“Trabajo a partir de algo que me moviliza mucho, algo en lo que vea un potencial. No me interesa hacer una obra porque sí, sino porque tengo una necesidad de meterme con algún tema en especial”, sostiene Elenora Comelli. Formada en danza y coreografía, estudió también puesta en escena y dirección y estrenó un puñado de obras que se destacaron en el circuito independiente por la intensidad de los mundos poéticos que desplegaban y por la combinación rigurosa de lenguajes como danza, actuación, video y música.
Comelli creó Domingo, Linaje, Qué azul que es ese mar y el año pasado El hombre que perdió su sombra, un espectáculo para grandes y chicos que desbordó la sala principal del Teatro Cervantes y sigue en cartel. Acaso por todo ésto fue convocada por los directores del Ballet Contemporáneo del San Martín, elenco con el que estrena este jueves a las 15, en la sala Martín Coronado, El porvenir. Es una producción ambiciosa que incluye bailarines, una actriz y una músico en escena, escenografía y visuales proyectadas; un espectáculo estructurado en tres partes, tres cuentos cortos sobre un mismo tema: el azar y el destino en la vida de tres mujeres.
“Jamás se me había ocurrido trabajar con este Ballet. Cuando me llamaron estaba con El hombre…, iba a ser jurado del FIBA, así que les pedí un tiempo. Me lo dieron y me puse a pensar qué me gustaría hacer. Y empecé a acordarme de una imagen viral muy potente: un crucero que atraviesa una tormenta terrible y las personas y los muebles empiezan a moverse de un lado al otro, balanceándose. Vi ahí mucho potencial de representación”, cuenta a Página/12. A esa imagen se sumaron las ganas de abordar el tema del destino y de hacerlo en forma de cuento, influenciada por su fervor por el escritor uruguayo Felisberto Hernández.
La etapa inicial fueron unas seis horas diarias de lecturas sobre el tema, una investigación que disfrutó de la mano del filósofo y actor Horacio Banega, con quien intercambió ideas y textos. Leyó muchos autores y se puso a escribir. El resultado son tres cuentos escénicos: "El presagio", "La elegida" y "La probabilidad". Cada uno ocurre en un tiempo y un espacio distintos y con un código de representación diferente. El primero, sobre una mujer que se ahoga en un barco, sucede en los años ’80. El segundo transcurre en un tren en la década del ’40, tiene elementos del melodrama y el policial y sus protagonistas son una mujer y su esposo enfermo de celos. El último sucede en la actualidad y narra qué hubiera pasado si la protagonista no muere en un accidente de autos.
En los tres Comelli articula movimiento, actuación, música, proyecciones y escenografía. María Merlino, la actriz descomunal que brilló en obras como La dama del mar, ¿Cómo vuelvo? y Nada del amor me produce envidia, será la mujer que aparece en cada relato, los cuerpos de los bailarines funcionarán muchas veces como su doble, además de la presencia de Zypce, creador de la música original, que también estará en escena. “María y Zypce cantan en ciertos momentos desde canciones ochentosas, un aria, un tango y los textos los dice María”, adelanta la directora y dramaturga.
En el primer cuento, la actriz hará una especie de prólogo con humor en el que cuenta todo lo que va a pasar, nada menos que su muerte. En el segundo habrá una suerte de radioteatro con la actriz y el músico poniendo la voz para la mujer y el marido celoso. Y en el último, el personaje de Merlino expone su teoría sobre la probabilidad de no morir en el accidente: pausa ese hecho, propone repeticiones e introduce el azar que pudiera salvarla de la muerte. Y todo el cuerpo de baile, hombres y mujeres, la representan en esas posibles variaciones.
“Creo que en la vida convive todo. Es como un mejunje: la voluntad juega una parte importante, el azar se mete también y está el destino. Con el tiempo uno puede separarse un poco de lo que pasó y pensar, recalcular”, opina. Cada vez se vuelca más por la concepción general de las obras, por imaginar cada rubro y cruzar lenguajes. “Cada vez me alejo más de la coreografía pura y me concentro en la dirección general, en la puesta en escena. Por eso convoqué a Gabriel Contreras para la parte coreográfica. No puedo estar en los detalles del movimiento. Me encanta pensar todas las áreas, coordinarlas. Por eso es necesario que en cada una haya un especialista”, afirma.
Los bailarines van a manejar estilos diferentes. Un tipo de movimiento vinculado a la forma de moverse bajo del agua en el primer cuento, en el segundo coquetean con el ballet La consagración de la primavera de Stravinski y en el último tendrán un estilo bien contemporáneo. “Hay momentos con escenografía y con acciones físicas claras, y momentos de cámara negra con telón, escenario vacío y movimientos más abstractos y estilizados”, anticipa. En esta nueva aventura la acompañan además de los veinticinco bailarines, de Merlino, Zypce y Contreras, David Seldes en la iluminación, Paula Molina en vestuario, Gonzalo Córdoba Estevez en escenografía y Federico Lamas y Johana Wilhelm en diseño y edición de video.
Las razones de un éxito
El hombre que perdió su sombra hará funciones hasta mediados de octubre. Eleonora Comelli, su creadora junto a Johana Wilhelm, está feliz. Más aún después de concretar funciones especiales para personas ciegas y sordas. Fue un gran trabajo junto al equipo de audiencias del Cervantes. Prepararon material especial para los espectadores como, por ejemplo, las formas de los personajes en braille, la percepción de las sombras a través del tacto; incluyeron intérpretes de señas en las funciones para personas con problemas de audición, realizaron guías didácticas y visitas guiadas previas.
”Fue un trabajo serio y personalizado. Como el teatro involucra muchos sentidos tuvimos que ponernos a pensar cómo hacer para potenciar los que sí funcionan para que puedan apreciar la obra. Fue una experiencia muy emocionante”, comenta. Inspirada en La maravillosa historia de Peter Schlemihl del autor alemán del siglo XIX Adelbert von Chamisso, la pieza narra el derrotero de un hombre que entrega una parte de si, su sombra, porque no tiene trabajo y necesita dinero. Esta decisión lo margina del resto y se arrepiente.
La puesta combina actores, bailarines, nada menos que los músicos Axel Krygier y Alejandro Terán en escena y retroproyecciones que generan sombras prodigiosas. “Siempre la pensé como una obra para todo público, no solo para chicos. Pero nunca imaginé rebalsar de público como pasó, llenar la sala María Guerrero para ochocientas personas. Yo vengo de trabajar en teatros chicos para setenta espectadores. Siempre aposté y creí en la obra y fue lo que pasó: explotó”, dice. Y agrega: “Las visuales son muy bellas, la música también. Hay humor y un texto sensible en relación al poder y al individualismo”.