Un experto en diversión (Ferris Bueller’s Day Off, 1986, dirigida por John Hughes).

Porky’s y Picardías estudiantiles (Fast Times at Ridgemont Hight, 1982, de Amy Heckerling) bajaron la bandera de largada de la camada adolescente ochentosa, pero fue John Hughes quien le dio nueva forma y sentido al retrato generacional con su seguidilla de comedias inoxidables. En la piel de Matthew Broderick, Ferris Bueller se trasformó en el Pibe 10 de los chicos populares de la escuela, alguien capaz de crear complejos sistemas electromecánicos para engañar a sus padres y zafar de ir a la escuela o de conjurar el espíritu de los Beatles en pleno centro de Chicago, generando de paso un perfecto número musical. El director de la escuela es el villano de ocasión y la amistad con su compinche se afianza luego de un par de inevitables pruebas personales, mucho antes de que el término bromance fuera siquiera acuñado.

Rebeldes y confundidos (Dazed and Confused, 1993, dirigida por Richard Linklater).

Corre el mes de mayo de 1976, año del bicentenario de la declaración de la independencia estadounidense, y es el último día de clases en una escuela de un pueblito de Texas, además del comienzo del fin de la adolescencia de un puñado de personajes inolvidables. Tomando como origen de su título el célebre tema de Led Zeppelin, Richard Linklater creó en Rebeldes y confundidos una de las obras maestras de su filmografía, un colorido tapiz humano lleno de risas y diversión pero también de bronca, aburrimiento y angustia por ese futuro que está a la vuelta de la esquina. El director le escapa a la simple nostalgia por una era pasada, algo que alguna vez definió como “patología cultural”, y da vuelta como una media los arquetipos del freshman y el senior, aunque aquí tampoco faltan las bromas pesadas, la cerveza en barril y la marihuana.

Ghost World (2001, dirigida por Terry Zwigoff)

Lejos de la sensibilidad mainstream de tantas comedias adolescentes –las buenas, las malas y las feas–, el realizador Terry Zwigoff elaboró en su segunda película uno de los relatos más idiosincráticos y artísticamente rebeldes del universo fílmico teen. Basándose en la novela gráfica del mismo nombre creada por Daniel Clowes, Thora Birch –en un rol opuesto al que había interpretado en Belleza americana– y una casi desconocida Scarlett Johansson le dan vida a Enid y Rebecca, dos chicas que están a punto de terminar la escuela secundaria y que, más que cualquier otra cosa en la vida, desean vivir juntas y, de una buena vez, “transformarse en mujeres”. Detrás de los diners retro, los musicales de Bollywood y las colecciones de disco de pasta que le dan fuerza al diseño de arte late el corazón independiente de una chica indie que todavía no sabe bien como salir y enfrentar el mundo.

Supercool (Superbad, 2007, dirigida por Greg Mottola).

Clásico moderno en todo sentido, el tiempo transcurrido desde su estreno le sentó estupendamente bien a Supercool, la gran comedia adolescente de la NCA y plataforma de lanzamiento de Jonah Hill, cuya ópera prima como director –la notable En los 90– puede verse por estos días en las salas argentinas. La odisea del chico tímido, el gordito hiperactivo y el nerd con DNI falso es una ametralladora de gags, one-liners y sinónimos del término “pito” aplicados a todas y cada una de las facetas de la experiencia humana. Nuevamente, detrás de la fachada de desenfado y de más de un paso de comedia escatológica, se esconde un relato de amistad atravesado por la inevitable experiencia del crecimiento y la posibilidad más que cierta de la separación.

Lady Bird (2017, dirigida por Greta Gerwig).

 

La “chica de los pájaros”, interpretada por Saoirse Ronan –nominada a un premio Oscar por este papel– está llena de contradicciones y el proyecto de una obra de teatro musical escolar se transforma temporalmente en la causa más importante de su existencia, aunque el origen real de la nueva afición no sea otro que la atracción por un chico. La actriz Greta Gerwig, musa inspiradora de realizadores como Noah Baumbach y Joe Swanberg, debutó como realizadora con esta inteligente reelaboración de arquetipos y situaciones, otro film cuya humanidad surge de los más sutiles gestos, siempre corridos de lo previsible. Lejos del cliché del cine estudiantil como el lugar de la superficialidad, Lady Bird es divertida, ligera, luminosa, melancólica y trascendente.