Desde que el cuento fuera recogido por los hermanos Grimm, Hansel y Gretel -esa siniestra historia infantil que trae abandono, canibalismo y glotonería en porciones iguales- ha sido contado, vuelto a contar, revisado, reinterpretado, por supuesto parodiado, en numerosísimas oportunidades. Tan persistentemente popular, de hecho, que tremendo alboroto se generó poco más de cinco décadas atrás, en 1963, cuando un autor aseguró que tenía pruebas suficientes para demostrar que el cuento estaba basado en hechos reales. En el libro Die Wahrheit über Hänsel und Gretel (en castellano, La verdad sobre Hansel y Gretel), el escritor germano Hans Traxler recogía los hallazgos de un profesor y arqueólogo amateur, Georg Ossegg, que afirmaba que, lejos de ser tiernas palomillas, los hermanos Hansel y Gretel habían sido dos panaderos adultos -Hans y Grete- que habían asesinado a una pobre mujer -la prodigiosa cocinera Katharina Schraderin- para robarle su receta de galletas de jengibre. Aquello a mediados del siglo 17, en Alemania. A través de 120 páginas, con documentos y fotografías exclusivas, de valor presuntamente histórico, Ossegg planteaba insólito relato: que obsesionado con las habilidades culinarias de Schraderin, Hans le pidió casorio; ella se negó; él la acusó de bruja. Escapando a la guadaña, la mujer se dio entonces a la fuga, refugiándose en el bosque. Pero poco le duró la calma: acompañado por su hermana Grete, secuaz en las fechorías, Hans rastreó a la “bruja”, y la mató. Se deshicieron del cuerpo de ídem modo que el cuento de hadas: echándolo al horno. Pero no dieron con el botín pretendido, la infame receta de galletitas.

 

El que sí dio con los restos incinerados de la “bruja”, con la casa, con el horno, con el cofre que tenía los pasos para cocinar el snack tan deseado, entre otros documentos “inapelables” fue Ossegg, celebridad instantánea ni bien salió a la venta Die Wahrheit über… “¿Libro de la semana? No, ¡es el libro del año, y tal vez el siglo! ”, aclamaban las revistas; “Hansel y Gretel, ¿un dúo de asesinos?”, titulaban los diarios. La noticia prendió en el extranjero, y editores de distintas latitudes requerían los derechos para traducir el ejemplar. Grupos escolares, mientras tanto, viajaban a Spessart para rastrear los cimientos de la casa de la bruja, siguiendo las anotaciones de Ossegg. Quien, a su vez, era requerido por medios para dar entrevistas, por universidades para brindar conferencias. Pero, claro, Ossegg no respondía. Nadie sabía nada. Salvo Hans Traxler, el autor que había recogido sus investigaciones. Y si Traxler sabía era porque se lo había inventado todo: al arqueólogo, a las pruebas, a las indagaciones. Die Wahrheit über… era, después de todo, una falsificación literaria muy elaboradora, una parodia, mera humorada. “En 1963 se cumplían 100 años de la muerte de Jacob Grimm”, cuenta el escritor, ilustrador y caricaturista de 90 años, quien vive aún en Frankfurt: “Fue cuestión de indagar en el cofre del tesoro de los cuentos de hadas de los hermanos y elegir el más famoso…”. ¿Y las fotos de Ossegg estudiando el campo? Traxler disfrazado con impermeable, barba y bigotes falsos ¿Y los manuscritos sobre la panadera bruja? Por él estupendamente escritos siguiendo el estilo de épocas pasadas. Tan exitoso el libro como en engaño en sí mismo, ¡que hasta inspiró una película años después!