El acto del 25 aniversario del atentado a la Amia tuvo una novedad: por primera vez, en medio del público había un Humvee verde oliva, blindado, exacto los que se ven en Irak o Afganistán, con las portezuelas del techo abiertas y dos hombres sentados arriba, de uniforme negro, vestidos como en una película de guerra.
Tenían el casco a la alemana que ahora usan los norteamericanos, lleno de cables y accesorios. Tenían un chaleco antibalas lleno de bolsillos y accesorios, guantes, anteojos oscuros, pasamontañas que les tapaban las caras.
Uno lucía una M4 compacta colgada del hombro, también complicada de accesorios para francotiradores. El otro tenía una mano arriba de un fusil automático pesado, negro y flamante, montado en un bípode y apuntado a la multitud, hacia la avenida Corrientes.
Había que acercarse al Humvee y ver la insignia para descubrir que no eran los marines haciendo un chivo sino nuestra Policía Federal disfrazada de norteamericanos. La ministra Patricia Bullrich estuvo de compras, equipando a los federales como para una hipótesis de guerra con Al Qaeda en las calles porteñas.
Cada uno de estos autos blindados norteamericanos cuesta, sin accesorios, setenta mil dólares. Un modelo blindado como el que ayer inquietaba a los presentes en el acto, estacionado entre civiles desarmados en Pasteur casi Tucumán, no sale por menos de 160.000 y puede llevar a 220.000 dólares.