacemos, y vemos a alguien que nos llama la atención, el efecto es mágico, no hay nada comparable con ese momento donde alguien nos sostiene la atención como un alfiler de gancho.
2. Las presentaciones siempre implican una demanda agregada, no solamente debemos comportarnos de una manera determinada sino actuar para que la persona que nos presentó también quede conforme. Pero por lo general siempre hay uno disconforme, alguno queda excluido, o no se siente bien representado por las condiciones amatorias del otro. No es el mejor método para los tímidos ni para los ansiosos, pero la enorme ventaja es que no tenemos que elegir y eso es una salida posible a nuestra historia amorosa pasada.
3. Las aplicaciones son una forma frecuente y para muchos novedosa, tiene límites en cuanto al romanticismo pero, hoy en día, a quién le importa. El otro día en un casamiento, la jueza de paz les preguntó a los futuros consortes cómo se habían conocido, ellos delante de todos y todas, dijeron: “Por una T”. Fue genial el desconcierto de la jueza. Son ventanas que se abren y cierran y cada cual, como un simple parpadeo, roza la pantalla del celular con un like y si el otro hace lo mismo, se abren dos ventanas al mismo tiempo y te encontrás frente a un posible otro.
Los métodos de las aplicaciones, más allá de las diferencias entre una y otra, son muy ingeniosas, sumamente eficaces y directas. Utilizan seis variables diferentes que producen interesantes entrecruzamientos: cercanía, franja etaria, aspecto físico (género), inclinación sexual, breves palabras sobre sí mismo, presencia on line. (Podríamos sacar muchas hipótesis acerca de cada una de estas variables pero solamente remarcaremos que, en las teorías del género, se discrimina sexo, género e inclinación sexual. Las aplicaciones tienen otra forma de pensar: sexo y género lo amalgaman a aspecto físico y ubican un segundo elemento en la inclinación sexual manifiesta).
Pero ninguna variable es eficaz sino para un sujeto, cada cual debe enfatizar a cuál de ellas le dará prioridad. Escuchamos un montón de relatos en nuestros consultorios que resaltan una sobre la otra: “Me encantó lo que puso hablando de sí mismo”, “vivía recerca de casa ¡cómo no lo había visto antes!”, “era una foto increíble, me preguntaba si ella sería realmente así”, “cada vez que le hablaba, contestaba rápido, siempre picante en sus comentarios”, “quería lo mismo que yo en lo sexual”, “Tenía esa edad”.
Cada cual ordena las variables según sus posibilidades, a veces no se piensa mucho y finalmente es la/el que da bola. Todo parece muy controlado pero lo inesperado se sale con la suya. Los seres humanos hacemos trampa. Hasta el más honesto tendría tantas cosas para cuestionarse si fuera totalmente honesto, la verdad humana se desarrolla en el campo del discurso, donde lo dicho, la intención y la dicción no están alineados para el mismo lado. Las aplicaciones conocen esa característica humana, están hechas para no decir la verdad sino en el horizonte de la exageración, de los filtros, del maquillaje, del tuneo.
No podemos aseverar que sean vínculos que nazcan de la falsedad sino de aquello que solamente habla de un instante que hemos vivido, aquella foto que fue tomada en el mejor día de nuestras vidas en ese lugar que nunca volveremos. No se puede pedir autenticidad porque todo habla de nosotros pero nadie habla de sí mismo, somos perfiles de nosotros mismos, somos emoticones de nuestras emociones, somos frases de nuestros discursos, somos gestos de nuestras miradas.
La intimidad no es bien recibida. Nadie que cuente algo de sí mismo será tomado en serio. Se trata de construir una identidad diferente a la de todos los días, se trata de la famosa y estudiada “identidad virtual”, de una construcción “virtual pero real” que se ha construido sobre nosotros. No se trata de que alguien mienta escondido tras el anonimato, se trata de cómo el otro encuentra en esa identidad virtual señales de familiaridad: ¡le gusta el mismo grupo que a mí!, ¡le gusta leer!, ¡hace gimnasia!, ¡tiene auto y puede pagar una salida!, ¡quiere casarse y tener hijos! Alguna mínima señal alcanza para depositar toda la confianza allí, en éste. Una delirante señal de partida que nos permita volver a confiar que el amor es posible en nuestro mundo virtual.
Una mujer o un hombre, como siempre, tienen que llevar adelante una elección difícil, abrir la puerta a un extraño, y esto es el gran salto, si no estamos en una época de ir de un lugar a otro, si el esfuerzo cansa, tenemos una aplicación gratuita que trabaja para nosotros, ¡para qué abrirle la puerta a un extraño! La tecnología ha nacido para hacer más confortable nuestras vidas, y lo ha conseguido. Pero lo que no estamos seguros es si esa aplicación quiere que le abramos la puerta a ese desconocido, es más, quisiera que no lo hicieras. Una mujer abre una aplicación, busca a alguien, no es tan difícil, busca por edad, cercanía a su ciudad y aspecto. No le gustan los chicos perfectos, tienen que tener algo en la cara, un gesto, la mirada, ¿qué verá el otro en mí? Ya se lo preguntará aunque eso no se pregunta. Pero siempre tendrá que decir lo mismo: “sos una de las primeras persona que conozco en serio” y que, ahora que lo conociste, ya no tiene sentido estar en esta aplicación y que ¡ya la borraste!
Las aplicaciones no son (auto) destructivas como los seres humanos. Lo que desean es que la pases bien y que cuando termines lo vuelvas a pasar bien. Quizás al final del camino puedas abandonar la aplicación pero siempre podrás volver a ella. El ser humano ya no tiene la difícil tarea de elegir con quién estar, deja a la aplicación que busque por las identidades virtuales los mejores y peores encuentros, siendo una aplicación inteligente, no te da todas las respuestas servidas porque sabe que los seres humanos somos “contreras” al deseo del otro, entonces nos hacen sufrir múltiples incertidumbres hasta querer huir de este mundo, y ¿con quién huís sino con el amor de tu vida?
Todavía no se puede decir tan claramente sino a través de las aplicaciones que deseás pasar un buen rato y nada más. El ser humano siempre peleará contra esas aplicaciones porque a diferencia de su lógica, el ser humano quiere trascender la inmediatez, o mejor dicho, no soporta solamente pasar un buen rato porque ¿no te dan ganas de volver a tenerlo? Las paradojas de los lazos afectivos. El ser humano no solamente desea un cuerpo vivo para gozar sino otro ser humano que hable, que se mueva, que tenga sus vericuetos y sus hazañas, un cuerpo lleno de marcas de la vida. La presencia de una noche que valió la pena no es poco, pero cuando bailamos en la cubierta de un barco que naufraga, desespera, ama algo lo lleva a querer otro abrazo u otro beso.
El autor es psicoanalista, escritor, docente universitario.