“Sabemos siempre los nombres de los culpables, pero no los de las víctimas. Es importante levantarse y decir: ‘Me ha pasado a mí’. Si tenemos suerte de tener una voz, tenemos que hablar”, ha declarado James Rhodes en sus charlas con la prensa mundial. Acaba de llegar a Buenos Aires y no está al tanto de casos locales de abusos denunciados en el ámbito de la música, como los de Miguel del Popolo, de la banda underground La Ola Que Quería Ser Chau, o Cristian Aldana, del combo punk El Otro Yo. Sin embargo, aquella frase del pianista inglés conecta con los pasos al frente primero de las dos chicas que denunciaron con videos en redes sociales a Migue, y luego al grupo de mujeres que logró que Aldana, también expresidente de la Unión de Músicos Independientes, fuera procesado por sus denuncias de violaciones, transmisión de enfermedades y golpes, cuando las denunciantes eran adolescentes. El relato de tres de ellas apareció pública y recientemente en un video, mientras que el guitarrista y cantante de El Otro Yo permanece detenido y fue embargado por 2,5 millones de pesos.
“Todos los ataques sexuales, especialmente aquellos en los que los atacados son niños, son siempre grandes abusos de poder. Si sos rockero y tenés fans, tenés mucho poder sobre ellos. En eso, no es muy diferente al poder de un cura, un docente o tu jefe. El sistema legal necesita tomarse con mayor severidad la condena a los abusos y las violaciones, con sentencias más largas y fuertes, porque es terrible seguir escuchando sobre casos así. Pero aún así hay que seguir escuchándolos, hay que escuchar a los jóvenes, con todo su coraje para contar lo que les pasó. Tenemos que escuchar a las mujeres atacadas. Y tenemos que actuar para detener estos terribles abusos de poder que son algo sistémico, porque muchas veces tienen que ver también con el dinero”, analiza el pianista.
Y concluye, sobre el tema de la escucha: “Para poder escuchar es indispensable no generar ruido y creo que si no escuchamos más es porque nos hemos olvidado de cómo callarnos la boca. Todo el tiempo todos están hablando o chateando en Tinder y en Twitter, y gustando cosas en Facebook o en Instagram. Con esa afición por participar y comunicar, se volvió muy difícil solo frenar y escuchar al otro. O escucharte a vos, estar con tus propios pensamientos. Estamos distraídos todo el tiempo y ya no podemos escuchar, que es una parte muy importante, tanto para la música como para la vida”.