En un momento en la novela, El plantea que “la renuncia de la literatura de ficción a su tarea de inventar (…) le parecía peligrosa al tiempo que reveladora de los tiempos que se vivían”. ¿Por qué hay un descrédito en torno de la ficción entendida como invención?

–Habría que propiciar un nuevo consenso en torno a lo que es ficción, una forma de decir que lo que deberíamos pensar es la manera en que las palabras se relacionan con el mundo y lo constituyen. En un momento en que la innovación en materia de literatura no es contemplada como una posibilidad por muchos escritores el agotamiento de las formas, que es inherente al hecho de que la novela está dando vueltas por aquí desde hace unos 300 años o algo así, produce en el lector cierto atasco, en particular en la novela de género. Es curioso porque hay mucha gente que está consumiendo literatura de género, novela policíaca, novela romántica, literatura fantástica, pero también hay por parte de otros lectores el deseo de una literatura que esté basada en hechos reales. Que soslaya el cuestionamiento de a qué llamamos hechos, a qué llamamos reales, a qué llamamos literatura y cómo usamos la literatura. Hay una fetichización de la realidad y el convencimiento de que esa realidad es mucho más interesante que cualquier cosa que se pueda imaginar. También opera en este contexto un descrédito del periodismo o un desplazamiento en lo que se considera que es la función del periodismo. Esta especie de crisis vocacional del periodismo en la actualidad ha llevado a mucha gente a pensar que lo más adecuado es la literatura de no ficción. Hay magnífica literatura de no ficción en este momento, pero también hay un reclamo bastante insistente por parte de los lectores más ingenuos o crédulos: que lo que cuentes te haya pasado realmente. En el fondo, hay una especie de fallecimiento del lector que considera que el mundo es lo que es y no lo que podemos ser, que sería la tarea de la ficción. En un momento de descreimiento de los proyectos utópicos y de clausura de la idea de futuro es inevitable que algunos lectores quieran saber qué es lo que hay porque no pueden concebir que haya más de lo que hay.