Un grupo de estudiantes de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP) homenajeó con un mural a los cuatro jóvenes fallecidos y a la única sobreviviente de la Masacre de Monte, como una forma de acompañar a las familias de las víctimas en su pedido de justicia por el hecho ocurrido el 20 de mayo pasado.
El mural, pintado en un paredón que puede verse desde la Ruta Nacional 3, visibiliza los rostros de Camila López, Gonzalo Domínguez, Danilo Sansone y Aníbal Suárez; el de Rocío Guagliarello tiene un color diferente y quedó separado del resto de sus amigos: ella es la única que logró sobrevivir a la tragedia.
La iniciativa artística nació en las aulas de la UNLP. Clara Marina López es vecina y estudiante de la licenciatura en Artes Plásticas con orientación en Muralismo y Arte Público Monumental. Ella impulsó la propuesta y la planteó a sus compañeros y docentes. De inmediato, se comunicaron con los familiares de las víctimas para consensuar qué sería pintado en el mural, la organización y la coordinación del trabajo colectivo.
Para la tarea, la Comisión Provincial por la Memoria (CPM) donó gran parte de la pintura utilizada. Por su parte, artistas locales, vecinos y amigos también se sumaron con latas de pintura, pinceles y otros objetos necesarios. Verónica Casale cedió el paredón de su casa, en la esquina de 9 de Julio y López, para el homenaje.
“Desde el comienzo se pensó en hacer las caras de los chicos y sumar el pedido de justicia. Pero también se habló con las familias para saber qué les gustaba o cuáles eran sus intereses y así poder plasmar su identidad. El objetivo era que el mural fuera una forma de recordarlos alegres y llenos de color”, comentó López. Por eso, debajo de los nombres se puede observar una guarda que contiene aquellos objetos que representan las pasiones de cada uno de ellos: un acordeón, un skate, un equipo de música, una cámara de fotos y elementos de maquillaje se pasean entre notas musicales.
Sobre la elección de estos símbolos, la estudiante explicó que Camila deseaba ser fotógrafa y disfrutaba maquillarse junto con Rocío. Por su parte, a Danilo y a Gonzalo les fascinaba el freestyle y el rap, mientras que a Aníbal le gustaba el chamamé y tocar el acordeón. “A los cinco los unía la música”, sintetizó.
“Vuelen alto mis guerreros” fue la frase elegida para acompañar al reclamo de “Memoria, Verdad, Justicia”. Alude a una canción de rap escrita por amigos de los jóvenes, que fue cantada en una de las marchas para exigir el esclarecimiento del hecho.
Para López, la actividad significó “un acercamiento entre la universidad y el pueblo”, porque los vecinos no suelen conocer el trabajo de un muralista. “Es otra forma de defender la educación pública y, a la vez, nutrir entre todos al pueblo, para devolverle un poco de lo que enseña la educación pública”.
“Hacer un mural es un trabajo colectivo, se trabaja con las personas y, en consecuencia, se forma un vínculo. Es una acción muy humana; es como abrazar a la gente a través de la pintura”, reflexionó.