Diez años atrás las miradas del mundo se dirigieron a Honduras. Un golpe de Estado derrocó y expulsó del país a “Mel” Zelaya, el presidente que osó incluir a Honduras en el ALBA, anunció la decisión de que la base militar norteamericana de Palmerola pasara a manos de civiles hondureños y propuso la instalación de una “cuarta urna” en las elecciones, para que la sociedad se pronunciara sobre la convocatoria a una Asamblea Constituyente. No era un gobierno de izquierda ni revolucionario, pero era demasiado para lo que los Estados Unidos estaban dispuestos a tolerar en un continente que siguen considerando su patio trasero.
Las Feministas en Resistencia, y algunas lideresas de movimientos indígenas, negros, garífunas, campesinos, como Berta Cáceres (coordinadora general de COPINH, Consejo Cívico de Organizaciones Populares e Indígenas de Honduras, asesinada el 2 de marzo de 2016), y Miriam Miranda (coordinadora general de OFRANEH -Organización Fraternal Negra de Honduras-), fueron voces claras y contundentes para denunciar lo que significaba ese golpe, no sólo para las mujeres y el pueblo de Honduras sino para todo el continente.
A días del golpe alertaba Berta Cáceres: “Los pueblos indígenas en Honduras tenemos mucho que decir sobre las causas profundas del golpe de Estado, porque está muy ligado al avance del proyecto de muerte contra nuestras comunidades. Ha marcado el afianzamiento del coloniaje más feroz, criminal e impune que hayamos visto desde hace mucho, y eso que hemos estado históricamente soportando el saqueo y el exterminio. Esto se traduce en el incremento del racismo, del femicidio con rostro indígena, de la triple dominación contra las mujeres indígenas por ser indígenas, por ser mujeres, y por engrosar el 80 por ciento de las masas empobrecidas y marginadas en Honduras… Se ha intensificado la transnacionalización capitalista en nuestros territorios y culturas, que clava sus garras con el beneficio del golpe de Estado y de sus estructuras que se mantienen intactas, con el respaldo de los Estados Unidos, de algunos países europeos, y de los organismos financieros internacionales como el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional, el BID, y algunas agencias de este mismo sistema de Naciones Unidas y de la Unión Europea. El régimen ha avanzado en subastar el país, y lo hace precisamente en los territorios indígenas y negros”. Decía también Berta: “No debemos permitir como pueblo hondureño que este golpe de Estado se instale. Tenemos que arreciar la movilización y la resistencia. ¿Por qué creen que fue el golpe de Estado? Porque para los ricos, los oligarcas, la ultraderecha, con asesoría de la mafia de Miami, la contrarrevolución cubana y venezolana, que están asesorando a estos golpistas, la preocupación era que el pueblo pudiera decidir sobre recursos estratégicos como el agua, el bosque, la tierra, sobre nuestra soberanía, sobre los derechos laborales, sobre el salario mínimo, sobre los derechos de las mujeres, la autodeterminación de los pueblos indígenas y negros. Este golpe de Estado es contra todos los procesos de liberación de nuestro continente. Hoy es Honduras. Mañana puede ser El Salvador, Venezuela, Bolivia, Ecuador, Argentina, Cuba. No podemos permitir que se trunque el sueño de Morazán, de Bolívar, de Visitación Padilla, de Martí, del Che Guevara, de Martin Luther King.”
Diez años después analiza Melissa Cardoza, escritora feminista: “El golpe de Estado se hizo para que esa propuesta neoliberal, de muerte y despojo contra los pueblos y las mujeres fuera legalizada, para que la estructura institucional del Estado sirva a esos intereses. En el Encuentro trabajamos con unos mapas, y salió muy claramente que todo el país está intervenido de esta manera, y está dispuesto para ser concesionado”.
Las mujeres de la Resistencia
En el manifiesto rebelde de Vallecito, las mujeres dicen que en el Encuentro plurinacional “se hicieron sentir las energías del pueblo Tolupán, Lenca, Misquito, Garífuna, Pech, Maya Chortí, y de los pueblos en lucha; y que se reunieron con “la presencia ancestral de Margarita Murillo, María Enriqueta Matute, Berta Cáceres, Magdalena Morales y tía Macucu, que en un sólo espíritu, pensamiento y fuerza nos acompañan en todas las acciones”.
Miriam Miranda convocó al diálogo entre mujeres, con la convicción de que ésta es una clave para levantar al país. Ella nos dice: “Fue un Encuentro único en el país. Mujeres de dieciséis departamentos de los 18 que componen el país, nos juntamos en un hecho histórico, nos hicimos presentes en un territorio liberado del pueblo garífuna. Vallecito por muchos años ha sido territorio en disputa, acaparado por los narcotraficantes, pero mediante un trabajo sin igual la OFRANEH lo ha venido recuperando”.
Melissa Cardoza subraya: “Vallecito es un símbolo de rebeldía, un símbolo de ancestralidad, un símbolo de lucha de mujeres también. Las mujeres son muy importantes en ese territorio. Vallecito, el territorio rebelde del pueblo garífuna, nos recibió con mucho cariño y con mucho trabajo. Fue un Encuentro impresionante. El pueblo garífuna construyó una estructura logística increíble. Las y los compas de OFRANEH pasaron meses levantando carpas, champas, para que estuviéramos ahí. Se decidió hacer el Encuentro en Vallecito, precisamente, para intentar descolocar de las ideas de la gente, que cree que las acciones políticas importantes siempre tienen que pasar en la capital, o en las ciudades grandes. Porque como hemos visto en los últimos años de resistencia, es en los territorios incluso desconocidos, donde están construyéndose propuestas muy interesantes a nivel político. Este Encuentro nos planteó salir de los espacios del confort en los que muchas veces hemos estado. Vallecito significaba ir a un espacio de lucha, de espiritualidad del pueblo garífuna, de donde sacamos mucha fuerza también el resto”.
Miriam Miranda afirma, pensando más allá del Encuentro: “Una de las cosas importantes para las feministas y movimientos de mujeres, es entender que hoy día no se puede centrar la mirada y el trabajo únicamente en las ciudades y urbes. Es impostergable mirar las realidades de las mujeres que luchan día a día en los territorios rurales o del campo. Entender que esa lucha no está separada de nuestra realidad, que la defensa de los bienes comunes es tan importante para las que habitan en la ciudad, porque en el campo es donde se producen los alimentos. De ahí que hoy día los Encuentros deben incorporar la visión de la diversidad de mujeres, no sólo de género, sino también lo cultural”.
Diez años después
Melissa Cardoza comparte algunas de las ideas del Encuentro: “El balance es que ha sido una década de muchos golpes. El golpe de Estado sigue estando ahí muy vivo, está profundizado este régimen extractivista. Hemos llorado mucho a nuestras asesinadas, a Berta Cáceres por ejemplo, que estaba allí muy presente, caminando en medio de las mujeres. Hemos lamentado y nos hemos indignado un montón recordando a toda la gente criminalizada, perseguida. También hemos aprendido a valorar nuestras fuerzas, hemos aprendido a nombrar a nuestras luchas de mujeres en voz alta, a decir quiénes somos y qué estamos haciendo. A poner en valor la lucha de los pueblos indígenas y negros, garífunas, que siempre han sido tratadas con mucho desprecio, con mucho racismo, incluso por el movimiento social, por la izquierda. Hemos aprendido a estar vivas. Se suponía que no debíamos estar vivas, porque el golpe, como todos los modelos de la necropolítica en este mundo, considera que algunas personas tienen derecho a estar vivas y otras no. Nosotras somos de las que no deberíamos estar vivas. Pero seguimos vivas, seguimos creando, seguimos sosteniendo la esperanza y la vida, y seguimos organizándonos juntas. Estuvimos valorando también las luchas por la defensa del bien común, la educación y la salud, lideradas por mujeres. Las mujeres luchamos en muchos espacios. Nosotras veíamos llegar a ese montón de mujeres de las comunidades, y sabemos lo que significa para una mujer venirse de su casa. A veces una negociación o un pleito a nivel familiar. Dejar ese espacio para ir al espacio público a hablar del país que queremos, es un acto muy revolucionario. Fue un balance de pérdidas, pero fue también un balance de fuerza. Y quisimos hacerlo para decir: “estamos aquí”. Por eso el lema es: “A diez años del golpe de Estado, seguimos luchando juntas por una Honduras sin dictadura””.
Frente a todos los extractivismos
Carla Paredes, integrante de la colectiva feminista lésbica Libertad nos dice: “La experiencia en Vallecito me enseñó que sí se pueden recuperar nuestras tierras, nuestra cultura, nuestras raíces. Porque el extractivismo no es sólo el de las mineras, no es sólo el de nuestras tierras. También son nuestros cuerpos. Vallecito me llenó de energía y de esperanza. Sí se puede recuperar todo lo nuestro”.
Noemí Dubon, del Foro de Mujeres por la Vida, comparte: “Estamos viviendo una dictadura, donde se ha profundizado el modelo extractivista, que atenta contra los proyectos de vida de las mujeres y los pueblos. Un modelo de despojo de los bienes comunes, identidades, que se sostiene por la corrupción, impunidad, narcotráfico, militarización, criminalización, y especialmente con la violencia, y las armas. Vivimos una crisis humanitaria producto de este despojo, que se expresa de manera cruel y contundente en el éxodo migratorio, el desplazamiento, el vaciamiento de los territorios. En el Encuentro nos llamamos a la urgente necesidad de recuperar y multiplicar las prácticas de autonomía existentes, y plantear alternativas antipatriarcales, anticapitalistas, antirracistas, inclusivas y diversas. Vimos con preocupación el aumento de la violencia normalizada contra las vidas y los cuerpos de las mujeres, y nos comprometimos a seguir juntándonos, en rebeldía colectiva, a acuerpar las luchas de todas, y a recuperar una Honduras sin dictadura, con autonomía y soberanías populares, desde las mujeres”.
Coincide Melissa Cardoza: “Hablamos mucho de las mujeres migrantes, del vaciamiento del territorio donde vivimos, y de la posibilidad de que eso profundice el régimen extractivista. Salió de manera muy potente el dolor que significa la migración, el ver a la gente irse, familias, compañeras de lucha desesperadas por no poder vivir más en este país, y al mismo tiempo preocupadas porque en la medida en que la gente se va, se queda sin defensa el territorio”.
Desde la Resistencia, acuerpar las luchas
¿Cuáles fueron los temas planteados? Miriam Miranda nos comenta: “Hablamos de tareas movilizadoras, de cómo juntas podemos y debemos trabajar en temas estratégicos tales como las violencias contra las mujeres, los feminicidios, la violencia institucional del estado dictatorial. Se habló de la necesidad de ir construyendo territorios autónomos, de luchar contra la militarización de la sociedad, viendo la militarización no sólo como el incremento de los cuerpos militares, sino también el militarismo que se ha incrustado hasta dentro de los centros de enseñanza, ya que este gobierno creó el programa de los Guardianes de la Patria, que consiste en enviar a los militares a las escuelas a dar supuestas clases de civismo. Fue muy importante constatar que el rescate y el fortalecimiento de la cultura e identidad, es urgente para enfrentar este modelo depredador. El Encuentro también sirvió para que las mujeres pudieran sanarse, conectarse con la naturaleza, pensar temas como el ejercicio de la democracia, frente a la violencia galopante que ha ido en aumento después del golpe de estado. La propuesta más importante fue la articulación de las mujeres en lucha en todo el país. Creo que ése es uno de los logros más significativos. La necesidad de juntar nuestras voces, nuestras acciones, nuestros pensamientos, en la construcción de una Honduras mejor, sin violencia, que no esté militarizada, donde no se persiga a la juventud, a nuestros hijos e hijas. Una Honduras en la que podamos generar soberanía alimentaria. Salimos convencidas de que la lucha por la liberación, por la defensa de los derechos de las mujeres, es impostergable. Es un evento que nos reta como mujeres a generar espacios de discusión, pero también de formación. A entender que el plástico, por ejemplo, está agotando el planeta, y que hay que trabajar desde las comunidades, desde la base con todos estos temas. Como parte de este ejercicio, nos dimos cuenta de que, en momentos de crisis, los cuerpos de las mujeres no son solamente objeto de disputa, de asedio, sino que también se convierten en espacios de descarga de la ira, de la desesperanza, de la frustración. Por eso es que hoy día Honduras es uno de los países donde hay tantos femicidios, tantos asesinatos de mujeres. Es un Encuentro que nos hace más fuertes, y que nos convoca a seguir exigiendo la aplicación de justicia para el caso de nuestra hermana Berta Cáceres, que estuvo muy presente en todas nosotras”.
Melissa Cardoza agrega: “El Encuentro buscó también trastocar las lógicas y las dinámicas políticas del movimiento popular. La democracia liberal está fracasada, no sirve a los pueblos, no sirve a las mujeres. Tenemos una disputa importante con estos procesos electoreros que parecieran ser la única propuesta posible para cambiar, mientras los pueblos están enseñando otras cosas, y mientras estamos viendo que hay una manipulación muy grande de la gente, de las voluntades y de las esperanzas. Hablamos mucho de cómo discutir políticamente otro modo de hacer las cosas, y cómo cambiar las lógicas de los movimientos mismos. En el movimiento social hondureño hay mucha misoginia, mucho machismo. Este Encuentro fue boicoteado por algunos hombres de organizaciones que no entienden que el hacer Encuentros de mujeres no significa que se excluya la mirada de lo comunitario, de la familia, sino que necesitamos espacios nuestros para pensar y actuar. Son décadas que venimos diciendo esto, y son décadas que hombres de algunas organizaciones de una mentalidad muy conservadora, que hablan en nombre de una revolución pero no pueden revolucionar sus cabezas, no parecen entender por qué queremos juntarnos las compañeras. En Vallecito pudimos pensar juntas la democracia, pensar el poder, pensar las autonomías que ya existen, y que pasan por el territorio, por los cuerpos”.
El Encuentro concluyó. Las compañeras siguen hablando, pensando y actuando juntas. Es un nuevo momento de organización de las mujeres rebeldes, que extienden sus palabras más allá de las fronteras, para quienes quieran escucharlas, hablar y actuar juntas, y caminar a la par, y enredarse en sueños y gestos de libertad.