La noticia del preacuerdo de libre comercio Mercosur-Unión Europea (UE) generó diversas reacciones. Por un lado, el macrismo festejó este “acontecimiento histórico” que “nos inserta en el mundo”. Por el otro, dirigentes políticos/sindicales/empresariales denunciaron los riesgos que traería aparejado la formalización del acuerdo. Antes de continuar algunas aclaraciones elementales:

Obviedad 1: El anuncio de Bruselas será una pieza de marketing político utilizada para demostrar que “volvimos al mundo”. El audio emocionado de Whatsapp del canciller Faurie complementa la imagen del llanto presidencial en el Teatro Colón en los días de la cumbre del G20.

Obviedad 2: Este es un partido que recién comienza. La entrada en vigencia del acuerdo requiere del cumplimiento de trabajosos requisitos previos: a) revisión y traducción de los textos a los 23 idiomas legales de UE; b) firma de Presidentes o Cancilleres; c) aprobación parlamentaria en los cuatro países del Mercosur, el Parlamento Europeo y los veintiocho de la UE.

Obviedad 3: Un tratado comercial nunca es bueno o malo en si mismo. Éstos son beneficiosos (o no) en función a los costos y beneficios resultantes.

Volviendo a las repercusiones internas, el candidato presidencial del Frente de Todos, Alberto Fernandez, expresó que “no queda claro cuáles serían los beneficios concretos para nuestro país. Pero sí queda claro cuáles serían los perjuicios para nuestra industria y el trabajo argentino. Un acuerdo así no genera nada para festejar sino muchos motivos para preocuparnos”. La respuesta oficial llegó de la mano del ministro de Producción y Trabajo, Dante Sica: “Esos mismos que están hablando son los que fueron incapaces en doce años de haberlo logrado”.

Lo cierto es que el estancamiento en las negociaciones no respondió a una supuesta incompetencia kirchnerista sino a dos causas muy concretas: 1) los gobiernos de Argentina (Cristina Kirchner) y Brasil (Dilma Rousseff) pujaban por un convenio equilibrado que respetara las asimetrías económicas entre ambos bloques y 2) la negativa de varios países, encabezados por Francia, Irlanda y Polonia, a otorgar beneficios en materia alimentaria.

La información disponible revela que ninguna de esas cuestiones se resolvió a favor del bloque sudamericano. La industria doméstica es el pato de la boda porque resignaría mercados (interno y brasileño) en manos de la competencia europea. El Observatorio de Empleo, Producción y Comercio Exterior de la Universidad Metropolitana para la Educación y el Trabajo (Odep-Umet) estimó que 186.000 empleos industriales ingresarían en zona de riesgo. En términos absolutos, los principales afectados serían metalmecánica (48.000 empleos), sensibles (calzado, textil, marroquinería, muebles (47.000), autopartes (32.500), química (19.000) y automotor (9500).

El trabajo del Odep-Umet concluye:“Más allá de la cuestión de la rebaja de aranceles, el Acuerdo sería perjudicial para la economía local ya que la Unión Europea estaría imponiendo condiciones que restringen la utilización de políticas productivas y comerciales que podrían ayudar a cerrar las brechas de desarrollo existentes entre ambos bloques. Se destacan cuestiones vinculadas a las compras públicas, patentes, propiedad intelectual, entre otras. El diseño del acuerdo, por lo tanto, reforzaría la tendencia hacia la especialización de la economía argentina en productos de bajo valor agregado de origen agropecuario y la importación de productos manufactureros de alto contenido tecnológico, con un claro impacto en la calidad el empleo generado”. 

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@diegorubinzal