El tipo lo dijo como si fuese una revelación divina, que todos sus testigos teníamos el privilegio de compartir: “Acá en octubre se elige o con el bolsillo o con los valores”. Ya había amagado con otras sentencias que quedaron truncas porque en estos bares del Abasto, a estas horas, las opiniones se superponen, se fagocitan unas a otras mientras la tele pasa del Trece a Telefé y viceversa y la dueña del boliche, doña Juana, cada tanto restablece la armonía con un grito: “¡basta de hablar de política! No arreglan nada y se pelean al pedo…” Pero esta vez la frase de este hombre, impregnada de cierta altivez muy propia de estos bodegones, provocó un breve silencio general, como de asentimiento, hasta que uno de sus compañeros de copas le disparó la pregunta que todos –inclusive yo, ajeno a esa mesa-- teníamos picando: “¿Y vos con qué elegís?”
--¡Con mi flaco bolsillo, por supuesto!
Se ve que los demás ya intuían la respuesta, pero de todos modos la reacción espontánea fue una carcajada. Como yo no había seguido minuciosamente la charla previa no podría definir la identificación política de cada cual, pero la unanimidad de la risa me sugiere esta posible interpretación: en el imaginario, puesta a elegir, la opción “bolsillo” es vergonzante; se supone que todo ser humano de bien se inclina, al menos públicamente, por los “valores”. Al que elige enfáticamente “bolsillo” se lo señala, con cierta impostación ética, como un egoísta que privilegia su situación individual por sobre el bien común. Que alguien diga “bolsillo” suena disruptivo, genera ese tipo de incomodidad que se resuelve a través de la risa.
Un minuto antes se estaban matando pero en este punto habían coincidido. Da la sensación de que el gobierno (ya desahuciado en las expectativas por el ítem “bolsillo” no le quedó otra que reivindicar los “valores”) alienta esta dicotomía y la oposición la acepta con cierta dosis de resignación.
¿Por qué el tipo que va a votar a los Fernández “por culpa de su bolsillo flaco” estaría resignando “valores”? En realidad la pregunta básica sería: ¿de qué hablamos cuando hablamos de “valores”? A la que podría añadirse la siguiente inquietud: ¿qué pergaminos tiene el macrismo para atribuirse la defensa de estos “valores”?
Hagamos un breve repaso de ciertos conceptos universales que el gobierno se adjudica para polarizar con el peronismo: “honestidad”, “transparencia”, “seguridad jurídica”, “respeto a las instituciones”, “libertad de expresión”. En cada uno de estos rubros el déficit oficialista ha sido pavoroso (desde las causas por los Panamá Papers y el Correo hasta el blanqueo de capitales para los familiares de Macri, pasando por el encarcelamiento de los dueños de C5N y Radio del Plata, la creación de una banda paraestatal de extorsión y espionaje, la manipulación de la Justicia y el amedrentamiento a jueces y fiscales, más un largo etcétera que los lectores atentos podrán completar con ejemplos). Sin embargo, desde un amplio arco de la comunicación mediática (y no solo la hegemónica) se pretende instalar la idea de que “falló la economía” pero mejoraron las variables vinculadas a “los valores democráticos y republicanos”.
Habría que refinar un poco este presunto contraste y discutir la propiedad de los enunciados. Porque “el fallo de la economía”, que fue presentado en términos de contingencia sobrenatural y climatológica (“tormenta”, “turbulencia”, etc) está sustentado en datos tangibles y objetivos. La caracterización de los “valores republicanos”, en cambio, es subjetiva y está condicionada por la ideología. Por ejemplo, el “valor libertad”, tiene para el peronismo y para la izquierda una connotación emancipatoria, mientras que para la derecha neoliberal se reduce a la desregulación de la economía.
Debe reconocerse que, dentro de este cambalache de valores relativos, el gobierno ha defendido con honestidad intelectual la vocación meritocrática y el emprendedurismo de los condenados a sobrevivir en la jungla; pero reservó para sí la síntesis superadora de la dicotomía que instaló para los demás: el único valor, finalmente, es su propio bolsillo.
Se entiende que, a poco menos de un mes de las Paso, de este lado de la grieta se imponga el señalamiento de la opción “bolsillo” para que el electorado no politizado pueda comparar con elementos tangibles y muy evidentes. Pero habría que tener en cuenta, quizás para más adelante, que los “valores” no son (ni mucho menos) patrimonio de los militantes del ajuste.
Esta vez no me animé, o no se me ocurrió en el momento, levantarme de mi mesa, abandonar por un segundo la comodidad del libro y el cafecito y decirle al tipo del bar de Juana: “amigo, vote por los valores: vote por la solidaridad, por la justicia social, por la defensa del trabajo, y va a ver que le va a cambiar el bolsillo”.