Había una vez un circo que nos mostraba otros cuerpos, otras formas de los géneros como atracción: la mujer barbuda es el ejemplo más notorio y popular, al que se le sumaban freaks de distinto linaje, quienes también podían poner en crisis muchas de las ideas más conservadoras sobre los rasgos que garantizan la supuesta pertenencia a un género o a una orientación sexual. La explotación comercial de la locura y la deformidad comenzó a ser prohibida alrededor del mundo, y estos tipos de espectáculos circenses y de feria comenzaron a cambiar las propuestas: hoy resulta nostálgico el freak show, o al menos la celebración de los rasgos que hacía únicas a las personas que pasaban por “fenómenos de la naturaleza”. El circo actual, en cambio, se basa no tanto en la exhibición de rasgos estigmatizantes de cualquiera de las personas, sino en las habilidades de performers. En Héctor, el hombre extraordinariamente fuerte, libro escrito e ilustrado por la parisina Magali Le Huche, está centrado en el ambiente de circo moderno, donde la mayoría de les artistas tiene una destreza que lo hace extraordinario, con excepción de Ricardito, el hombre pequeñito, que evoca a los enanos, que claramente son quienes sobrevivieron al circo antiguo. Trapecistas, domadores, bailarina, payaso son algunas de las criaturas que habitan la carpa itinerante de la historia. Pero el protagonista, Héctor, además de su habilidad como hombre forzudo, tiene una destreza oculta, literalmente subterránea: debajo de la casa rodante donde vive, tiene un refugio bajo tierra donde el musculoso se la pasa tejiendo y haciendo clochet. Además de levantar elefantes apilados, Héctor es un estilista del tejido, puede hacer prácticamente cualquier cosa con dos agujas y “con angora o con mohair, con lana o con algodón”. ¿Cuál es la razón por la que oculta esta pasión que “ama más que nada en el mundo”? Se supone que su virilidad, su capacidad muscular y su aspecto varonil que son la base de su trabajo entraría en contradicción con la delicada tarea de tejer. El relato expone con la misma fascinación su tarea circense de fuerza hercúlea como su tierna soledad subterránea entregada al arte de las agujas: los dos son espectáculos notables protagonizados por el mismo personaje. No hay contradicción, más bien hay dos caras posibles de una persona. Aunque Héctor esté enamorado de la bailarina Leopoldina, el libro de Le Huche no es heteronormativo: la sensibilidad rosa del forzudo alcanza para descomponer los patrones reaccionarios que rigen los roles en su relación. La paleta de colores cálidos con que el dibujo va gestando sus etapas narrativas toma partido por un paisaje rosa como dominante, como telón de fondo del clima que domina la historia: un círculo rosa sirve como arena circense, como cada mejilla con colorete convierte a cualquier artista del relato en drag. El supuesto secreto vergonzante del artista viril finalmente es la salvación y la forma de creación de una verdadera comunidad circense. La carpa que los contiene es el tejido subterráneo que nos hace siempre irremplazables.
Héctor, el hombre extraordinariamente fuerte
Magali Le Huche
Pípala
2018