Hay temas que ya no deberían generar ninguna duda tras casi 36 años de democracia. Uno de ellos es que la guerra de Malvinas fue dentro del contexto del Terrorismo de Estado. El debate que generó la charla que dieron el jueves pasado dos ex oficiales de la Fuerza Aérea que combatieron en 1982 en el aula magna del Colegio Nacional Buenos Aires nos debe llamar a la reflexión. ¿Podemos hablar de ese conflicto bélico sin reconocer el rol de la dictadura cívico-militar y los abusos a los soldados conscriptos?
Es cierto que hay tantos puntos de vista sobre Malvinas como protagonistas de esa guerra. Pero esas miradas nos deben ayudar a ir reconstruyendo, a pensar y reflexionar sobre los errores y los aciertos de nuestra propia historia, la que nos conforma como argentinos. Debemos reiterar el justo reclamo de soberanía que tiene nuestro país desde 1833 y que fue avasallado por la posesión colonial de Gran Bretaña sobre nuestras islas. Es un reclamo que el actual gobierno de Mauricio Macri deja de lado, pensado en los buenos negocios que puede hacer con el Reino Unido, pero que por historia y por derecho nos corresponde.
A partir del actual relato negacionista hoy muchos prefirieren no hablar, borrar nuestra historia y no realizar una autocrítica de una guerra que se perdió, no asumir esa derrota. Ninguna guerra es buena y ésta, por su improvisación, fue peor. Es cierto que hubo actos de heroísmo de la Fuerza Aérea, pero los errores tácticos de las tropas argentinas existieron y fueron innumerables, tanto en el nivel estratégico nacional –que definieron la suerte de la guerra– como en el estratégico operacional. Sin olvidar los injustificados malos tratos hacia sus soldados. Como sociedad no podemos callar los errores cometidos, debemos debatir y preguntarnos qué pasó y qué se hizo mal. Una sociedad jamás será justa si no tiene memoria y esa es una batalla que exige una tarea cotidiana.
No hay que olvidar que a Malvinas también fueron represores, muchos de ellos hoy están condenados o procesados por violaciones a los derechos humanos. Ninguna disposición del derecho o acto de autoridad local podría impedir el camino hacia el descubrimiento, enjuiciamiento y responsabilidad de los autores, el derecho a conocer la verdad y a que la Justicia investigue estos hechos aberrantes no es sólo un derecho de las víctimas, sino de toda la sociedad”.
No podemos dejar de hablar y evocar lo pasado, pero pensando siempre en el futuro, recorriendo todos los caminos posibles en el reclamo de nuestra soberanía, pero siempre bajo el signo de la paz. A pesar del tiempo transcurrido y sabiendo que esas heridas no cicatrizan fácilmente. Debemos guiar a las generaciones venideras y junto a ellos generar la fuerza necesaria para construir con esperanza un país distinto.
Hoy parece que muchos optan por olvidar ese momento histórico, nadie se hace cargo de la utilización política de la causa Malvinas por parte de un gobierno que era de facto. Malvinas cerró el capítulo de la dictadura y fue un factor decisivo para la reinstauración de la democracia. Hubo que denunciar en la Corte Interamericana de Derechos Humanos los casos de abusos, ante la negativa de la Corte Suprema de Justicia a considerar las torturas y vejámenes que sufrieron los soldados argentinos durante la guerra de Malvinas por parte de sus superiores como delitos de lesa humanidad o crímenes de guerra, es decir, imprescriptibles.
Hay tantos relatos de la causa Malvinas como protagonistas de la guerra de 1982. Estos relatos nos ayudan a ir construyendo, a pensar sobre las razones que dieron lugar al conflicto bélico y a reflexionar acerca de los errores y los aciertos de nuestra propia historia, la que nos conforma como argentinos. El Colegio Nacional Buenos Aires, que históricamente está comprometido con la lucha por los derechos humanos, no puede dar espacio a discursos como los que se escucharon recientemente. Tiene 108 víctimas del terrorismo de Estado, entre alumnos y ex alumnos. Aún se esperan las explicaciones de las autoridades de esta prestigiosa institución sobre cuál es el contexto en el que se realizó la actividad. El silencio confunde y profundiza aún más la polémica.
Malvinas es parte de nuestras contradicciones porque simboliza nuestra defensa de la soberanía y, al mismo tiempo, una guerra impulsada por una dictadura cívico-militar en decadencia que utilizó ese legítimo reclamo. La memoria, con su verdad, golpea una y otra vez la conciencia de quienes prefieren ignorar o callar ese relato sobre lo que nos pasó en 1982.
* Periodista y ex combatiente, integrante de Grupo por Soberania GPS.